domingo, 26 de agosto de 2012

Alianzas verticales, conflictos horizontales.

            En cada línea defectuosa de opresión, algunos de los oprimidos son comprados con privilegios especiales en retorno a su sumisión. Los oprimidos oprimen a sus semejantes, los opresores son siempre oprimidos por algún otro, esta es la verdadera naturaleza de la jerarquía. En las naciones más pobres, una clase cómplice se enriquece vendiendo barato a sus compatriotas, en los barrios más pobres, hay confidentes de la policía, en las casas más pobres, los hombres perpetuán el patriarcado a través de alianzas interclase.
            Mientras tanto, el conflicto entre aquellos con igual posición económica, toma miles de formas: competición por puestos de trabajo y promociones, guerras de bandas,  conflictos étnicos, guerras entre naciones pobres por los recursos que todavía no han depredado las más poderosas.  Este desacuerdo distrae la atención de la violencia inherente a la explotación. Puede darse la impresión de que los seres humanos son de naturaleza violenta y beligerante, ciertamente demasiado así como para unirnos frente a nuestros explotadores, dejando a un lado establecer una cooperativa en vez de un estilo de vida competitivo. Aunque las desigualdades económicas están detrás de la mayoría de estas hostilidades, sin embargo muchas de ellas parecen un subproducto de “la naturaleza humana”.
            Las alianzas verticales y los conflictos horizontales no son solo ventajosos para el capitalismo, son su verdadera esencia.  Este sistema solo funciona porque la gente competimos unos contra otros como nosotros mientras respetamos los privilegios de aquellos que tienen más poder.
El capitalismo a superado a los anteriores métodos para mantener la desigualdad es porque promueve más efectivamente luchas horizontales y obediencias verticales. En una sociedad caracterizada por las desigualdades, cuantas más posibilidades de movilidad tenga una persona, menos incentivos tendrá para encontrar causas comunes con sus semejantes y muchos más para competir contra ellos.
            Significativamente, las alianzas verticales pueden tomar formas tan inocuas como los seguidores de un equipo deportivo o las denominaciones religiosas. ¿Quién no desea paz en la tierra  y buena voluntad entre los seres vivos? además estas formas de unidad suavizan las desigualdades que evitan que esta frase se convierta en realidad. De igual modo, las narraciones culturales, como la promoción de los “valores familiares”  forjan alianzas interclase entre la gente pobre conservadora y los ricos políticos muy interesados en fijar la rabia en cualquier otro punto. Incluso las alianzas basadas en identidades oposicionales o marginales  pueden servir para suprimir la lucha de clases como ha demostrado el ala asimilacionista de los derechos de los homosexuales.
            Cuando los explotados y los excluidos no se enfrentan a los ricos en las luchas de clase, a menudo se enfrentan entre ellos. Las historias de las cazas de brujas, pogromos, racismo, sexismo y limpieza étnica no se pueden separar de la historia del capitalismo.  A menudo estas han sido dirigidas y creadas exactamente por las mismas presiones y frustraciones económicas que podrían de otro modo, haber originado  movimientos revolucionarios: las maldades de los prestamistas fueron focalizadas en los judíos, de igual modo que los hombres de negocios chinos en los barrios pobres son tenidos como responsables de las injusticias del capitalismo. En “Patriarcado y acumulación a escala mundial” María Mies cita a un oficial alemán, Bailiff Geiss, urgiendo a su señor para empezar una caza de brujas:

            Si solo su excelencia tuviera la voluntad de empezar las quemas, nosotros gustosamente procuraríamos la leña y correríamos con el resto de gastos, y su excelencia ganaría tanto que el puente y la iglesia podrían ser reparados. Todavía más, las ganancias serian tales que en futuro podría pagar mejor a sus sirvientes en el futuro, porque podríamos confiscar casas enteras, particularmente las mejor acomodadas.

            Trágicamente, es más seguro para los lacayos persuadir a sus señores para robar a otras personas pobres, con la esperanza de que puedan recoger unas migajas, que volverse contra sus amos. Esta es la paradoja esencial que bloquea el camino de la resistencia anticapitalista. Si lo que yo quiero es mayor riqueza, es más fácil expoliarla de aquellos que están peor que yo, que cogerla de aquellos que la poseen en su mayoría. Pero si no quiero reproducir el comportamiento capitalista una escala menor, tengo que ir tras los que están por encima de mí, David contra Goliat.



Más fácil que revelarte contra tus opresores. Upss

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