domingo, 26 de agosto de 2012

Religion.

            La verdadera fe de una sociedad, el sistema de valores que se le supone, se vuelve invisible en virtud a su ubicuidad. En Europa, la cristiandad solía ser este cimiento, e incluso los movimientos de resistencia más extremos solían enmarcar sus proyectos en términos religiosos.
En ese sentido, podemos argüir que el capitalismo es la verdadera religión de nuestra era: compete a toda clase de doctrinas y tradiciones, pero todo el mundo da por supuesto lo que ocurre en la caja, e incluso la imaginación de los más radicales disidentes se detiene rápido al tratar de pensar en un mundo sin trabajo.
            La iglesia católica sirvió como el fundamento ideológico del feudalismo, en ese tiempo, era el mayor terrateniente (aún lo es en el estado español) y la organización jerárquica de más largo recorrido en Europa. Los clérigos tenían ganancias tremendas vía diezmos y cobrando por los sacramentos. La concentración del poder se mantenía por lo que podríamos llamar economía espiritual, con lo sagrado como moneda determinante, el flujo de recursos materiales hacia las manos de curas y papas  fue el resultado de su monopolio de la salvación.
            Hoy las cosas han cambiado y es principalmente el poder financiero el que determina la distribución de otras divisas. Nada es más sagrado que la propiedad, nada está más universalmente valorado y defendido.  Las iglesias han de competir unas contra otras en el mercado, algunas veces transparentemente en busca de provecho económico, como es el caso de los telepredicadores, que han renovado el evangelismo en la era de los medios de comunicación de masas. A pesar de los esfuerzos de estos telepredicadores, el consumismo permisivo a reemplazado  ampliamente al puritanismo religioso, casi cualquier tipo de disfrute está permitido, y proveerse de ello tiene lugar dentro del marco del mercado.
            No podemos simplemente argüir contra un mito fundacional, para desenmascararlo como superstición tenemos que definirlo. Todavía hoy como en el medievo, si alguien amenaza la santidad del orden establecido, las autoridades llamaran al ejército. Los siglos XVI y XX vieron ambos revueltas y baños de sangre masivos a medida que los oprimidos se levantaban primero contra los clérigos y luego contra la clase capitalista. Todo lo que ha cambiado realmente es el sistema de valores por el cual la fuerza bruta se legitima a sí misma. Engañando a sus sujetos para internalizar esta regla.    Las únicas religiones que han sobrevivido en el mundo occidental son las que voluntariamente desean convertirse en cómplices de esta fuerza, o tomando la delantera en la conquista y la colonización o predicando formas de retiro y no resistencia. En USA, redes de iglesias políticamente movilizadas todavía forman la base social de la derecha.  La noción europea de sagrado, todavía esta inextricablemente atada a la dominación y a la sumisión. La palabra jerarquía se deriva de las raíces de sagrado y gobernante. Por supuesto, sutiles formas de disensión persisten incluso en los contextos más opresivos. , y hay creyentes que usan la palabra “Dios” donde otros usan ayuda mutua y comunidad. Pero la forma en que las iglesias encarnan estos valores, por ejemplo, estableciendo programas de asistencia para recoger los restos dejados por el desmantelamiento del estado de bienestar, generalmente alejan a la gente de plantar cara por sí mismos.

            En todos lados, las religiones tradicionales han llegado al frente como la más fiera oposición a la intrusión de capitalismo occidental. Muchos del fundamentalismo ortodoxo del llamado tercer mundo son relativamente nuevos, creciendo en el vacío dejado por los fallidos movimientos de liberación nacional seculares. Además de Irán a Afganistán, los grupos religiosos que se presentan a sí mismos como alternativas al capitalismo occidental todavía están a favor de la centralización del poder, defendiendo las antiguas jerarquías contra las nuevas.

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