domingo, 26 de agosto de 2012

Profesionales.

¿Qué tienen en común abogados, contables, administradores, profesores, y doctores? Conocimientos especializados.
No hay nada malo en saber como hacer las cosas. Pero el conocimiento especializado es distinto de la mera competencia. Connota acceso privilegiado a una esfera de conocimiento a la que otras solo nos podemos acercar a través de intermediarios.
Por supuesto, mucha gente nos encontramos a merced de la buena voluntad de los mecánicos cuando tenemos que reparar algún vehiculo. La diferencia es que puedo aprender por mi misma a reparar un coche, y nadie puede prohibirme reparar mi coche – pero no puedo leer un montón de libros e instalarme como profesora. Mecánicos, carpinteros, fontaneros y otros oficios están sometidos a algunos de los mismos controles que ingenieros o farmacéuticos, pero cuanto más subimos en la pirámide más estrictos y exclusivos de vuelven esos controles.
Los conocimientos especializados son construidos por instituciones que regulan y dan permiso a aquellos que practican una profesión, legitimándolos como profesionales Esto excluye a los amateurs y a otra gente que ha aprendido sus habilidades fuera del marco establecido. Esta exclusión refuerza los estándares de calidad, evitando que vendedores viperinos persigan los incentivos de la libre empresa. Pero también asegura que ciertas habilidades permanecen como el dominio privado de poderosas organizaciones, intensificando la división entre esta autoridades y todos los demás.
Esta división eleva a los profesionales como clase, asegurándoles poder, prestigio, ingresos elevados, y más autonomía que la mayoría de los trabajadores. No sorprende que las asociaciones profesionales usen sus influencias para proteger sus privilegios y disciplinar a cualquiera que los amenace, incluidos los disidentes dentro de sus propias filas. Esto también garantiza a ciertas instituciones un monopolio sobre el mercado de los aspirantes a profesionales.
En contraste con las habilidades practicas asociadas a otras actividades menos prestigiosas, el conocimiento especializado a menudo se refiere a esferas que están completamente construidas socialmente. No puedes ser obispo o abogado sin la validación de la iglesia o el colegio de abogados. La profesionalización mantiene a la gente a distancia de aspectos de su propia sociedad: en vez de desarrollar nuestras propias practicas personalizadas de fe o justicia, tenemos que ponernos en manos de expertos.
Los efectos de esta especialización se extienden hasta la relación con nuestro propio cuerpo. Hubo un tiempo en que la sanación era practicada y accesible para los pobres. Uno de los mayores efectos de la caza de brujas entre los siglos XIV y XVII fue la supresión de este arte popular; en las siguientes centurias campañas similares fueron concentrando los conocimientos médicos en cada vez menos manos, abriendo el camino a la medicina para convertirse en una profesión monolítica dominada por los hombres. Hoy nuestros propios cuerpos no nos resultan familiares, permitiendo a las industrias de la salud y los seguros hacerse de oro manteniéndonos vivas.
En campos en los que la profesionalización es más reciente, es todavía fácil ver como se ha impuesto un marco jerárquico en actividades desarrolladas por grupos de base. Por ejemplo, cuando los movimientos contra la violencia domestica y sexual empezaron a buscar apoyo en fundaciones y aparato del estado, se transformaron en organizaciones proveedoras de servicios que demandaban credenciales adecuadas a sus empleados. Hoy las autoras de los manuales usados por algunas de estas organizaciones no pasarían los requisitos de acceso para trabajar en ellas.
La profesionalización privatiza habilidades e innovaciones que un día circularon libremente, haciendo imposible acceder a ellos si no es a través de la economía. Esta es una de las maneras en que el capitalismo centraliza los conocimientos prácticos y los legitima como forma de riqueza.

La exclusividad es nuestro negocio.

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