El sustituto para el sueldo fue la
deuda, dinero que uno puede gastar pero que tendrá que devolver,
atando literalmente a los antiguamente revoltosos pobres a la
infinita continuación del capitalismo.
La deuda es el producto perfecto, y
el futuro en si mismo se convirtió en el nuevo mercado, el mercado
financiero había nacido, introduciéndonos en la era del
postmodernismo.
El crédito tiene
varias funciones fundamentales en el capitalismo. Ofrece a aquellos
que poseen dinero una manera de aprovecharse de el simplemente
prestándolo y cargándole un interés.
Expande el mercado,
permitiendo a los capitalistas continuar vendiendo cosas incluso
cuando los bolsillos de los consumidores están ya vacíos. Ofrece la
perspectiva de movilidad económica, permitiendo a la gente probar
suerte como emprendedores o inversores, canalizando sus ambiciones
para mejorar sus vidas hacia la economía en vez de a la lucha contra
el sistema económico. Finalmente, hace posible para los trabajadores
de ingresos bajos participar del estilo de vida de los ricos,
comprando casas, coches, títulos universitarios, etc. Esto sirve
para que la gente se vea a si misma como clase media incluso si son
desplumados por los bancos y las compañías de crédito.
Los créditos al
consumo ofrecieron la solución a las tormentas económicas de
principios del siglo pasado. Sin crédito, la producción masiva solo
permitiría a la clase capitalista conseguir de la clase trabajadora
el mismo dinero que les hubieran pagado. El crédito permite al
capitalismo colonizar el futuro de igual modo que el presente,
acumulando obligaciones a largo plazo al mismo tiempo que beneficios
inmediatos.
Para que la
producción funcione suavemente, los trabajadores tienen que
suspender sus deseos y suprimir sus impulsos espontáneos; para
maximizar la ventas, tienen que comprar impulsivamente y buscar la
gratificación instantánea. Así que para optimizar el beneficio,
el capitalismo tiene que imponer una suerte de desorden de
personalidad dividida en la población en general, otorgando
funciones en los dos lados de esta ecuación. En el lado del
consumidor, ofrece a los trabajadores un atisbo del estilo de vida
que envidian en sus jefes, permitiéndoles que disfruten de lujos más
allá de sus posibilidades. En el lugar de trabajo, las fuerzas
resultantes de sus deudas hacen que se apliquen la disciplina a si
mismos en vez de tratar de escapar de la servidumbres, aspiran a
pagar por lo que ya “poseen”.
Esto ni siquiera
es siempre posible, en los últimos años la deuda de los hogares a
crecido significativamente más que sus ingresos anuales. Muchos
entre los pobres, los precarios, y los desempleados tienen pocas
esperanzas de conseguir volverse solventes.
En las “empresas
ciudad” de los viejos tiempos, los trabajadores compraban las
herramientas y mercancías que necesitaban a crédito, así quedaban
atrapados indefinidamente en el trabajo hasta pagar sus deudas. Hoy
estas historias rebelan a la gente, pero ¿que pasaría si esta misma
estafa fuera perpetrada por la clase en vez de por la empresa?
Los prestamos de estudios atrapas a los jóvenes trabajadores mejor
de lo que otros sistemas lo han hecho nunca. Del mismo modo, la única
diferencia entre la deuda y la antigua servidumbre es que ahora la
servidumbre se debe a la economía en general en vez de a una
institución o individuo en particular.
Si miramos a la
deuda como una forma de obligación, empieza a sonar
sospechosamente familiar. Algunos nacemos con muy poca cosa, y solo
podemos obtener lo que necesitamos con la condición de
comprometernos a prestar un servicio, otros empiezan en la abundancia
y son tan generosos que prestan algo de ello a los necesitados en
retorno por su compromiso. Esto es simplemente una nueva encarnación
de los deberes de los pobres para con los ricos desde los tiempos
feudales, renovada para que parezca voluntaria. Muchas fortunas
consisten literalmente en las deudas de los pobres. La deuda es la
mercancía perfecta, pues el interés le hace ganar valor por si
misma por delante de la inflación, de hay su atractivo para bancos e
inversores. Pero si los pobres son cada vez más pobres puede
convertirse en una inversión de riesgo. Para que la deuda mantenga
su valor no debe haber oportunidad para el cambio social, el futuro
debes permanecer como una congelada versión del presente. Los
recaudadores fuerzan este presente en los deudores, mientras la
policía forma la primera linea frente al futuro, solo hay que verlos
sacando a los desahuciados que se resisten de sus casas.
Pero no habrá
policía suficiente para vaciar cada casa en proceso de desahucio.
Cuando deudores suficientes empiecen a luchar por si mismos, tomando
y defendiendo lo que necesitan en desafío a sus prestamistas, el
futuro congelado empezara a fracturarse y deshelarse. No hay
vergüenza en la bancarrota en un sistema en bancarrota.
Todos somos siervos explotados por
los señores feudales.
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