domingo, 26 de agosto de 2012

Industria de servicios.


Hace dos siglos la mayoría de los trabajadores se empleaban extrayendo recursos directamente de la tierra – cultivando, pescando y en la minería. La revolución industrial desvió mucha de esta mano de obra hacia la manufactura. Desde entonces, el progreso tecnológico a disminuido constantemente la necesidad de mano de obra tanto en la agricultura como en la manufacturación, mientras muchas factorías se han deslocalizado a países con una fuerza de trabajo más barata. Así que hoy en día la mayoría de los trabajadores crean servicios en vez de bienes materiales.
            La estandarización y automatización que Ford trajo a las fábricas, apareció en el sector servicios una generación más tarde. Franquicias corporativas como El Corte Ingles o McDonald´s industrializaron la parte que le correspondía al consumidor en el mercado, transformando el espacio social con marcas y publicidad producidas masivamente; mientras tanto los servicios de atención al cliente introdujeron el modelo de cadena de montaje dentro de los servicios personales. Los pequeños negocios que proveían los mismos mercados que estos gigantes, simplemente no pudieron competir. La siguiente generación de pequeños comercios se tuvo que enfocar en proveer lujos especializados en vez de elementos básicos: tiendas de productos ecológicos, boutiques vintage, o salas de entretenimiento underground. Esto corresponde con la diversificación de los vienes de consumo en el periodo posterior a las crisis de los años setenta; justo como los modelos de producción se deslizaron desde el artesano a las factorías y de estas a las maquiladoras, el consumo se deslizo de las tiendas de toda la vida a las cadenas corporativas suplementadas por las tiendas especializadas.
            Hoy el sector servicios incluye un amplio abanico de ocupaciones. En un extremos están los trabajos de cuello blanco, como las ventas y la programación que tienen mucho que ver con la dirección que con las tradicionales actividades de los explotados. En el otro extremo están los restaurantes de comida rápida y los servicios telefónicos de atención al cliente, que solo se diferencian de las factorías en que no acumulan nada no importa lo duro que trabajen sus empleados.
            Estos extremos están empezando a parecerse entre ellos. Trabajos de alta calidad como la enseñanza cada día están más sujetos a la estandarización corporativa, que reemplazan las habilidades individuales tradicionalmente asociadas a los profesionales por procedimientos y protocolos impersonales que cualquiera puede seguir. Mientras tanto, industrias como la restauración demandan cada vez más la apariencia de la especialización – tenemos que ser planchistas, baristas o especialistas en bocadillos solo para poder obtener un trabajo a tiempo parcial. A través de todo el sector servicios, el capitalismo nos pide la misma cosa: conformidad flexible. Ya no hay más sitio para el:”soy nueva aquí” que para el “se como hacer mi maldito trabajo”.
            El progreso tecnológico reemplaza los servicios con mercancías de la misma manera que reemplaza los trabajos manufactureros por maquinas. Hace unas pocas generaciones los ricos contrataban criadas para lavar sus platos, pero ahora todas las mansiones están equipadas de lavavajillas mecánicos. Así mientras las innovaciones que ahorran trabajo han desplazado el grueso de la economía hacia el sector servicios, los trabajos de servicio que permanecen son los únicos que no se han podido reconvertir en mercancías – o en los que los trabajadores se pueden comprar más baratos que las maquinas.
            Consecuentemente, la transición de la economía de producción a la economía de servicios corresponde con la entrada de más mujeres en el mercado de trabajo. Las mujeres han recibido tradicionalmente salarios más bajos, así pues pueden competir mejor contra las maquinas por los trabajos. Hay partes en el mundo donde el sector manufacturero, dominado por hombres, ha sido casi completamente reemplazado por el sector servicios, dominado por mujeres. Aquí, el cambio de ingresos simples a ingresos dobles en los hogares ha ayudado a enmascarar el descenso general en los sueldos.
            Pero, ¿Por qué entran más trabajadores en la economía justo cuando los trabajos de producción están siendo eliminados? Y ¿Cómo pueden los capitalistas aprovecharse de un trabajo que no produce nada?
            No nos dejemos engañar por nuestra propia experiencia: se produce al menos tanto dinero con los procesos manufactureros como hace cincuenta o cien años. La diferencia es que la tecnología nos ha convertido a la mayoría de nosotros en obsoletos. Desde que menos trabajadores son necesarios para producir los bienes materiales, más gente acaba buscando trabajo y esto hace que los salarios bajen. Cuando los salarios son bajos, es más barato para los capitalistas contratar trabajadores que lo único que hacen es publicitar los productos, y como sus competidores pueden hacer lo mismo, tienen que hacerlo así para seguir siendo competitivos. Esto no se aplica solo para los comerciales de ventas, sino también para la cara sonriente en la zapatería, la voz amistosa en la línea de soporte técnico de la tecnología, el personal servicial del destino turístico o el traficante de papeles  en las oficinas de los mejores negocios.
            Esto explica porque tanto de la industria de servicios esta enfocada en crear ambientes que conduzcan al consumo: hoteles, cafés, restaurantes, casinos, marketing y publicidad. El servicio al consumidor se esta convirtiendo en más importante para la economía que las mercancías; las corporaciones no solo venden cosas, sino también atención, hospitalidad, empatia, asistencia, interacción. – cualquier cosa que solía ser una parte gratis de la vida social. La industria de servicios es la fina capa de carne viva estirada para cubrir la maquinaria de hierro de la economía, alimentando los motores del deseo que la conducen.
            Si el capitalismo fuera una simple manera de cubrir nuestras necesidades, no tendría sentido que la gente trabaje más duramente ahora cuando menos labor es necesaria para la producción. Pero el capitalismo no es solo una manera de cubrir nuestras necesidades: es un sistema social basado en las relaciones alienadas. Así como la economía distribuye el acceso a los recursos de acuerdo con la riqueza, los avances en la tecnología manufacturera simplemente forzaran a los trabajadores a buscar otros medios para ganarse la vida. La maquina ya no nos necesita, pero todavía nos necesita para seguir trabajando.
            Afortunadamente para los capitalistas, organizarse contra el trabajo en el sector servicios es incluso más difícil de lo que lo era en la factoría. Como los trabajadores de las maquiladoras, los obreros de los servicios están extendidos por miles de puestos de trabajo individuales con pocas oportunidades para forjar lazos o conspirar juntos, y los actos de resistencia pueden ser fácilmente suprimidos o escondidos. Además, cuando empleados y empleo tienden ambos a ser provisionales, los trabajadores tienen poco poder o incentivo para resistir.
            Otros obstáculos aparecen desde el interior. A pesar de la manera en que los empleos de servicios se parecen unos a otros, muchos trabajadores del sector no se ven a si mismos como parte de la clase explotada. Porque su trabajo incluye a menudo funciones de dirección, es más fácil para ellos identificarse con la perspectiva de la dirección sin importar si les gustan sus jefes reales. De alguna manera, identificarse con el trabajo siempre a sido parte de la industria de servicios: Hola, me llamo Agustín y voy a ser su camarero esta noche. Mejorando los salarios con las propinas, por ejemplo, es una manera de convertir a los trabajadores en diminutos emprendedores que se han de vender a si mismos directamente a los clientes. En el impredecible y competitivo mercado actual, incluso los trabajadores eventuales han de verse a si mismos como un tipo de emprendedores.
            Los trabajadores de servicios que se niegan a identificarse con sus trabajos a menudo lo hacen en nombre de su “verdadera vocación” que persiguen fuera de sus horas de trabajo con el mismo espíritu de iniciativa. Como el arte, la aventura, y la vida social están todos absorbidos dentro de la lógica de la inversión productiva, resulta fácil ver nuestro tiempo de trabajo como un capital desembolsado que nos permite perseguir nuestros sueños fuera del reloj, como el dueño de un negocio pagando alquiler por su franquicia confiando en un éxito futuro. La naturaleza temporal y flexible del empleo en servicios refuerza esta actitud; si el tiempo libre adicional es “más valioso” que las horas extras, tenemos la libertad de trabajar menos, y si no podemos intentar hacer todas las horas posibles. De esta manera la mentalidad del autoempleo se extiende a individuos que de otra manera nos enfrentaríamos al trabajo en si mismo.
            Visto con esta luz, las victorias de los pequeños negocios especializados contra los gigantes corporativos en la industria de servicios parecen indicar una nueva fase en la absorción económica del individuo. La innovación especial de las nuevas boutiques es que, en contraste con El Corte Ingles o McDonald´s, son sus únicas e irreductibles cualidades lo que venden. Las singularidades y secretos personales del trabajador, el único territorio fuera del alcance del mercado previamente, se transforman en mercancías para ser vendidas como cualquier otra. De este modo, la industria de servicios representa la cabeza visible  en la total colonización de nuestras vidas sociales.

            Desde que tenia cuatro años se que quería ser dibujante. Después de ver los dibujos animados pensaba que acabaría trabajando para Disney u otro gran conglomerado de medios. Seria más rica que mi padre y que el suyo antes que él,- no necesariamente famosa u otra cosa, pero si suficientemente exitosa.
            Me mantuve con esta idea durante bastante tiempo. No comprendí hasta que estuve bien metida en mi carrera en el sector servicios que mi pequeño sueño americano no seria ya posible para cuando fuera lo bastante vieja como para poderlo haber hecho realidad. Los avances tecnológicos y el trabajo en las maquiladoras habían acabado con el papel central del dibujante en la producción de series animadas. Así que como me gusta el café acabe trabajando en una cafetería, y como mi grupo necesitaba carteles, acabe aprendiendo por mi cuenta diseño grafico. Y así es como aun me gano la vida.
            Me han despedido de muchos trabajos, Leroy Merlin, Harvey & Nichols, Eroski, algunos lugares pijos y un montón de cafeterías. Normalmente digo a mis jefes que deje mi anterior empleo para viajar o por una aventura de negocios – ser una diseñadora grafica por cuenta propia es una buena excusa, y a los jefes les encanta cuando eres una emprendedora automotivada. Después de un tiempo comprendí que 6 ó 7 euros la hora solo iban a cambiar con la inflación. Pero a pesar de tener algún talento y conocimientos para hablar de tipografía y composición, no tengo ni idea de cómo competir en el mundo real del diseño, así que no creo que consiga escapar del sector servicios en un futuro próximo.
            En algún momento me resigne a esto y busque otros medios para mejorar mis ingresos. Como los sindicatos no se preocupaban mucho de nosotras – especialmente en los cafés independientes- tenemos que desarrollar nuestros propios medios para defender nuestros intereses. Empecé con pequeños robos y sabotajes en el trabajo, unido a ir conciertos punks y protestas contra la globalización y la guerra. Disfrutaba de los enfrentamientos con la policía y el sentimiento de reforzarnos colectivamente – pero no conseguía imaginar como trasladar esto a mi puesto de trabajo, que era todavía el sitio donde pasaba más tiempo.
            En el siguiente café en el que trabaje, nos dimos cuenta de que las reuniones mensuales con los jefes eran puramente simbólicas, así que propusimos nuestras propias reuniones. Aparecimos ocho de las doce camareras.. Mientras disfrutábamos del vino distraído de nuestro trabajo, acabamos hablando de lo que nos gustaba y lo que odiábamos de nuestro particular lugar de trabajo. Concluimos que, como el vino, todo lo que nos gustaba provenía de nuestra propia iniciativa, no de los jefes. Y que todo lo que odiábamos: los recientes medidas drásticas contra nosotras,, los cambios en los turnos y su organización, el estilo de supervisión,, podía ser manejado con la solidaridad adecuada.
            Decidimos hacer que trabajar allí mereciera la pena. Muchos de nosotras contactamos con nuestras amigas, pero queríamos conectar con otra gente trabajando en la misma situación y formalizar la red de trabajadoras conectadas  del sector servicios. También queríamos que nos pagaran más, decidimos que las trabajadoras de cada turno dijeran cuanto necesitaban para cubrir sus necesidades, hicimos las cuentas, y conseguimos que sus propinas llegaran a ese mínimo, poniendo el dinero de algunas cuentas en la jarra de las propinas, en vez de la caja registradora. Decidimos que todas merecíamos comer, como nuestros turnos interferían con los tiempos de comida, cogiamos dinero de la caja para comprar comida. En resumidas cuentas, nos pusimos de acuerdo para tratar la cafetería como nuestro dominio privado, e iniciar a nuestras nuevas compañeras de trabajo en esta sociedad secreta.
            Transformamos el café bajo las narices de nuestros jefes, y durante un par de años la vida fue un poco más soportable. Eventualmente, de algún modo, alguien hablo con la persona equivocada. Cuando me despidieron, nos reunimos para ver que hacer. Alguien sugirió ir a la huelga, todas nos reímos desesperadamente. Todas nosotras entendíamos la lógica de la huelga, pero nuestra condición era ya extremadamente precaria. Imaginamos que había un ejercito de buenos trabajadores doloridos listos para ser manejados por nuestros estupidos jefes – trabajadores que pensaban que robar esta mal y que no se preocupaban de luchar por sus derechos porque, de cualquier modo, “solo tenían planeado estar allí por un corto periodo de tiempo”.
            Así que perdimos ese asalto. Eventualmente los jefes consiguieron cuadrar sus cuentas; incluso tuvieron éxito en producir unas pocas “camareras profesionales” cuyo mayor deseo era convertirse en las empleadas del mes.
            Si nada más, al menos conseguí unas cuantas buenas amistades. Una compañera a la que inicie en el juego, se convirtió en mi amiga intima, y juntas conspiramos para seguir luchando en la industria de servicios. Compartimos un apartamento, íbamos a espectáculos y fiestas, pintábamos grafittis en la ciudad e incluso fuimos a unas pocas manifestaciones.
            Nuestra red de amigas le ayudo a encontrar un trabajo similar en un restaurante libre de gluten de una ciudad cercana. De cualquier modo se vio cada vez más envuelta en subculturas radicales y acabo dejando el curro y echándose a la carretera. Yo ya había viajado lo mío y todo lo que pude pensar fue en seguir la lucha a través de la cual nos habíamos conocido. – no me malinterpretéis, yo estaba feliz por ella. Sabia que seguiría luchando, también, aunque ambas estuviéramos todavía perdiendo, seguíamos pensando como podíamos hacer para cambiar las cosas. Pensando sobre ello ahora, me parece emblemático un fenómeno común: tan pronto como alguien esta preparada para luchar contra sus condiciones, pasamos a otra posición, unas por la fuerza, como yo, otras por elección, como ella.
            Como si el destino lo quisiera, después de que ella se fuera, nuestras amigas se las arreglaron para conseguirme el mismo puesto. Lo que es más, las compañeras de trabajo que ella dejo estaban en el  mismo rollo  que yo.
            De vuelta a la mesa de dibujo. Éramos cinco. Todas habíamos estado trabajando en la industria por años, la mayoría nos estábamos acercando a los treinta y todas habíamos llegado a la misma conclusión. Empezamos a robar lo que podíamos y a buscar los puntos débiles.
            Una de nosotras se dio cuenta de que había un pequeño recobeco cerca de donde hacíamos los zumos, convenientemente fuera de la vista de las cámaras de seguridad, en vez de tirar las sobras al compost, empezamos a dejarlas ahí. Dos de nuestras compañeras se dieron cuenta de que independientemente las dos habían empezado a mear en un agujero en el suelo de los vestuarios, no se nos permitia usar los baños de los clientes, quizá fue una coincidencia, pero al final una parte del suelo se hundió. ¡Mea en el agujero! Se convirtió en nuestro himno colectivo para la guerra que íbamos a empezar contra nuestros jefes.
            No seria fácil. Este negocio empleaba un marco de aparatos de control más complejo que cualquier otro sitio en el que hubiéramos trabajado antes. Había cinco encargados, dos de turno al mismo tiempo. El jefe estaba siempre acechando en algún lugar, y si no estaba por los alrededores, estaba viéndonos a través de las cámaras de seguridad desde su iPhone. Se hacia caja cada turno, y si faltaba algo lo cogian de nuestras propinas. Cuando aprendíamos como contar el dinero en el mostrador, los encargados imponían su lógica llamándolo “tu” mostrador y hablando sobre lo mucho que “tu” debías a la empresa.
            Incluso cuando no estábamos trabajando, ellos trataban de controlar cualquier cosa que hiciéramos. En mi anterior cafetería habían hecho lo mismo mandándonos a competiciones y animándonos a aumentar nuestros conocimientos sobre el espresso, pero esto era peor. Cuando hablábamos con los jefes teníamos que usar expresiones como “sinergia””producto excelente””atmósfera profesional”. Presentar nuestro currículo una vez no era suficiente, teníamos que ser nuestro personaje todo el tiempo. Pero la gota que desbordo el vaso fue cuando nos hicieron usar Internet para auto manejar nuestros propios turnos.
            Esto suena bien en principio ¿verdad?. De hecho, ya decidíamos nuestros turnos juntas, aunque nos ponían pegas cuando los presentábamos. Pero hacerlo desde Internet era bastante más insidioso de cómo suena.
            Imaginemos lo que ello significa para las trabajadoras que no tienen su propio acceso a Internet. Ahora muchas empleadas tenían que ir a la biblioteca solo para asegurararse de que no les habían cambiado el turno esa noche. No era suficiente tener que pedir un día libre con dos meses de antelación, ahora lo tenías que hacer online. Y además de organizar los turnos, la página también almacenaba videos de entrenamiento y anuncios de la cafetería. Nos pagaban el mismo sueldo, sin propinas, por producir para ellos estos videos, herramientas permanentes con las que podían producir más camareras y beneficios en el futuro. Podíamos perder nuestros trabajos, pero los videos que habíamos hecho seguirían ganando dinero para ellos indefinidamente.
            Además, ahora ya no teníamos excusa para no conocer todo sobre cada cosa que vendíamos, estaba todo en la web. Más todavía, los jefes esperaban de nosotras que creáramos avatares y perfiles para poder usar la pagina como si fuera un facebook de los esclavos del sueldo.
            Hablábamos sin fin sobre ello, dando rienda suelta a nuestra frustración  y tratando de encontrar la mejor manera de contraatacar. Si nuestro trabajo controlaba cada parte de nuestras vidas ¿Por qué no tenia que hacerlo nuestra resistencia? Hicimos unas cuantas amigas más en el trabajo y nos juntábamos para tomar algo y nos susurrábamos durante las pausas para fumar. Estábamos empezando a experimentar un sentimiento de camaradería, a tomarnos en serio a nosotras mismas. Un par de nosotras habían leído sobre uniones de obreros luchando contra los rompehuelgas en la década de los treinta, quizá la formación del viejo movimiento obrero había sido algo así.
            Finalmente, hicimos un plan. Pediríamos anónimamente a los jefes la clausura de la pagina y la desconexión de las cámaras o si no iríamos a la huelga el día X. Sabiendo que muchas de nuestras compañeras nos apoyarían en la primera de las demandas pero que nuestros jefes nunca aceptarían la segunda, planeamos una huelga que iría más allá de lo habitual.
            Habíamos aprendido ya una valiosa lección de un compañero que había actuado individualmente sin confianza en una ganancia personal. Un sábado por la noche el cocinero principal simplemente se fue, el jefe se volvió loco tratando de cubrir su puesto y la empresa perdió miles de euros. Imaginamos que si la maquina de las tarjetas de crédito se rompía tendría un efecto similar.
            Si la huelga detiene la producción, el sabotaje es también una clase de huelga. Teníamos esta hipótesis porque lo que producíamos era sobre todo una atmósfera – un ambiente de cuidado, profesionalismo y excelencia – podíamos interrumpir estos elementos de nuestro trabajo. Cuando los trabajadores de una factoría van a una huelga, se niegan a tirar de las palancas, mover grúas o trabajar en la línea de montaje, nosotras nos negaríamos a cumplir con nuestro rol de servicio.
            También imaginamos que nuestras demandas se podían conseguir inmediatamente incluso si nuestros jefes no estaban de acuerdo. Las cámaras de seguridad estaban todas conectadas a través de una red computerizada, así es como el jefe las podía ver desde su iPhone. Contactamos con algunas amigas que sabían algo sobre pirateo y se ofrecieron para bloquear las cámaras mientras durara la huelga.
            La huelga en si misma iba a depender de una minoría tomando un papel activo, con la mayoría de los empleados guardando silencio sobre lo que estaban viendo. Nuestro plan era continuar trabajando pero haciéndolo todo mal. Nos equivocaríamos de mesa. Cuando los clientes preguntaran que pasaba simplemente responderíamos: “He estado realmente deprimida desde que mi amiga tuvo la sobredosis”.Finalmente unas pocas de nosotras íbamos a tener accidentes: un corte en la mano cortando fruta por aquí, una caída por las escaleras por allá. Nuestro plan era hacer que todo dejara de funcionar, incluidas nosotras. Les costaríamos la recaudación de toda la noche y arruinaríamos su reputación.
            ¿Esperábamos ganar? Es difícil de decir.¿que significa ganar de todos modos? Si solo quisiéramos mejorar nuestras condiciones de trabajo, podíamos haber vuelto a rellenar cuestionarios para solicitar trabajo. No, queríamos algo distinto – queríamos sentar un precedente para defendernos por nosotras mismas. Incluso si nuestra huelga fallaba y nuestras demandas no se conseguían, podría haber sido un primer paso para construir un sector servicios insurgente. Por si mismas, huelgas como la nuestra no traen cambios específicos, pero imaginábamos que se podía añadir a algo mucho más grande. Si podíamos hacer el restaurante incontrolable ¿Qué más podríamos hacer?

NOSOTRAS LAVAMOS VUESTROS PLATOS Y ODIAMOS VUESTRAS TRIPAS.
           

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