domingo, 26 de agosto de 2012

Fuera del mercado.


En la periferia, algunos todavía sobreviven más o menos de acuerdo con las formas de vida pre-capitalistas. Algunos de ellos son pueblos indígenas luchando para mantener sus tradiciones, otra son poblaciones de excluidos que ya han sido absorbidos por la economía, masticados y vueltos a escupir. A medida que el mercado engulle más y más, aquellos que subsisten fuera de el cada vez tienen menos con lo que vivir. Desde este punto de vista privilegiado, nadie puede imaginar como era la vida cuando cualquiera lo tenía todo alrededor a su disposición.
            Hasta hace poco, la mayor parte de la raza humana todavía obtenía su sustento directamente de la tierra inmediatamente bajo sus pies. Esto les proporcionaba una red de seguridad para los malos tiempos. Ahora casi todo el mundo tiene que ir a través del mercado para conseguir las cosas que necesitamos para sobrevivir, haciendo las recesiones económicas tan peligrosas como los tsunamis o los terremotos, aunque estas sean completamente artificiales. Y mientras los desastres naturales pasan, el capitalismo persiste: las hambrunas son temporales, pero la pobreza permanece.
            Incluso hoy en día algunas partes de la vida de cada persona permanecen fuera de la lógica del beneficio y la competición: las relaciones con la familia y los amigos, por ejemplo, o la brisa fresca en un día de verano. Las mejores cosas de la vida son todavía gratis. Actividades que nos llenan de plenitud por si mismas, compartir sin mantener un registro – esto es todavía esencial para nuestra sociedad, aunque tomen la forma de deportes entre vecinos o software de código libre. Mucho de esto esta confinado en estrechos contextos sociales, ocurriendo solo entre iguales de la misma manera que los antiguos griegos practicaban la democracia entre ellos mientras poseían esclavos. Pero se dice que incluso la gente más rica, los que están más ansiosos por proteger sus privilegios, todavía prefieren relacionarse con los otros de esta manera cuando pueden. Es duro imaginarlo todo siendo tragado por la economía por muy colonizados que estemos.
            Por otro lado, aquellos que tratan de escapar del mercado raramente consiguen llegar muy lejos. Las comunas más remotas todavía tienen que poseer o alquilar terreno, pagar impuestos, y lidiar con las maneras en que los participantes retienen los valores capitalistas y el daño emocional sufrido. A largo plazo, esta forma de autonomía puede fomentar la misma clase de valores que el autoempleo. Intentando alcanzar los márgenes de la sociedad capitalista, bajo increíbles presiones e influencias provenientes de ella., los espacios autónomos tienden a presentar un modelo empobrecido de cómo debería ser otro mundo. En el peor de los casos sirve para desmoralizar a los participantes – mandando el mensaje de que su alternativa utópica esta condenada a fracasar y dando la impresión de que es culpa suya en vez de una consecuencia del poder capitalista. Los espacios que sobreviven a menudo se reconcentran en si mismos, perdiendo la esperanza de catalizar un cambio a mayor escala.
            Estos intentos de escapar han servido a veces para extender el capitalismo incluso más lejos, como es el caso de los refugiados europeos que salieron hacia el denominado Nuevo Mundo. Incluso en esos días, los desertores podían todavía cruzar la frontera y unirse a comunidades no capitalistas, y lo hicieron a menudo, luchando a su lado contra sus antiguos parientes. Hoy, las fronteras han sido empujadas hacia el mismo borde de la tierra.
Aquellos que queramos luchar contra el capitalismo lo tendremos que hacer allí donde estemos

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