En cada línea
defectuosa de opresión, algunos de los oprimidos son comprados con privilegios
especiales en retorno a su sumisión. Los oprimidos oprimen a sus semejantes,
los opresores son siempre oprimidos por algún otro, esta es la verdadera
naturaleza de la jerarquía. En las naciones más pobres, una clase cómplice se
enriquece vendiendo barato a sus compatriotas, en los barrios más pobres, hay
confidentes de la policía, en las casas más pobres, los hombres perpetuán el
patriarcado a través de alianzas interclase.
Mientras
tanto, el conflicto entre aquellos con igual posición económica, toma miles de
formas: competición por puestos de trabajo y promociones, guerras de bandas, conflictos étnicos, guerras entre naciones
pobres por los recursos que todavía no han depredado las más poderosas. Este desacuerdo distrae la atención de la
violencia inherente a la explotación. Puede darse la impresión de que los seres
humanos son de naturaleza violenta y beligerante, ciertamente demasiado así
como para unirnos frente a nuestros explotadores, dejando a un lado establecer
una cooperativa en vez de un estilo de vida competitivo. Aunque las desigualdades
económicas están detrás de la mayoría de estas hostilidades, sin embargo muchas
de ellas parecen un subproducto de “la naturaleza humana”.
Las alianzas
verticales y los conflictos horizontales no son solo ventajosos para el
capitalismo, son su verdadera esencia.
Este sistema solo funciona porque la gente competimos unos contra otros
como nosotros mientras respetamos los privilegios de aquellos que tienen más
poder.
El capitalismo a superado a los anteriores métodos para
mantener la desigualdad es porque promueve más efectivamente luchas
horizontales y obediencias verticales. En una sociedad caracterizada por las
desigualdades, cuantas más posibilidades de movilidad tenga una persona, menos
incentivos tendrá para encontrar causas comunes con sus semejantes y muchos más
para competir contra ellos.
Significativamente,
las alianzas verticales pueden tomar formas tan inocuas como los seguidores de
un equipo deportivo o las denominaciones religiosas. ¿Quién no desea paz en la
tierra y buena voluntad entre los seres
vivos? además estas formas de unidad suavizan las desigualdades que evitan que
esta frase se convierta en realidad. De igual modo, las narraciones culturales,
como la promoción de los “valores familiares”
forjan alianzas interclase entre la gente pobre conservadora y los ricos
políticos muy interesados en fijar la rabia en cualquier otro punto. Incluso
las alianzas basadas en identidades oposicionales o marginales pueden servir para suprimir la lucha de
clases como ha demostrado el ala asimilacionista de los derechos de los
homosexuales.
Cuando los
explotados y los excluidos no se enfrentan a los ricos en las luchas de clase,
a menudo se enfrentan entre ellos. Las historias de las cazas de brujas, pogromos,
racismo, sexismo y limpieza étnica no se pueden separar de la historia del
capitalismo. A menudo estas han sido
dirigidas y creadas exactamente por las mismas presiones y frustraciones
económicas que podrían de otro modo, haber originado movimientos revolucionarios: las maldades de
los prestamistas fueron focalizadas en los judíos, de igual modo que los
hombres de negocios chinos en los barrios pobres son tenidos como responsables
de las injusticias del capitalismo. En “Patriarcado y acumulación a escala
mundial” María Mies cita a un oficial alemán, Bailiff Geiss, urgiendo a su
señor para empezar una caza de brujas:
Si solo
su excelencia tuviera la voluntad de empezar las quemas, nosotros gustosamente
procuraríamos la leña y correríamos con el resto de gastos, y su excelencia
ganaría tanto que el puente y la iglesia podrían ser reparados. Todavía más,
las ganancias serian tales que en futuro podría pagar mejor a sus sirvientes en
el futuro, porque podríamos confiscar casas enteras, particularmente las mejor
acomodadas.
Trágicamente,
es más seguro para los lacayos persuadir a sus señores para robar a otras
personas pobres, con la esperanza de que puedan recoger unas migajas, que
volverse contra sus amos. Esta es la paradoja esencial que bloquea el camino de
la resistencia anticapitalista. Si lo que yo quiero es mayor riqueza, es más
fácil expoliarla de aquellos que están peor que yo, que cogerla de aquellos que
la poseen en su mayoría. Pero si no quiero reproducir el comportamiento
capitalista una escala menor, tengo que ir tras los que están por encima de mí,
David contra Goliat.
Más fácil que revelarte contra tus opresores. Upss
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