domingo, 26 de agosto de 2012

Mandos intermedios.

El mando intermedio es simultáneamente un trabajador y un representante de la clase capitalista. Esta obligado a comportarse como un ejecutivo sin las mismas recompensas.
Como los empleados que tiene por debajo, tiene que implementar decisiones tomadas sin su colaboración – y cuando lo hace bien los meritos van para aquel que dio las ordenes, como los ejecutivos sobre él, no puede simplemente vender horas de su vida, sino que esta debe convertirse en su trabajo, llevándoselo a casa. Es su responsabilidad implementar las políticas de la empresa, motivar a los trabajadores, y mantener la disciplina y el control del día a día. Todo el mundo en posiciones intermedias confía en avanzar rápidamente a una posición más alta – pero cuanto más subes en la pirámide, menos espacios quedan disponibles.
Hace una décadas, cuando los empleados trabajaban para la misma corporación toda su vida, el mando intermedio parecía un paso más en el lento y constante proceso de avance. Este sueño llego a su fin en la década de los 80 cuando los avances tecnológicos permitieron a las empresas prescindir de miles de mandos intermedios. Aun si los mandos intermedios todavía permanecen en dos aspectos, como un especifico papel en la economía, y como una condición existencial afectando a todos menos los que están en la cúspide o la base de la pirámide. Los que están por encima nos manejan y manejamos a los que están por debajo, pero ¿durante cuanto tiempo podremos manejarnos, a nosotros mismos?

En el cambio de la habilidades manuales al arte de vender y servir a la gente, el trato personal con los empleados se desplazo a la esfera del intercambio y se convirtió en una mercancía más en el mercado laboral. Amabilidad y amigabilidad se convirtieron en aspectos de servicio personalizado o relaciones publicas de las grandes firmas, racionalizándolo en vista a posteriores ventas. Con una falta de sinceridad anónima, la persona exitosa hace un instrumento de su propia apariencia y personalidad.
La sinceridad es un inconveniente para el propio trabajo, hasta que las reglas de las ventas y los negocios se conviertan en un aspecto “genuino” de uno mismo.
El tacto es una serie de pequeñas mentiras sobre los propios sentimientos, hasta que uno se vacía de tales sentimientos.
El mercado de la personalidad, el efecto más decisivo y síntoma del gran salón de ventas, subyace la desconfianza y la alineación que invade todo, omnipresente característica de la gente metropolitana. Sin valores comunes y confianza mutua, el nexo de dinero en efectivo que une una persona a otra en fugaz contacto se ha hecho cada vez más sutil de un docena de maneras e infecta más profundamente todas las áreas de la vida.
Se pide a la gente que parezca interesada en los demás solo con el fin de manipularlos. Con el paso del tiempo, si esta ética se extiende, aprenderemos que la manipulación es inherente a todo contacto entre humanos. Los hombres son separados unos de otros así como cada uno secretamente trata de hacer un instrumento del otro, y el circulo se completa: uno hace un instrumento de si mismo y es separado de si mismo también.

C. Wright Mills
Cuello blanco. Las clases medias americanas. 1951

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