“Autónomos” describe un amplio
campo de ocupaciones – desde tutores y niñeras a propietarios de
tiendas de toda la vida, desde vendedores de flores en una esquina a
los artistas exitosos de la “clase creativa”. El auto empleo se
asocia con la libertad personal; pero manejar tu propio negocio
generalmente genera más demandas sobre tu tiempo que trabajar para
una empresa, y no necesariamente en un nivel comparable.
Si el problema del capitalismo es que
los jefes no pagan a sus obreros el valor completo de su labor, el
auto empleo parece una solución: si todo el mundo trabajara para si
mismo, ¿no significaría que nadie podría ser explotado? Pero la
explotación no es solo tener un jefe – es el resultado de la
desigual distribución del capital. Si todo lo que tenemos
como capital es un puesto de helados, no vamos a acumular beneficios
al mismo nivel que el casero que posee el edificio donde vivimos,
incluso si los dos somos propietarios en exclusiva. Las pautas que
concentran el capital en cada vez menos manos funcionan tan
fácilmente entre negocios como dentro de ellos.
Así autoempleo no es lo mismo que
autodeterminación. El autoempleo nos da más obligaciones sin ofrecernos
más libertad: manejamos nuestros propios asuntos, pero solo en los
términos del mercado. Ser autónomo simplemente significa organizar
nosotras mismas la venta de nuestro trabajo y asumir personalmente el
riesgo de la competición. Imaginemos cuantas compañías han hecho
su buen dinero vendiendo mercancías y servicios a emprendedores que
rápidamente se quedan fuera del mercado y vuelven al trabajo
asalariado.
Como un magnate en miniatura, el
autónomo sobrevive y adquiere recursos con el preciso objetivo de
hacer beneficios. Así a de internalizar la lógica del mercado más
que el trabajador por cuenta ajena, metiéndose hasta el fondo de sus
presiones y valores. El emprendedor aprende a examinar todo, desde su
tiempo a su relaciones personales, en términos de valor de mercado.
Se mira a si mismo como una empresa maderera mira un bosque. Cada
emprendedor es a la vez jefe y subordinado, su psique se separa entre
las facetas capitalista y explotada. Al final, es más efectivo para
los trabajadores supervisar su propia integración en el mercado que
para las corporaciones o gobiernos imponérselo.
De acuerdo con esto, hoy en día
estamos viendo un cambio desde el paradigma trabajador-como-empleado
al de trabajador-como-emprendedor: en vez de solo obedecer
instrucciones y llevarte a casa la paga, incluso los trabajadores que
no están autoempleados son animados a invertirse a si mismos de la
misma manera. Profesores progresistas tratan de convertir a sus
alumnos en “aprendices activos” en vez de solo adoctrinarlos,
comandantes que delegan la toma de decisiones tácticas a unidades
individuales cuyo entrenamiento enfatiza “la disposición al
combate” sobre la voluntad de obedecer ordenes. A medida que el
trabajo se hace más precario, la experiencia laboral se convierte en
una inversión dirigida a asegurar un empleo futuro – el currículo
se convierte en tan importante como el sueldo. Los últimos autónomos
artesanos están desapareciendo, pero el emprendedor será el
ciudadano modelo de un mundo que todavía se esta construyendo. La
vieja narrativa pasada de moda sobre independencia y autosuficiencia
es absurda cuando ambas se han vuelto imposibles: en vez de cultivar
la independencia, el foco del moderno autoempleo es incorporar sin problemas a cada
individuo a la economía.
A pesar de esta evolución, algunos
todavía consideran que a los pequeños negocios de propietarios
locales una alternativa al capitalismo corporativo. Es ingenuo
imaginar que los pequeños negocios son de alguna manera más
responsables con sus comunidades: las aventuras de
negocios de todas clases tienen éxito o fracasan de acuerdo con su
capacidad para extraer beneficio de sus comunidades. Los
pequeños negocios pueden ganar consumidores leales siendo un poco
menos depredadores, pero solo en la medida de que esto triunfe como
publicidad y solo en la medida que pueda
como consumidores podamos permitirnos
pagar un poco más por ese lujo. En el mundo de los negocios la
“responsabilidad social” es o una estrategia de marketing o un impedimento. La dicotomía entre negocios locales y multinacionales solo
sirve para redirigir a aquellos frustrados por el capitalismo a
apoyar a otro capitalismo a menos escala, legitimando negocios que o
acabaran acumulando capital a expensas de la gente o serán
reemplazados por otros competidores sin piedad.
Han existido incontables sociedades
que no creían en la propiedad privada del capital, pero ningún
historiador ha documentado nunca una sociedad en la que el capital
fuera honestamente distribuido entre una población de hombres de
negocios autoempleados. Una cosa así solo puede durar hasta que
algunos de ellos empezaran a aprovecharse de los demás. Confiar en
los pequeños negocios para resolver los problemas generados por el
capitalismo es menos realista que intentar provocar el fin del
capitalismo en si mismo.
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