Hace dos siglos la mayoría de los trabajadores se empleaban
extrayendo recursos directamente de la tierra – cultivando, pescando y en la
minería. La revolución industrial desvió mucha de esta mano de obra hacia la
manufactura. Desde entonces, el progreso tecnológico a disminuido
constantemente la necesidad de mano de obra tanto en la agricultura como en la
manufacturación, mientras muchas factorías se han deslocalizado a países con
una fuerza de trabajo más barata. Así que hoy en día la mayoría de los
trabajadores crean servicios en vez de bienes materiales.
La estandarización
y automatización que Ford trajo a las fábricas, apareció en el sector servicios
una generación más tarde. Franquicias corporativas como El Corte Ingles o McDonald´s
industrializaron la parte que le correspondía al consumidor en el mercado,
transformando el espacio social con marcas y publicidad producidas masivamente;
mientras tanto los servicios de atención al cliente introdujeron el modelo de
cadena de montaje dentro de los servicios personales. Los pequeños negocios que
proveían los mismos mercados que estos gigantes, simplemente no pudieron
competir. La siguiente generación de pequeños comercios se tuvo que enfocar en
proveer lujos especializados en vez de elementos básicos: tiendas de productos
ecológicos, boutiques vintage, o salas de entretenimiento underground. Esto
corresponde con la diversificación de los vienes de consumo en el periodo
posterior a las crisis de los años setenta; justo como los modelos de
producción se deslizaron desde el artesano a las factorías y de estas a las
maquiladoras, el consumo se deslizo de las tiendas de toda la vida a las
cadenas corporativas suplementadas por las tiendas especializadas.
Hoy el
sector servicios incluye un amplio abanico de ocupaciones. En un extremos están
los trabajos de cuello blanco, como las ventas y la programación que tienen
mucho que ver con la dirección que con las tradicionales actividades de los
explotados. En el otro extremo están los restaurantes de comida rápida y los
servicios telefónicos de atención al cliente, que solo se diferencian de las factorías
en que no acumulan nada no importa lo duro que trabajen sus empleados.
Estos
extremos están empezando a parecerse entre ellos. Trabajos de alta calidad como
la enseñanza cada día están más sujetos a la estandarización corporativa, que
reemplazan las habilidades individuales tradicionalmente asociadas a los
profesionales por procedimientos y protocolos impersonales que cualquiera puede
seguir. Mientras tanto, industrias como la restauración demandan cada vez más
la apariencia de la especialización – tenemos que ser planchistas, baristas o
especialistas en bocadillos solo para poder obtener un trabajo a tiempo
parcial. A través de todo el sector servicios, el capitalismo nos pide la misma
cosa: conformidad flexible. Ya no hay
más sitio para el:”soy nueva aquí” que para el “se como hacer mi maldito
trabajo”.
El progreso
tecnológico reemplaza los servicios con mercancías de la misma manera que reemplaza
los trabajos manufactureros por maquinas. Hace unas pocas generaciones los
ricos contrataban criadas para lavar sus platos, pero ahora todas las mansiones
están equipadas de lavavajillas mecánicos. Así mientras las innovaciones que
ahorran trabajo han desplazado el grueso de la economía hacia el sector
servicios, los trabajos de servicio que permanecen son los únicos que no se han
podido reconvertir en mercancías – o en los que los trabajadores se pueden
comprar más baratos que las maquinas.
Consecuentemente,
la transición de la economía de producción a la economía de servicios
corresponde con la entrada de más mujeres en el mercado de trabajo. Las mujeres
han recibido tradicionalmente salarios más bajos, así pues pueden competir
mejor contra las maquinas por los trabajos. Hay partes en el mundo donde el
sector manufacturero, dominado por hombres, ha sido casi completamente
reemplazado por el sector servicios, dominado por mujeres. Aquí, el cambio de
ingresos simples a ingresos dobles en los hogares ha ayudado a enmascarar el
descenso general en los sueldos.
Pero, ¿Por
qué entran más trabajadores en la economía justo cuando los trabajos de
producción están siendo eliminados? Y ¿Cómo pueden los capitalistas
aprovecharse de un trabajo que no produce nada?
No nos
dejemos engañar por nuestra propia experiencia: se produce al menos tanto
dinero con los procesos manufactureros como hace cincuenta o cien años. La
diferencia es que la tecnología nos ha convertido a la mayoría de nosotros en
obsoletos. Desde que menos trabajadores son necesarios para producir los bienes
materiales, más gente acaba buscando trabajo y esto hace que los salarios
bajen. Cuando los salarios son bajos, es más barato para los capitalistas
contratar trabajadores que lo único que hacen es publicitar los productos, y
como sus competidores pueden hacer lo mismo, tienen que hacerlo así para seguir
siendo competitivos. Esto no se aplica solo para los comerciales de ventas,
sino también para la cara sonriente en la zapatería, la voz amistosa en la línea
de soporte técnico de la tecnología, el personal servicial del destino turístico
o el traficante de papeles en las
oficinas de los mejores negocios.
Esto
explica porque tanto de la industria de servicios esta enfocada en crear
ambientes que conduzcan al consumo: hoteles, cafés, restaurantes, casinos,
marketing y publicidad. El servicio al consumidor se esta convirtiendo en más
importante para la economía que las mercancías; las corporaciones no solo
venden cosas, sino también atención,
hospitalidad, empatia, asistencia, interacción.
– cualquier cosa que solía ser una parte gratis de la vida social. La
industria de servicios es la fina capa de carne viva estirada para cubrir la
maquinaria de hierro de la economía, alimentando los motores del deseo que la
conducen.
Si el
capitalismo fuera una simple manera de cubrir nuestras necesidades, no tendría
sentido que la gente trabaje más duramente ahora cuando menos labor es
necesaria para la producción. Pero el capitalismo no es solo una manera de
cubrir nuestras necesidades: es un sistema social basado en las relaciones
alienadas. Así como la economía distribuye el acceso a los recursos de acuerdo
con la riqueza, los avances en la tecnología manufacturera simplemente forzaran
a los trabajadores a buscar otros medios para ganarse la vida. La maquina ya no
nos necesita, pero todavía nos necesita para seguir trabajando.
Afortunadamente
para los capitalistas, organizarse contra el trabajo en el sector servicios es
incluso más difícil de lo que lo era en la factoría. Como los trabajadores de
las maquiladoras, los obreros de los servicios están extendidos por miles de
puestos de trabajo individuales con pocas oportunidades para forjar lazos o
conspirar juntos, y los actos de resistencia pueden ser fácilmente suprimidos o
escondidos. Además, cuando empleados y empleo tienden ambos a ser provisionales,
los trabajadores tienen poco poder o incentivo para resistir.
Otros
obstáculos aparecen desde el interior. A pesar de la manera en que los empleos
de servicios se parecen unos a otros, muchos trabajadores del sector no se ven
a si mismos como parte de la clase explotada. Porque su trabajo incluye a
menudo funciones de dirección, es más fácil para ellos identificarse con la
perspectiva de la dirección sin importar si les gustan sus jefes reales. De
alguna manera, identificarse con el trabajo siempre a sido parte de la
industria de servicios: Hola, me llamo Agustín y voy a ser su camarero esta
noche. Mejorando los salarios con las propinas, por ejemplo, es una manera de
convertir a los trabajadores en diminutos emprendedores que se han de vender a
si mismos directamente a los clientes. En el impredecible y competitivo mercado
actual, incluso los trabajadores eventuales han de verse a si mismos como un
tipo de emprendedores.
Los
trabajadores de servicios que se niegan a identificarse con sus trabajos a
menudo lo hacen en nombre de su “verdadera vocación” que persiguen fuera de sus
horas de trabajo con el mismo espíritu de iniciativa. Como el arte, la
aventura, y la vida social están todos absorbidos dentro de la lógica de la
inversión productiva, resulta fácil ver nuestro tiempo de trabajo como un
capital desembolsado que nos permite perseguir nuestros sueños fuera del reloj,
como el dueño de un negocio pagando alquiler por su franquicia confiando en un
éxito futuro. La naturaleza temporal y flexible del empleo en servicios
refuerza esta actitud; si el tiempo libre adicional es “más valioso” que las
horas extras, tenemos la libertad de trabajar menos, y si no podemos intentar
hacer todas las horas posibles. De esta manera la mentalidad del autoempleo se
extiende a individuos que de otra manera nos enfrentaríamos al trabajo en si
mismo.
Visto con
esta luz, las victorias de los pequeños negocios especializados contra los gigantes
corporativos en la industria de servicios parecen indicar una nueva fase en la
absorción económica del individuo. La innovación especial de las nuevas
boutiques es que, en contraste con El Corte Ingles o McDonald´s, son sus únicas
e irreductibles cualidades lo que venden. Las singularidades y secretos
personales del trabajador, el único territorio fuera del alcance del mercado
previamente, se transforman en mercancías para ser vendidas como cualquier
otra. De este modo, la industria de servicios representa la cabeza visible en la total colonización de nuestras vidas
sociales.
Desde que tenia cuatro años se que
quería ser dibujante. Después de ver los dibujos animados pensaba que acabaría
trabajando para Disney u otro gran conglomerado de medios. Seria más rica que
mi padre y que el suyo antes que él,- no necesariamente famosa u otra cosa,
pero si suficientemente exitosa.
Me mantuve con esta idea durante
bastante tiempo. No comprendí hasta que estuve bien metida en mi carrera en el
sector servicios que mi pequeño sueño americano no seria ya posible para cuando
fuera lo bastante vieja como para poderlo haber hecho realidad. Los avances tecnológicos
y el trabajo en las maquiladoras habían acabado con el papel central del
dibujante en la producción de series animadas. Así que como me gusta el café
acabe trabajando en una cafetería, y como mi grupo necesitaba carteles, acabe
aprendiendo por mi cuenta diseño grafico. Y así es como aun me gano la vida.
Me han despedido de muchos trabajos,
Leroy Merlin, Harvey & Nichols, Eroski, algunos lugares pijos y un montón
de cafeterías. Normalmente digo a mis jefes que deje mi anterior empleo para
viajar o por una aventura de negocios – ser una diseñadora grafica por cuenta
propia es una buena excusa, y a los jefes les encanta cuando eres una
emprendedora automotivada. Después de un tiempo comprendí que 6 ó 7 euros la
hora solo iban a cambiar con la inflación. Pero a pesar de tener algún talento
y conocimientos para hablar de tipografía y composición, no tengo ni idea de
cómo competir en el mundo real del diseño, así que no creo que consiga escapar
del sector servicios en un futuro próximo.
En algún momento me resigne a esto y
busque otros medios para mejorar mis ingresos. Como los sindicatos no se
preocupaban mucho de nosotras – especialmente en los cafés independientes- tenemos
que desarrollar nuestros propios medios para defender nuestros intereses. Empecé
con pequeños robos y sabotajes en el trabajo, unido a ir conciertos punks y
protestas contra la globalización y la guerra. Disfrutaba de los
enfrentamientos con la policía y el sentimiento de reforzarnos colectivamente –
pero no conseguía imaginar como trasladar esto a mi puesto de trabajo, que era
todavía el sitio donde pasaba más tiempo.
En el siguiente café en el que
trabaje, nos dimos cuenta de que las reuniones mensuales con los jefes eran
puramente simbólicas, así que propusimos nuestras propias reuniones. Aparecimos
ocho de las doce camareras.. Mientras disfrutábamos del vino distraído de
nuestro trabajo, acabamos hablando de lo que nos gustaba y lo que odiábamos de
nuestro particular lugar de trabajo. Concluimos que, como el vino, todo lo que
nos gustaba provenía de nuestra propia iniciativa, no de los jefes. Y que todo
lo que odiábamos: los recientes medidas drásticas contra nosotras,, los cambios
en los turnos y su organización, el estilo de supervisión,, podía ser manejado
con la solidaridad adecuada.
Decidimos hacer que trabajar allí
mereciera la pena. Muchos de nosotras contactamos con nuestras amigas, pero queríamos
conectar con otra gente trabajando en la misma situación y formalizar la red de
trabajadoras conectadas del sector
servicios. También queríamos que nos pagaran más, decidimos que las trabajadoras
de cada turno dijeran cuanto necesitaban para cubrir sus necesidades, hicimos
las cuentas, y conseguimos que sus propinas llegaran a ese mínimo, poniendo el
dinero de algunas cuentas en la jarra de las propinas, en vez de la caja
registradora. Decidimos que todas merecíamos comer, como nuestros turnos interferían
con los tiempos de comida, cogiamos dinero de la caja para comprar comida. En
resumidas cuentas, nos pusimos de acuerdo para tratar la cafetería como nuestro
dominio privado, e iniciar a nuestras nuevas compañeras de trabajo en esta
sociedad secreta.
Transformamos el café bajo las
narices de nuestros jefes, y durante un par de años la vida fue un poco más
soportable. Eventualmente, de algún modo, alguien hablo con la persona
equivocada. Cuando me despidieron, nos reunimos para ver que hacer. Alguien
sugirió ir a la huelga, todas nos reímos desesperadamente. Todas nosotras entendíamos
la lógica de la huelga, pero nuestra condición era ya extremadamente precaria.
Imaginamos que había un ejercito de buenos trabajadores doloridos listos para
ser manejados por nuestros estupidos jefes – trabajadores que pensaban que
robar esta mal y que no se preocupaban de luchar por sus derechos porque, de
cualquier modo, “solo tenían planeado estar allí por un corto periodo de
tiempo”.
Así que perdimos ese asalto.
Eventualmente los jefes consiguieron cuadrar sus cuentas; incluso tuvieron
éxito en producir unas pocas “camareras profesionales” cuyo mayor deseo era
convertirse en las empleadas del mes.
Si nada más, al menos conseguí unas
cuantas buenas amistades. Una compañera a la que inicie en el juego, se
convirtió en mi amiga intima, y juntas conspiramos para seguir luchando en la
industria de servicios. Compartimos un apartamento, íbamos a espectáculos y
fiestas, pintábamos grafittis en la ciudad e incluso fuimos a unas pocas
manifestaciones.
Nuestra red de amigas le ayudo a
encontrar un trabajo similar en un restaurante libre de gluten de una ciudad
cercana. De cualquier modo se vio cada vez más envuelta en subculturas
radicales y acabo dejando el curro y echándose a la carretera. Yo ya había
viajado lo mío y todo lo que pude pensar fue en seguir la lucha a través de la
cual nos habíamos conocido. – no me malinterpretéis, yo estaba feliz por ella.
Sabia que seguiría luchando, también, aunque ambas estuviéramos todavía
perdiendo, seguíamos pensando como podíamos hacer para cambiar las cosas.
Pensando sobre ello ahora, me parece emblemático un fenómeno común: tan pronto
como alguien esta preparada para luchar contra sus condiciones, pasamos a otra
posición, unas por la fuerza, como yo, otras por elección, como ella.
Como si el destino lo quisiera,
después de que ella se fuera, nuestras amigas se las arreglaron para
conseguirme el mismo puesto. Lo que es más, las compañeras de trabajo que ella
dejo estaban en el mismo rollo que yo.
De vuelta a la mesa de dibujo. Éramos
cinco. Todas habíamos estado trabajando en la industria por años, la mayoría
nos estábamos acercando a los treinta y todas habíamos llegado a la misma
conclusión. Empezamos a robar lo que podíamos y a buscar los puntos débiles.
Una de nosotras se dio cuenta de que
había un pequeño recobeco cerca de donde hacíamos los zumos, convenientemente
fuera de la vista de las cámaras de seguridad, en vez de tirar las sobras al
compost, empezamos a dejarlas ahí. Dos de nuestras compañeras se dieron cuenta
de que independientemente las dos habían empezado a mear en un agujero en el
suelo de los vestuarios, no se nos permitia usar los baños de los clientes, quizá
fue una coincidencia, pero al final una parte del suelo se hundió. ¡Mea en el
agujero! Se convirtió en nuestro himno colectivo para la guerra que íbamos a
empezar contra nuestros jefes.
No seria fácil. Este negocio
empleaba un marco de aparatos de control más complejo que cualquier otro sitio
en el que hubiéramos trabajado antes. Había cinco encargados, dos de turno al
mismo tiempo. El jefe estaba siempre acechando en algún lugar, y si no estaba
por los alrededores, estaba viéndonos a través de las cámaras de seguridad
desde su iPhone. Se hacia caja cada turno, y si faltaba algo lo cogian de
nuestras propinas. Cuando aprendíamos como contar el dinero en el mostrador,
los encargados imponían su lógica llamándolo “tu” mostrador y hablando sobre lo
mucho que “tu” debías a la empresa.
Incluso cuando no estábamos
trabajando, ellos trataban de controlar cualquier cosa que hiciéramos. En mi
anterior cafetería habían hecho lo mismo mandándonos a competiciones y animándonos
a aumentar nuestros conocimientos sobre el espresso, pero esto era peor. Cuando
hablábamos con los jefes teníamos que usar expresiones como “sinergia””producto
excelente””atmósfera profesional”. Presentar nuestro currículo una vez no era
suficiente, teníamos que ser nuestro personaje todo el tiempo. Pero la gota que
desbordo el vaso fue cuando nos hicieron usar Internet para auto manejar
nuestros propios turnos.
Esto suena bien en principio
¿verdad?. De hecho, ya decidíamos nuestros turnos juntas, aunque nos ponían
pegas cuando los presentábamos. Pero hacerlo desde Internet era bastante más
insidioso de cómo suena.
Imaginemos lo que ello significa
para las trabajadoras que no tienen su propio acceso a Internet. Ahora muchas
empleadas tenían que ir a la biblioteca solo para asegurararse de que no les habían
cambiado el turno esa noche. No era suficiente tener que pedir un día libre con
dos meses de antelación, ahora lo tenías que hacer online. Y además de
organizar los turnos, la página también almacenaba videos de entrenamiento y
anuncios de la cafetería. Nos pagaban el mismo sueldo, sin propinas, por
producir para ellos estos videos, herramientas permanentes con las que podían
producir más camareras y beneficios en el futuro. Podíamos perder nuestros
trabajos, pero los videos que habíamos hecho seguirían ganando dinero para
ellos indefinidamente.
Además, ahora ya no teníamos excusa
para no conocer todo sobre cada cosa que vendíamos, estaba todo en la web. Más todavía,
los jefes esperaban de nosotras que creáramos avatares y perfiles para poder
usar la pagina como si fuera un facebook de los esclavos del sueldo.
Hablábamos sin fin sobre ello, dando
rienda suelta a nuestra frustración y
tratando de encontrar la mejor manera de contraatacar. Si nuestro trabajo
controlaba cada parte de nuestras vidas ¿Por qué no tenia que hacerlo nuestra
resistencia? Hicimos unas cuantas amigas más en el trabajo y nos juntábamos
para tomar algo y nos susurrábamos durante las pausas para fumar. Estábamos
empezando a experimentar un sentimiento de camaradería, a tomarnos en serio a
nosotras mismas. Un par de nosotras habían leído sobre uniones de obreros
luchando contra los rompehuelgas en la década de los treinta, quizá la
formación del viejo movimiento obrero había sido algo así.
Finalmente, hicimos un plan. Pediríamos
anónimamente a los jefes la clausura de la pagina y la desconexión de las cámaras
o si no iríamos a la huelga el día X. Sabiendo que muchas de nuestras
compañeras nos apoyarían en la primera de las demandas pero que nuestros jefes
nunca aceptarían la segunda, planeamos una huelga que iría más allá de lo habitual.
Habíamos aprendido ya una valiosa lección
de un compañero que había actuado individualmente sin confianza en una ganancia
personal. Un sábado por la noche el cocinero principal simplemente se fue, el
jefe se volvió loco tratando de cubrir su puesto y la empresa perdió miles de
euros. Imaginamos que si la maquina de las tarjetas de crédito se rompía tendría
un efecto similar.
Si la huelga detiene la producción,
el sabotaje es también una clase de huelga. Teníamos esta hipótesis porque lo
que producíamos era sobre todo una atmósfera – un ambiente de cuidado,
profesionalismo y excelencia – podíamos interrumpir estos elementos de nuestro
trabajo. Cuando los trabajadores de una factoría van a una huelga, se niegan a
tirar de las palancas, mover grúas o trabajar en la línea de montaje, nosotras
nos negaríamos a cumplir con nuestro rol de servicio.
También imaginamos que nuestras
demandas se podían conseguir inmediatamente incluso si nuestros jefes no
estaban de acuerdo. Las cámaras de seguridad estaban todas conectadas a través
de una red computerizada, así es como el jefe las podía ver desde su iPhone.
Contactamos con algunas amigas que sabían algo sobre pirateo y se ofrecieron
para bloquear las cámaras mientras durara la huelga.
La huelga en si misma iba a depender
de una minoría tomando un papel activo, con la mayoría de los empleados
guardando silencio sobre lo que estaban viendo. Nuestro plan era continuar
trabajando pero haciéndolo todo mal. Nos equivocaríamos de mesa. Cuando los
clientes preguntaran que pasaba simplemente responderíamos: “He estado
realmente deprimida desde que mi amiga tuvo la sobredosis”.Finalmente unas
pocas de nosotras íbamos a tener accidentes: un corte en la mano cortando fruta
por aquí, una caída por las escaleras por allá. Nuestro plan era hacer que todo
dejara de funcionar, incluidas nosotras. Les costaríamos la recaudación de toda
la noche y arruinaríamos su reputación.
¿Esperábamos ganar? Es difícil de
decir.¿que significa ganar de todos modos? Si solo quisiéramos mejorar nuestras
condiciones de trabajo, podíamos haber vuelto a rellenar cuestionarios para
solicitar trabajo. No, queríamos algo distinto – queríamos sentar un precedente
para defendernos por nosotras mismas. Incluso si nuestra huelga fallaba y
nuestras demandas no se conseguían, podría haber sido un primer paso para
construir un sector servicios insurgente. Por si mismas, huelgas como la
nuestra no traen cambios específicos, pero imaginábamos que se podía añadir a
algo mucho más grande. Si podíamos hacer el restaurante incontrolable ¿Qué más podríamos
hacer?
NOSOTRAS LAVAMOS
VUESTROS PLATOS Y ODIAMOS VUESTRAS TRIPAS.
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