El trabajo
produce muchas cosas –vienes materiales, información, organización, practicas
culturales, significados en si mismos. Sobre todo, el trabajo produce
trabajadores y capitalistas, generación tras generación. La función de la
producción no es simplemente producir mercancías, sino reproducir las
estructuras sociales y las relaciones de poder que engendran la necesidad de
trabajar. En una palabra, el trabajo produce
valor en vista de reproducir valores.
El
capitalismo es indiscutiblemente productivo; los incentivos y atractivos del
libre mercado fuerzan innovaciones y producciones más grandes incluso. Pero
esto puede ser engañoso. La producción no hace aparecer los productos de
ninguna parte; transforma tiempo, energía, y materias primas en mercancías.
Esto es verdad incluso para los productos intangibles como los nuevos programas
de ordenador. Aunque las mercancías así producidas tienen un valor de mercado,
el tiempo, la energía y las materias primas hubieran sido mucho más valiosos
según otros criterios en sus forma original: los árboles son más valiosos en su
ecosistema antes de que sean transformados en correo basura, así como una
programadora podría preferir pasar la tarde con su hija en los bosques. La producción es una manera de describir
el proceso por el cual todo es incorporado a la economía: la privatización del
mundo entero, árbol a árbol, hora de trabajo a hora de trabajo, idea a idea,
genoma a genoma.
Esto no
quiere decir que la producción capitalista no produzca nunca productos que podrían
ser deseables fuera de su lógica. Nuestra sociedad produce un tremendo
excedente más allá de lo que necesitamos para sobrevivir; mucho de esto toma la
forma de herramientas útiles, lujos disfrutables, expandiendo el conocimiento
del cosmos. Pero estos productos funcionan también como símbolos de estatus,
estableciendo jerarquías y estratificando el poder- esto explica la ropa de
diseño y las casas de veraneo que permanecen vacías la mayor parte del año.
Esto sirve para hacer concretas las desigualdades producidas socialmente.
La siempre
creciente producción puede oscurecer las disparidades de poder resultantes. En
1911, solo los muy ricos tenían automóviles; para 2011 había aproximadamente un
coche de pasajeros por cada once personas alrededor del mundo. Si medimos la
calidad de vida estrictamente en términos de acceso a los bienes materiales,
alguna de la gente debería estar mejor ahora. Aunque tener que sentarse en el
coche para ir y volver al trabajo o hacer la compra no es exactamente una mejoría
para la gran mayoría; siendo testigos del retorno de las clases medias a las áreas
urbanas densas donde los coches son menos esenciales. La clase que en 1911
tenia automóviles hoy tiene aviones privados, y todos esos vehículos están
contaminando la atmósfera a una velocidad sin precedentes- mientras que la
gente que más sufre las consecuencias de todo esto todavía
no pueden permitirse coches.
Si la
constitución esencial de la vida humana no es controlar el mundo material sino
los significados producidos socialmente y las relaciones, toda esta
producción extra esta fuera de lugar. Desde el momento que la riqueza y el
poder están distribuidos desigualmente, el incremento de la producción solo
puede ofrecer limitadas ventajas a la mayoría; a medida que tienen
proporcionalmente menos que decir en sociedad, realmente las cosas se están
poniendo peor para ellos.
La
producción se esta extendiendo cada vez más profundamente dentro de las vidas
de los trabajadores. Cuando imaginamos como era la producción en el siglo XIX ,
imaginamos un trabajador llevando a cabo sus ordenes con su cuerpo. Las
trabajadoras de la actualidad a menudo tienen que enfocar en sus obligaciones
mente, cuerpo y alma, hasta que se convierten en indistinguibles de ellas.
Puede que no produzcan productos en absoluto, sino atenciones, datos, moda,
tendencias; si trabajan en el entretenimiento o simplemente son unos urbanitas
modernos, tienen que vender su propia imagen, nunca finalizando su jornada
laboral.
La línea
entre la producción y el consumo se esta difuminando a medida que nuevos
sectores de la economía absorben el completo ser del trabajador hacia el
objetivo de producir valor. Por ejemplo, al actualizar su perfil online, un
estudiante añade contenido a Internet al mismo tiempo que produce riqueza para
la empresa que vende anuncios online.
Mucha de
esta producción cultural e informativa no recibe ningún pago, aunque todavía
ayuda a canalizar los beneficios hacia los capitalistas. Hubo un tiempo en que
los periodistas podían obtener trabajos pagados en periódicos de pequeñas
ciudades, ahora estos periódicos están siendo expulsados fuera del negocio por
bloggers que trabajan gratis. De igual modo, las bandas alternativas solían ser
capaces de producir sus propias grabaciones y venderlas con un beneficio
modesto; ahora, si quieren que alguien vaya a verlos tocar, tienen que pagar de
su bolsillo para grabar las canciones que colgaran gratis en Internet,
esencialmente mostrando directamente sus maquetas directamente al público en
vez de a compañías de discos corporativas. Todo este contenido gratis añade
valor a Internet en si misma, llenando los bolsillos de magnates de la
tecnología como Bill Gates o Steve Jobs, que venden los medios para acceder a
ella. Desde el momento que los capitalistas controlan los medios para producir
bienes materiales, la libre distribución de información puede realmente
exacerbar las divisiones sociales a su favor, erosionando a las clases medias
en las industrias de información y entretenimiento.
Formas
“libres” de producción están siendo también explotadas, como el crowdsourcing,
en los que voluntarios del público general resuelven problemas y mejoran
productos. Ambos, la libre distribución y la producción voluntara son perfectos
para una era de alto desempleo, en la que son necesarias ambas, para aplacar a
las que no tienen trabajo y hacer uso de ellos. Es posible que en un futuro, el
trabajo voluntario pueda funcionar cada vez más como una parte del capitalismo
en vez de cómo una oposición a el, a medida que la elite rica comfia en un
basto cuerpo de trabajadores temporales y desempleados para mantener la dependencia
de estos y su poder sobre ellos. Lo más insidioso de todo, este trabajo gratis
parecerá que beneficia al publico en general en vez de a la elite.
Irónicamente,
la producción y producción libre pueden parecer la marca de fabrica de
cualquier practica anticapitalista. Pero para que esto pueda traer nuevas relaciones de poder, tenemos que
deshacernos de la propiedad privada del capital.
Un apéndice de carne
de una maquina de hierro.
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