Solía ser bastante fácil distinguir
diferenciar a los capitalistas de los explotados: alguna gente poseía
capital, otras no. Hoy la especulación y el crédito hacen muy
difícil conocer exactamente quien conforma la clase capitalista.
¿Es cualquiera que posea acciones? ¿cualquiera que obtiene
beneficios de ellas? ¿si posees una casa que esta incrementando su
valor en el mercado, eso no te hace una capitalista? ¿que pasa si
todavía le debes al banco la mayor parte de su valor? ¿si los
precios de la casa se hunden, dejas de ser una capitalista?
Hace cien años, la mayoría de la
población no tenia inversiones en la bolsa y solo unos pocos
trabajadores poseían su propia casa. Ahora los planes de inversión
son comunes y los prestamos han permitido hipotecarse a mucha gente,
muchos trabajadores se han convertido en microcapitalistas que
asocian sus intereses con las oscilaciones del mercado aunque no
tengan ninguna influencia dentro de el. Pasan la vida esclavizandose
bajo sus jefes, y aun así, cuando el mercado colapsa, esperan que su
cartera de acciones se mantenga en vez de esperar el fin del
capitalismo.
Hasta hace poco, después de
considerables años de trabajo, a los empleados se les garantizaba
una pensión pagada por la seguridad social. Hoy esto merece cada día
menos confianza.
Algunos se hacen planes de pensiones
privados, confiando sus ahorros a compañías de manejo de capital
que lo invierten en el mercado financiero.
Como efecto, las clases medias y
algunos de las clases bajas, están juntando su dinero para
participar en la economía de la especulación junto con los grandes
capitalistas. Cuando la gente habla de bancos de inversión o fondos
de riesgo, a menudo piensa en millonarios en sus yates. De hecho hay
comparativamente pocos millonarios, de muchas maneras los grandes
jugadores son las instituciones que manejan nuestros impuestos. Esto
crea un nudo directo entre las gente común y las grandes finanzas,
así los obreros nos ahogamos o flotamos en relación a las mismas
fuerzas que aquellos que están sobre nosotros.
El otro factor importante que hace que
los trabajadores identifiquemos nuestros intereses con los del
mercado es la propiedad de una vivienda, que funciona como otra forma
de inversión. Conseguir hacer que la vivienda sea accesible para el
trabajador medio es una política gubernamental, y aunque puede haber
cierto altruismo detrás de esto los economistas explican
abiertamente que ayuda mucho a cera una fuerza de trabajo dócil. Las
hipotecas duran normalmente de 20 a 30 años, algo menos que una vida
laboral.
En tiempos de nuestros abuelos era
casi imposible obtener un crédito, y casi nadie podía tener dinero
suficiente para comprar una vivienda. En los últimos años esto
cambio, haciendo mucho más fácil para las clases medias y las
clases trabajadoras convertirse en propietarias. En un prospero
mercado, la posesión de una vivienda es una de las bases del
microcapitalismo. Un propietario se beneficia mientras el valor de su
casa sube mas rápido que los intereses sobre su préstamo. Así
pues los propietarios tienen una variada serie de razones para desear
que sus casas aumenten de valor, que es más fácil que ocurra si el
mercado esta funcionando con normalidad. Esto expande una mentalidad
capitalista hacia cada uno: en vez de huir del trabajo, los
trabajadores aspiran ha obtener un capitalito por si mismos, aunque
sea humilde. Una vez que poseemos cualquier cosa, tenemos algo que
perder, entonces nos vemos investidos por el sistema de propiedad y
sus premisas.. Luchar contra las injusticias del sistema significa
poner en riesgo aquello que posees, así cuanto más poseemos, menos
incentivo tenemos para revolver las cosas. Esta dinámica funciona
incluso cuando no poseemos nada realmente salvo inversiones que
podremos amortizar algún día.
Esto explica porque la gente se
embarco en las contratación de hipotecas detrás de la crisis
financiera del 2008, y como muchos de ellos no van a poder pagarlas.
Mientras el valor de nuestra casa va aumentando con el paso del
tiempo, no importa como de malas fueran las condiciones de nuestra
hipoteca, simplemente podían refinanciarse en otras condiciones.
Pero la mayoría del mercado inmobiliario no puede aumentar su valor
indefinidamente. Esta estrategia
de invertir en inmuebles es básicamente una estafa piramidal, en la
que los que llegan al mercado más tarde producen la riqueza de los
que ya están envueltos. Funciona bastante bien mientras la gente
sigue involucrándose y el valor de los inmuebles sigue subiendo,
pero tarde o temprano la burbuja tiene necesariamente que estallar.
En este sentido, las ejecuciones hipotecarias de estos años son
penalizaciones para los pobres por tratar de especular de la misma
manera en la que lo hacen los ricos.
Dinero llama a
dinero, es la primera regla del capitalismo. De ese modo tiene
perfecto sentido pedir prestado dinero con el que atraer nuevo
dinero, al menos si pensamos ganar más de lo que vamos a tener que
pagar en intereses. Esto es lo que los emprendedores hacen cuando
cogen prestamos para iniciar sus negocios, las corporaciones hacen lo
mismo vendiendo bonos, y los fondos de inversión hacen lo mismo
tomando prestado dinero para comprar carteras de acciones. Pero el
dinero para pagar estos prestamos tiene que venir de algún lado, y
si todo el mundo esta jugando y tomando riesgos para estar en la
delantera tarde o temprano alguien va a tener grades perdidas.
La
premisa de la era neoliberal que nos condujo a la actual crisis
iniciada en el 2008 era que el mercado se puede expandir eternamente.
La historia nos demuestra que esto es solo una fantasía. Para que un
esquema piramidal se expanda eternamente tiene que haber un infinito
suministro de recursos y un numero infinito de potenciales
participantes. El capitalismo puede producir tecnologías cada vez
más eficientes, pero las materias primas que contiene nuestro
planeta son limitadas, y debe haber un limite sobre el beneficio que
se .puede obtener exprimiendo a los seres humanos. Más todavía,
incluso si la bolsa pudiera subir eternamente, todos no nos podemos
volver más ricos en relación con todos los demás .
Cada vez que una persona gana un más alto nivel financiero en
proporción de la riqueza total de la sociedad, otros pierden en su
nivel proporcionalmente hablando. El capitalismo tiende a acumular
la riqueza en cada vez menos manos, lo que significa que cada vez más
personas acaban estando en el lado malo de la ecuación. Muchos
hipotecados han aprendido esto de una dura manera, viendo como sus
propiedades pierden mucho valor, mientras los bancos que se las
vendieron siguen aprovechándose de ellas.
Prestar dinero a
los aspirantes a capitalistas es un buen negocio. El único riesgo es
que si demasiados de ellos no pueden devolver sus prestamos, el
sistema piramidal colapsa, llevándose por delante juntos a
prestamistas y deudores. Incluso en estas situaciones, sin embargo,
los pobres se hacen cargo de la cuenta de los ricos. Los que están
en la cima de la pirámide tienen a los gobiernos para respaldarlos,
usando el dinero de los impuestos de aquellos que estamos en la parte
baja.
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