El mercado recompensa las habilidades,
la brillantez y el atrevimiento – pero solo en la medida de que
produzcan beneficios.
La cualidad esencial seleccionada
naturalmente por aquellos que están en la cumbre de la pirámide es
que ellos toman decisiones sobre la base de que contribuirá a
concentrar más poder en sus propias manos. Este poder no proviene
del aire, esta constituido de las capacidades de otros y a traves de su
esfuerzo.
Traspasan todos los costes que pueden
de esta acumulación de poder – no solo a los trabajadores,
consumidores y victimas de la polución, sino también a sus esposas,
secretarias y servicio domestico. Pero no pueden evitar el hecho de
que tienen que tomar sus decisiones basadas en constricciones
económicas o , de otro modo, perder su posición de poder. Quizá
esto es autodeterminación, pero solo dentro de muy estrechos marcos
para esta autodeterminación.
Podríamos decir que el capitalismo
pone el poder en las peores manos, pero erraríamos el tiro. No es
que aquellos recompensados por la economia tiendan a ser las peores
personas, sino que – no importa lo egoístas o generosos que sean-
sus posiciones los constriñen en ciertas clases de comportamiento.
En el momento en que un ejecutivo deja de priorizar la consecución
de beneficios, él o su empresa son reemplazados por un competidor
más despiadado. Por ejemplo, en un mundo en que las decisiones
corporativas están gobernadas por la necesidad de producir buenas
cuentas trimestrales, los ejecutivos son
simplemente impotentes a la hora de tomar decisiones que pongan por
delante la ecología frente al beneficio. Pueden promover productos
ecológicos o energías renovables, pero solo como campaña de
marketing o estrategia de relaciones publicas. Autenticas decisiones
ecológicas solo pueden ser tomadas fuera de los mercados.
Así no necesitamos creer que todos
los ejecutivos son malas personas para concluir que el capitalismo en
si mismo es pernicioso. Al contrario, los defensores del libre
mercado son los que tienen que presentar argumentos basados en la
naturaleza humana. Para excusar la destructividad de la economía ,
ellos deben argumentar que ningún otro sistema social puede motivar
a los seres humanos y proveer para sus necesidades.
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