domingo, 26 de agosto de 2012

La Metropolis.

La economía da nueva forma al terreno físico y social a su imagen y semejanza: silicon valleys, ciudades del motor, repúblicas bananeras. Borra la distinción entre natural y sintético: un campo de cereal transgenico en los Monegros no es más natural que un vertedero de escombros en Barcelona. Unifica el espacio mientras produce nuevas particiones en su interior.
La metrópolis en la que nuestra historia tiene lugar es cada metrópolis, lo que es lo mismo que decir que solo hay una metrópolis. Las rosas cogidas en plantaciones rurales de Ecuador, son vendidas el mismo día a un yuppi en Manhattan; una actuación de un DJ en una discoteca de Barcelona, es retransmitida simultáneamente en Johannesburgo. Noticias, modas e ideas son transmitidas instantáneamente alrededor del mundo; cada ciudad esta poblada por turistas y refugiados de cada otra ciudad. La gente gastamos más tiempo comunicándonos a través de cientos de kilómetros de lo que lo hacemos hablando con nuestros vecinos. La distancia física entre personas de distintas ciudades esta dejando paso a la distancia social entre personas en la misma ciudad.
Las fronteras nacionales están convirtiéndose en cada día más obsoletas como marco para entender la economía. Una ya no puede por más tiempo distinguir entre economía local y economía global, si eso fue algún día posible. La mayoría de la riqueza de las multinacionales esta comprometida con sus holdings internacionales, una tarea sencilla puede ser deslocalizada de NewYork a Mumbai; una idea procedente de Argentina genera beneficios en Finlandia. El mundo ya no esta formado por distintos territorios físicos o instituciones políticas; es un mar de relaciones interconectadas que, como el viento, el agua, y las corrientes subterráneas no se someten a fronteras imaginarias.
Y aun así, aunque las fronteras nacionales no la pueden bloquear, la economía impone constricciones reales en estas relaciones. Hoy las fronteras significativas no son las horizontales dibujadas entre regiones, sino las verticales dividiéndonos en estratos sociales, que se implementan por todos los lados en vez de en individuales puestos fronterizo. Esto divide las metrópolis en diferentes zonas de privilegio, determinando el acceso a los recursos y el poder. Estas zonas pueden encontrarse en cualquier lugar : un inmigrante indocumentado limpia la casa de un parlamentario socialista por un salario ridículo e ilegal; guardias portan armas en las puertas de un caro hotel en Nueva Delhi en el que se alojan hombres de negocios europeos, justo al lado de barrios de chabolas.

El trabajo da forma al mundo a su imagen y semejanza.

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