domingo, 26 de agosto de 2012

Identificacion.


El individuo privado de significado elige dar el último salto hacia el sinsentido identificándose con el mismo proceso que le priva de ello.  Él se convierte en Nosotros, el explotado identificándose con el explotador.  De ahora en adelante sus poderes, son Nuestros poderes, los poderes del conjunto, los poderes de la alianza de los trabajadores con sus propios jefes conocido como la Nación Desarrollada.               
                                                                                                                                 Fredy Perlman.
            Nosotras no nos identificamos con nuestras empobrecidas vidas, (esas no podemos ser nosotras). Desplazamos nuestras aspiraciones, nuestro auto-concepto hacia sustitutos: hacia los representantes, como si fuera por coincidencia, de aquellos que gobiernan y se aprovechan a nuestras expensas.
            El espectador se identifica con el protagonista de la película, el lector con el escritor de la autobiografía, el votante con el candidato político, el comprador con el modelo en el anuncio. Los aficionados a los deportes triunfan a través de sus equipos, el creyente tiene absoluto poder atrevas de su deidad, el don nadie vive vicariamente a través de las celebridades con una mezcla de adulación y resentimiento. Fregando el suelo con la radio encendida después de cerrar, el cajero canta con la estrella del pop que presume de la cantidad de dinero que está ganando.
            Y el trabajador se identifica con el capitalista. Él también tiene propiedades que defender contra los gorrones! o al menos las tendrá algún día!- en el libre mercado él es un capitalista potencial, ¿no debería defender sus potenciales intereses?. Gracias a los créditos, prácticamente todo el mundo es clase media, o puede tratar de aparentar que lo es. ¿Quién quiere admitir que está perdiendo la lucha de clases, cuando todos los demás parecen ir por delante?
            De igual modo, los estudiantes trabajando en empleos mal pagados, no se ven a sí mismos como trabajadores mal pagados, imaginando que un futuro más brillante les espera tras la graduación.  Así una clase entera nunca se identifica con su rol o demanda un trato más justo.
Si estas convencido de estar en el camino hacia una posición más alta en la pirámide, tu no quieres que aquellos que estarán por debajo, lo tengan mejor.
            Nacionalismo y patriotismos son casos extremos de esta identificación proyectada en la que los sujetos fusionan sus propios intereses con los de sus gobernantes. ! Atención a la primera persona del plural ¡“Vivimos en los estándares más altos de la historia de la humanidad” presume el economista frente al lector que no los comparte. “Ha llegado el momento de arriesgar nuestras vidas para defender nuestra libertad”  recita el presidente que nunca pisara un campo de batalla. Si un ejército extranjero invade el país, corta todos los árboles, envenena los ríos, y fuerza a los niños a crecer desposeídos y avergonzados, ¿quién no tomaría las armas para expulsarlos? ¿Cuánta gente se alquila todavía como voluntariosos cómplices cuando los hombres de negocios locales hacen las mismas cosas?
            Prácticamente todas las formas de identidad que nosotras conocemos minimizan las diferencias dentro de una categoría, para enfatizar las diferencias entre categorías.  Así todas las categorías tienden a oscurecer los conflictos y desequilibrios de poder internos, mientras ponen el foco en los externos. ¿Podemos crear una unidad que no esté fundada en burdas generalizaciones, conceptualizándonos a nosotras mismas como individuas únicas que todavía defienden que podemos ganar cuidando las unas de las otras? ¿Podemos identificarnos las unas con las otras en vez de con las categorías de nuestros opresores
           

            Cada mañana a las cinco y media mi radio reloj se enciende con las noticias. Normalmente ya estoy despierta. Cuando esto empezó a pasar, me di cuenta con resentimiento que la alarma me había enseñado tan bien que casi no la necesitaba. Entonces empecé a pensar irónicamente en ella como un entrenador que me retaba a enfrentarme con el día que tenía por delante. Ahora mis cinco minutos cada mañana simplemente me confirman que mi cuerpo a dormido suficiente y está plenamente recargado.
            Soy una conserje, nunca pensé que diría eso. Cuando era una niña, estaba decidida a llevar una vida de aventuras. Termine el instituto y me apunte a un programa de intercambio que me llevaría a Noruega. Cuando se lo dije a mi padre se puso furioso.
            “¿Qué pasa con tu trabajo?” Estaba hablando de un trabajo en una factoría que había estado haciendo por unos pocos meses durante ese verano.
            “Lo dejare” prometí. El parecía confuso.
            “! Pero si te van a hacer fijo en seis meses!” En ese momento pensé que estaba intentando matarme. El mes siguiente me fui a Trondheim.

            Han pasado casi treinta años desde entonces. De algún modo la vida me devolvió a casa. Me estoy vistiendo para otro turno de limpieza en la universidad estatal.  Solo llevo haciéndolo unos pocos años. La paga es decente y tengo buenos complementos. Vivo en una pequeña casa en un barrio obrero, mis hijos han crecido y me he librado de la mayor parte de mis deudas. Cuando deje mi casa de joven pensé que mi padre estaba loco.
            No puedo decir que me guste el ambiente de trabajo. Los estudiantes son desordenados y siempre miran a través de mí. Los profesores son unos guarros convencidos de que su duro trabajo les ha hecho ganar el derecho de no limpiar su propia mierda.  Si no fuera por la cuota que me descuentan me olvidaría de que estoy en un sindicato. Muchos de mis compañeros de trabajo son hombres malhumorados que odian a las mujeres, y yo soy normalmente la única mujer alrededor. Tengo que lidiar con murmuraciones racistas y misoginia.
            El trabajo de una buena conserje es invisible. Podría decir que hago cosas con mis manos: hago desaparecer cosas de los pasillos. Yo soy la responsable por lo que no hueles en el aire. Pinto cuidadosamente los elementos fijos que no notaras en el baño. Este es el trabajo del que estoy orgullosa, no porque tenga ninguna consecuencia sino porque lo hago bien.
            Nosotras mismas somos invisibles. Mis amigas y yo somos las hijas rebeldes de la clase trabajadora, a quienes les robaron sus últimas novedades. En los ochentas, éramos las locas que construían dentro de sus casas, sus propios bidones de compost con lombrices y trastocaban el estilo de vida en el que crecimos. En los noventas, conseguimos convertir aceite vegetal usado en combustible. En la primera década de este siglo nos retiramos de la aventura, volvimos al trabajo, y descubrimos que la corriente principal nos a alcanzado en nuestros gustos. Unidades de compost producidas en seria, estaciones de Diesel, coches híbridos y recuerdos hechos a mano disponible en internet, todo esto nos provoca nostalgia.
            La mayor parte del trabajo actual no le importa a nadie. Ni a los jefes, ni a los empleados, ni a los clientes. Incluso aunque trabajo ocho horas al día, cinco días a la semana, paso la mayor parte del tiempo leyendo libros en clases vacías, ordenando semillas vegetales de mi cosecha familiar en mi taquilla de conserje, dormitando en una escondida clase de estudio. A nadie parece importarle que mi turno dura ocho horas y solo me cuesta tres completarlo.
            Hay beneficios materiales en esta clase de trabajo también. Por ejemplo, ninguna de mis amigas volverá a pagar por papel de baño o productos de limpieza. Una silla de oficina con un pequeño roto va para una vecina. Cuando llegan los nuevos sofás, es navidad con todos los viejos. No son estos beneficios del trabajo lo que aprecio., sino la sumergida economía del regalo que permite. No es tanto un asunto político para mí, como una forma de vida.
            Ese es precisamente el problema, pienso. Todo en nuestras vidas está determinado por el trabajo. No solo la paga, sino también las conexiones sociales, las mercancías que derivamos, las habilidades en cuya perfección pasamos la vida.  Estas son cosas que pasan de una generación a otra. , pero no son suficientes, no son suficientes para liberarnos.
            Por otro lado, no puedo no trabajar. Necesito el dinero. Más que eso, necesito caer dormida agotada cada noche, con un sentimiento de logro. Creéroslo o no, mantener un edificio requiere mucha habilidad, puede ser al mismo tiempo desafiante y satisfactorio. Pero en los trescientos segundos o así, antes de que la alarma de mi reloj suene, me encuentro a mí misma preguntándome donde más podría emplear mis especialidades, de que otra manera podría experimentar esa sensación de logro. ¿Qué puedo conseguir además de mantener las facturas pagadas y a los estudiantes distraídos?
            Cada mañana las noticias llegan antes de que consiga ninguna respuesta. ¿Qué es ahora, este reloj despertador que solía ser el amo y después un entrenador? No estoy exactamente segura. Tal vez me distrae para que no me dé cuenta de las cosas. Quizá sonara cada día de trabajo por el resto de mi vida justo antes de que tenga una gran idea.

            Cada vez que lo hace me levanto y voy al trabajo. Bajo mi cabeza y mojo mi fregona. Aquí estoy frotando el suelo de una universidad en alguna parte, una cómplice potencial de tu gran escapada. Una camarada durmiente lista. Una célula dormida. Pero esto es un reto para ti, también, ver quien de nosotras puede responder las preguntas primero, quien puede mostrar cómo hacer un honesto trabajo para cambiar el mundo.

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