domingo, 26 de agosto de 2012

Industria sexual.


Prostituirse: Podemos aprender mucho del capitalismo de esta expresión. “Poner los talentos propios al servicio de un uso que no merece la pena UNWORTHY por la búsqueda de una ganancia financiera”: ¿Quién no hace eso en nuestros días? Pero a los hombres de negocios y a los profesores no se les llama prostitutas cualesquiera que sean de poco valiosos los usos para los que emplean sus talentos, esta desgracia es proyectada hacia las mujeres y renegados de genero demasiado pobres para ser llamadas “acompañantes”. Como en el trabajo domestico, se encuentra inadecuado pedir un pago por cosas que cualquiera vende en el tiovivo de la moda: atrae demasiada luz hacia las dinámicas del trabajo en cada nivel de la sociedad. La sexualidad es sagrada, eso es, las formas que toma y los usos que se le pueden dar están estrictamente dictados por las tradiciones patriarcales. Poner los talentos propios para usos ilegítimos es atribuido a aquellos que se ven forzados a hacerlo para sobrevivir, no a aquellos que fuerzan a otros a hacerlo.
            Los que se aprovechan de la industria del sexo no son trabajadoras sexuales más que los que se aprovechan del trabajo en las minas son mineros. La mayor parte del beneficio va a los empresarios pornográficos y los proxenetas. Las leyes que son ostensiblemente desplegadas para proteger la moralidad pública y “proteger” a las mujeres principalmente sirven para controlar una de las pocas industrias en que las mujeres y otros significados por su sexualidad podrían tener una ventaja. ¿Qué dice de la moralidad publica que sea legal destrozar el medio ambiente , pero ilegal que una mujer se resista a la pobreza obteniendo dinero a cambio de sexo?
            Mientras tanto, “exitosas” trabajadoras sexuales juegan el papel de mostrar que la mejor manera de salir adelante es someterse a los caprichos sexuales de los hombres. Esto es tan cierto para Madonna, Angelina Jolie y otras que se venden como reclamo sexual como para las estrellas del porno declaradas. La idea de que el trabajo sexual puede dar poder  es una versión del mito de que el capitalismo produce democracia y libertad. Es ciertamente mucho mejor cobrar 80 euros  a la hora que 8, pero es todavía trabajo. Muchas trabajadoras del sexo “empoderadas” deben sus ganancias a la construcción patriarcal de la sexualidad que sistemáticamente quita poder a las mujeres, del mismo modo que las cooperativas propiedad de los obreros todavía se apoyan en el mercado y en la explotación inherente a el, para su supervivencia.
            La industria del sexo ofrece un instructivo microcosmos de la relación interactiva entre el desarrollo tecnológico, la alineación social y la explotación capitalista. Hace menos de cien años, el trabajo sexual permanecía en una fase de desarrollo preindustrial, consistiendo principalmente en encuentros cara a cara entre individuos. En el siglo XX, las nuevas tecnologías permitieron a los capitalistas amasar capital en la forma de películas pornográficas: podían pagar a las trabajadoras sexuales un sueldo puntual por una actuación a cambio de un producto del que podían obtener un provecho continuo. La pornografía ya era miles de años antigua, por supuesto, lo que era nuevo era la capacidad de producir simulacros sexuales realistas a gran escala. De la misma forma que las factorías cambiaron el resto de la economía, esto acelero el proceso por el cual los beneficiarios de la industria sexual acumulaban capital. Esto también dio a las compañías que producían esta pornografía una gran influencia sobre la sexualidad de millones de consumidores, no estaban solamente vendiendo gratificación sexual, sino también construyéndola.
            Los desarrollos tecnológicos subsecuentes han continuado dando forma a la sexualidad de los consumidores. En gran parte del mundo “desarrollado”, la mayoría de los encuentros sexuales de los hombres tienen lugar con maquinas, o al menos son mediados por ellas. La sexualidad moderna esta tan enfocada en lo virtual que en las relaciones de la vida real los participantes tienden a actuar según roles propagados por la industria del sexo. En este aspecto, la pornografía cosifica los  roles de genero con cientos de años de antigüedad mientras los moderniza y ajusta. Con el paso de unas pocas generaciones el abanico de prácticas sexuales reconocidas y de identidades de género se ha diversificado, pero ninguna de ellas esta más allá de la influencia del capitalismo, desde el punto de vista de un economista, es simplemente una materia de nuevos nichos de mercado abriéndose.
            Los imperativos del beneficio no solo dan forma a la construcción social de sexo y genero, también dan forma a su construcción biológica. Viagra, testosterona, píldoras anticonceptivas: el género se produce en los laboratorios de las compañías farmacéuticas no menos de lo que se hace en instituciones más antiguas como la familia. Esto vale tanto para los atletas que toman esteroides como para las personas que se hacen implantes de silicona. El genero no solo se usa para impulsar líneas de productos, es simultáneamente una identidad de consumidor, una mercancía,y un aspecto de vendernos nosotros mismos que funciona incluso fuera del puesto de trabajo.
            En este contexto, la desviación de las normas de género construidas se ha visto apropiada como fenómeno medico para confirmar que estas normas son más “naturales” que los cuerpos en los que hemos nacido. Promoviendo una narrativa en la que los transexuales son mujeres “atrapadas en un cuerpo de hombre” y viceversa las autoridades medicas y psiquiatricas implican que las categorías hombre y mujer son universales y exhaustivas. Paradójicamente, permitiendo a la gente pasar entre categorías supuestamente inmutables, cimientan la hegemonía del sistema patriarcal de dos géneros, y la exclusión de cualquiera que no puede o no quiere elegir un bando.
            Así, desde el placer a la identidad de género, el capitalismo influencia hasta los más íntimos detalles de cada aspecto de la vida. Facetas de nosotras mismas que un día se desarrollaron fuera de sus dictados, son colonizadas por el mercado hasta que solo podemos acceder a ellas a través de el: por ejemplo, el hombre que encuentra difícil masturbarse sin exponerse a la pornografía de gran consumo. Cuando la sexualidad es modelada por las fuerzas económicas y las relaciones sexuales a menudo ocurren entre participantes con diferente acceso a los recursos, puede ser difícil distinguir el trabajo sexual del sexo,  punto

No hay comentarios:

Publicar un comentario