¿Cuál es la función de las prisiones? Sobre todo, mantener a
la gente dócil en otras prisiones.
Las prisiones son necesarias no tanto para preservar el orden como para hacer
cumplir las reglas y proteger las desigualdades producidas por el mercado. La
coerción y el control que representan no son una aberración dentro de una
sociedad de cualquier otro modo libre, sino una precondición esencial para el
capitalismo. Las prisiones son simplemente la manifestación más extrema de la
misma lógica inherente en los derechos de propiedad y las fronteras nacionales.
Los USA
tienen actualmente los porcentajes mas altos de encarcelación del mundo, con
unos 2.4 millones de personas en prisión e instalaciones de detención y otros 5
millones más en libertad bajo fianza. La mayoría están cumpliendo condena por
crímenes contra la propiedad o participación en aventuras capitalistas
ilegales. La industria de la prisión en si misma esta cada día más integrada en
la economía USA: ofrece trabajo prisionero por menos de un dólar la hora,
produce la oportunidad de vender productos a los presos y al gobierno al mismo
tiempo, y emplea a cientos de miles de carceleros que de otra manera se
tendrían que enfrentar a sombrias perspectivas de carrera.
Casi la
mitad de los prisioneros son negros, aunque el porcentaje en la población es
mucho menor, podemos seguir el linaje del sistema de prisión directamente desde
la institución de la esclavitud. En algunos casos esta conexión es obvia: la Penitenciaria del
Estado de Louisiana todavía funciona como una plantación de algodón de la misma
manera que lo hacia antes de la guerra civil americana, cuando el trabajo en
los campos era realizado por esclavos en vez de por presos cumpliendo cadena
perpetua.
Es fácil
ver esto como una especulación racista, pura y simple, pero es más que eso. Las
prisiones son fundamentalmente una manera de manejas los retos estructurales
inherentes al capitalismo.
A medida
que los capitalistas acumulan más y más riqueza los explotados y los excluidos
tienen cada vez menos razones para obedecer las leyes sobre la propiedad. Antes
de el establecimiento del moderno sistema de prisiones, gran parte de la
población urbana participaba en actividades “criminales”, o simpatizaba con
aquellos que lo hacían; para resolver ese problema era necesario aislar la
desobediencia en un “elemento criminal” que pudiera ser controlado y puesto en
cuarentena. El sistema de prisiones y todas las formas de castigo y vigilancia
existentes se combinaron para institucionalizar
la división entre trabajador y delincuente, representando marcos culturales y
éticos también, así como la separación física de los cuerpos. Como otras
divisiones – trabajador y esclavo, ciudadano e inmigrante – esta división esta
calculada para romper los intereses comunes de aquellos en el lado equivocado
del capitalismo. Para el trabajador “honesto” los problemas de los prisioneros
son sus asuntos propios y su propia falta.
Así las
prisiones son parte de un proyecto para crear la clase criminal, que resulta
esencial para el capitalismo industrial. No es coincidencia que los modernos
sistemas de prisión aparecieran en los tiempos de la revolución industrial.
Esto también explica porque la reincidencia ha sido siempre un “problema” al
que no se le ha encontrado solución: cuanto más se distinga la clase criminal,
más fácil será de controlar. Una vez que la clase criminal a sido separada del
resto de la población, y enfrentada a ella, todo el crimen es experimentado
como antisocial, y los trabajadores consideran que sus enemigos son los
criminales que les robaran en vez de los capitalistas que lo están haciendo
constantemente.
Las
prisiones también sirven para manejar a los explotados y los excluidos de otras
maneras. Las transiciones de un modo de producción a otro a menudo requieren enormes
entradas de trabajo y recursos baratos: por ejemplo, Gran Bretaña solo pudo
industrializarse como resultado del saqueo de sus colonias. Al mismo tiempo, a
medida que la producción se hacia más eficiente, esto generaba un excedente de
población cuyo trabajo ya no se necesitaba – como la de los “criminales” que
Gran Bretaña exporto a sus colonias prisión en Australia. La industria de las
prisiones puede resolver ambos problemas, consiguiendo trabajo barato forzoso o
controlando a aquellos que han sido excluidos de la economía. A menudo hace las
dos cosas a un tiempo.
Así, el
alquiler de prisioneros fue establecido después de la guerra civil americana
como manera de conseguir trabajo gratis, controlar a la población de recién
liberados esclavos, y acelerar la industrialización del sur. Dos generaciones
después los Bolcheviques alcanzaron el poder en gran parte de Europa y Asia
sobre la base de que el poder del estado era la forma más rápida de industrializarse
y alcanzar a los países capitalistas del oeste. Esta industrialización requirió
el saqueo de las posesiones y eventual encarcelamiento de millones de personas:
primero como medio de acumular riquezas para el estado, después con el fin
intimidar y forzar a las personas a aceptar sus nuevos roles económicos. Los
Nazis utilizaron el mismo sistema en sus esfuerzos para revitalizar la economía
alemana, como así mismo hicieron una serie de “naciones en vías de desarrollo”
a los dos lados del telón de acero después de la Segunda Guerra Mundial. De esta
manera antiguas colonias de los países occidentales consiguieron acelerar el
comienzo de su transición a los nuevos modos de producción tratando a sus
propios ciudadanos de la misma manera que lo habían hecho los imperialistas
extranjeros.
A largo
plazo, se demostró que robar y encarcelar a la gente era más efectivo para
empezar el crecimiento económico que para mantenerlo. La Unión Soviética y
otros países capitalista-estatales cambiaron al sistema de libre mercado, que
ofrecía más incentivos para la competición mientras mantenía las jerarquías que
desarrollaron durante el llamado comunismo.
Pero las
prisiones son tan esenciales para el capitalismo de libre mercado como para lo
son para el capitalismo de estado. Al mismo tiempo que la industrialización de
los países más pobres atraía a las compañías a mover sus factorías en busca de
mano de obra cada vez más barata y las innovaciones tecnológicas reemplazaron
completamente otros trabajos, una nueva clase apareció en los USA que era
superflua para la producción. Esto coincidió con la forzada desaparición de los
movimientos de liberación de las minorías raciales en los años sesenta. ¿Qué se
podía hacer para mantener a esta nueva clase redundante y volátil bajo control?
La respuesta fue el crecimiento exponencial de la población carcelaria.
Hoy hay más
gente detrás de las barras en los USA de la que hubo en la Unión Soviética en el momento
álgido del poder de Stalin. Esto es más que todos los militares, reservistas
incluidos. La industria carcelaria impone niveles de vigilancia y control sin
precedentes, pero crea un cuerpo social que no tiene nada que ganar con la
continuación del capitalismo.
-Es enorme, quizá sea demasiado
peligroso
-Es peligroso, pero cuando aun
siendo “libre” todo es como una prisión, el asunto no es estar fuera de la
prisión, sino luchar contra todas las cárceles.
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