domingo, 26 de agosto de 2012

Prisioneros.


¿Cuál es la función de las prisiones? Sobre todo, mantener a la gente dócil en otras prisiones. Las prisiones son necesarias no tanto para preservar el orden como para hacer cumplir las reglas y proteger las desigualdades producidas por el mercado. La coerción y el control que representan no son una aberración dentro de una sociedad de cualquier otro modo libre, sino una precondición esencial para el capitalismo. Las prisiones son simplemente la manifestación más extrema de la misma lógica inherente en los derechos de propiedad y las fronteras nacionales.
            Los USA tienen actualmente los porcentajes mas altos de encarcelación del mundo, con unos 2.4 millones de personas en prisión e instalaciones de detención y otros 5 millones más en libertad bajo fianza. La mayoría están cumpliendo condena por crímenes contra la propiedad o participación en aventuras capitalistas ilegales. La industria de la prisión en si misma esta cada día más integrada en la economía USA: ofrece trabajo prisionero por menos de un dólar la hora, produce la oportunidad de vender productos a los presos y al gobierno al mismo tiempo, y emplea a cientos de miles de carceleros que de otra manera se tendrían que enfrentar a sombrias perspectivas de carrera.
            Casi la mitad de los prisioneros son negros, aunque el porcentaje en la población es mucho menor, podemos seguir el linaje del sistema de prisión directamente desde la institución de la esclavitud. En algunos casos esta conexión es obvia: la Penitenciaria del Estado de Louisiana todavía funciona como una plantación de algodón de la misma manera que lo hacia antes de la guerra civil americana, cuando el trabajo en los campos era realizado por esclavos en vez de por presos cumpliendo cadena perpetua.
            Es fácil ver esto como una especulación racista, pura y simple, pero es más que eso. Las prisiones son fundamentalmente una manera de manejas los retos estructurales inherentes al capitalismo.
            A medida que los capitalistas acumulan más y más riqueza los explotados y los excluidos tienen cada vez menos razones para obedecer las leyes sobre la propiedad. Antes de el establecimiento del moderno sistema de prisiones, gran parte de la población urbana participaba en actividades “criminales”, o simpatizaba con aquellos que lo hacían; para resolver ese problema era necesario aislar la desobediencia en un “elemento criminal” que pudiera ser controlado y puesto en cuarentena. El sistema de prisiones y todas las formas de castigo y vigilancia existentes se combinaron  para institucionalizar la división entre trabajador y delincuente, representando marcos culturales y éticos también, así como la separación física de los cuerpos. Como otras divisiones – trabajador y esclavo, ciudadano e inmigrante – esta división esta calculada para romper los intereses comunes de aquellos en el lado equivocado del capitalismo. Para el trabajador “honesto” los problemas de los prisioneros son sus asuntos propios y su propia falta.
            Así las prisiones son parte de un proyecto para crear la clase criminal, que resulta esencial para el capitalismo industrial. No es coincidencia que los modernos sistemas de prisión aparecieran en los tiempos de la revolución industrial. Esto también explica porque la reincidencia ha sido siempre un “problema” al que no se le ha encontrado solución: cuanto más se distinga la clase criminal, más fácil será de controlar. Una vez que la clase criminal a sido separada del resto de la población, y enfrentada a ella, todo el crimen es experimentado como antisocial, y los trabajadores consideran que sus enemigos son los criminales que les robaran en vez de los capitalistas que lo están haciendo constantemente.
            Las prisiones también sirven para manejar a los explotados y los excluidos de otras maneras. Las transiciones de un modo de producción a otro a menudo requieren enormes entradas de trabajo y recursos baratos: por ejemplo, Gran Bretaña solo pudo industrializarse como resultado del saqueo de sus colonias. Al mismo tiempo, a medida que la producción se hacia más eficiente, esto generaba un excedente de población cuyo trabajo ya no se necesitaba – como la de los “criminales” que Gran Bretaña exporto a sus colonias prisión en Australia. La industria de las prisiones puede resolver ambos problemas, consiguiendo trabajo barato forzoso o controlando a aquellos que han sido excluidos de la economía. A menudo hace las dos cosas a un tiempo.
            Así, el alquiler de prisioneros fue establecido después de la guerra civil americana como manera de conseguir trabajo gratis, controlar a la población de recién liberados esclavos, y acelerar la industrialización del sur. Dos generaciones después los Bolcheviques alcanzaron el poder en gran parte de Europa y Asia sobre la base de que el poder del estado era la forma más rápida de industrializarse y alcanzar a los países capitalistas del oeste. Esta industrialización requirió el saqueo de las posesiones y eventual encarcelamiento de millones de personas: primero como medio de acumular riquezas para el estado, después con el fin intimidar y forzar a las personas a aceptar sus nuevos roles económicos. Los Nazis utilizaron el mismo sistema en sus esfuerzos para revitalizar la economía alemana, como así mismo hicieron una serie de “naciones en vías de desarrollo” a los dos lados del telón de acero después de la Segunda Guerra Mundial. De esta manera antiguas colonias de los países occidentales consiguieron acelerar el comienzo de su transición a los nuevos modos de producción tratando a sus propios ciudadanos de la misma manera que lo habían hecho los imperialistas extranjeros.
            A largo plazo, se demostró que robar y encarcelar a la gente era más efectivo para empezar el crecimiento económico que para mantenerlo. La Unión Soviética y otros países capitalista-estatales cambiaron al sistema de libre mercado, que ofrecía más incentivos para la competición mientras mantenía las jerarquías que desarrollaron durante el llamado comunismo.
            Pero las prisiones son tan esenciales para el capitalismo de libre mercado como para lo son para el capitalismo de estado. Al mismo tiempo que la industrialización de los países más pobres atraía a las compañías a mover sus factorías en busca de mano de obra cada vez más barata y las innovaciones tecnológicas reemplazaron completamente otros trabajos, una nueva clase apareció en los USA que era superflua para la producción. Esto coincidió con la forzada desaparición de los movimientos de liberación de las minorías raciales en los años sesenta. ¿Qué se podía hacer para mantener a esta nueva clase redundante y volátil bajo control? La respuesta fue el crecimiento exponencial de la población carcelaria.
            Hoy hay más gente detrás de las barras en los USA de la que hubo en la Unión Soviética en el momento álgido del poder de Stalin. Esto es más que todos los militares, reservistas incluidos. La industria carcelaria impone niveles de vigilancia y control sin precedentes, pero crea un cuerpo social que no tiene nada que ganar con la continuación del capitalismo.


            -Es enorme, quizá sea demasiado peligroso
            -Es peligroso, pero cuando aun siendo “libre” todo es como una prisión, el asunto no es estar fuera de la prisión, sino luchar contra todas las cárceles.

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