El individuo privado de significado elige dar el último salto
hacia el sinsentido identificándose con el mismo proceso que le priva de
ello. Él se convierte en Nosotros, el explotado
identificándose con el explotador. De
ahora en adelante sus poderes, son Nuestros poderes, los poderes del conjunto,
los poderes de la alianza de los trabajadores con sus propios jefes conocido
como la Nación Desarrollada.
Fredy
Perlman.
Nosotras no
nos identificamos con nuestras empobrecidas vidas, (esas no podemos ser
nosotras). Desplazamos nuestras aspiraciones, nuestro auto-concepto hacia
sustitutos: hacia los representantes, como si fuera por coincidencia, de aquellos
que gobiernan y se aprovechan a nuestras expensas.
El
espectador se identifica con el protagonista de la película, el lector con el
escritor de la autobiografía, el votante con el candidato político, el
comprador con el modelo en el anuncio. Los aficionados a los deportes triunfan
a través de sus equipos, el creyente tiene absoluto poder atrevas de su deidad,
el don nadie vive vicariamente a través de las celebridades con una mezcla de adulación
y resentimiento. Fregando el suelo con la radio encendida después de cerrar, el
cajero canta con la estrella del pop que presume de la cantidad de dinero que está
ganando.
Y el
trabajador se identifica con el capitalista. Él también tiene propiedades que
defender contra los gorrones! o al menos las tendrá algún día!- en el libre
mercado él es un capitalista potencial, ¿no debería defender sus potenciales
intereses?. Gracias a los créditos, prácticamente todo el mundo es clase media,
o puede tratar de aparentar que lo es. ¿Quién quiere admitir que está perdiendo
la lucha de clases, cuando todos los demás parecen ir por delante?
De igual
modo, los estudiantes trabajando en empleos mal pagados, no se ven a sí mismos
como trabajadores mal pagados, imaginando que un futuro más brillante les
espera tras la graduación. Así una clase
entera nunca se identifica con su rol o demanda un trato más justo.
Si estas convencido de estar en el camino hacia una posición
más alta en la pirámide, tu no quieres que aquellos que estarán por
debajo, lo tengan mejor.
Nacionalismo
y patriotismos son casos extremos de esta identificación proyectada en la que
los sujetos fusionan sus propios intereses con los de sus gobernantes. !
Atención a la primera persona del plural ¡“Vivimos en los estándares más altos
de la historia de la humanidad” presume el economista frente al lector que no
los comparte. “Ha llegado el momento de arriesgar nuestras vidas para defender
nuestra libertad” recita el presidente
que nunca pisara un campo de batalla. Si un ejército extranjero invade el país,
corta todos los árboles, envenena los ríos, y fuerza a los niños a crecer
desposeídos y avergonzados, ¿quién no tomaría las armas para expulsarlos? ¿Cuánta
gente se alquila todavía como voluntariosos cómplices cuando los hombres de
negocios locales hacen las mismas cosas?
Prácticamente
todas las formas de identidad que nosotras conocemos minimizan las diferencias
dentro de una categoría, para enfatizar las diferencias entre categorías. Así todas las categorías tienden a oscurecer
los conflictos y desequilibrios de poder internos, mientras ponen el foco en
los externos. ¿Podemos crear una unidad que no esté fundada en burdas
generalizaciones, conceptualizándonos a nosotras mismas como individuas únicas
que todavía defienden que podemos ganar cuidando las unas de las otras? ¿Podemos
identificarnos las unas con las otras en vez de con las categorías de nuestros
opresores
Cada
mañana a las cinco y media mi radio reloj se enciende con las noticias.
Normalmente ya estoy despierta. Cuando esto empezó a pasar, me di cuenta con
resentimiento que la alarma me había enseñado tan bien que casi no la
necesitaba. Entonces empecé a pensar irónicamente en ella como un entrenador
que me retaba a enfrentarme con el día que tenía por delante. Ahora mis cinco
minutos cada mañana simplemente me confirman que mi cuerpo a dormido suficiente
y está plenamente recargado.
Soy una
conserje, nunca pensé que diría eso. Cuando era una niña, estaba decidida a
llevar una vida de aventuras. Termine el instituto y me apunte a un programa de
intercambio que me llevaría a Noruega. Cuando se lo dije a mi padre se puso
furioso.
“¿Qué
pasa con tu trabajo?” Estaba hablando de un trabajo en una factoría que había
estado haciendo por unos pocos meses durante ese verano.
“Lo
dejare” prometí. El parecía confuso.
“! Pero
si te van a hacer fijo en seis meses!” En ese momento pensé que estaba
intentando matarme. El mes siguiente me fui a Trondheim.
Han
pasado casi treinta años desde entonces. De algún modo la vida me devolvió a
casa. Me estoy vistiendo para otro turno de limpieza en la universidad
estatal. Solo llevo haciéndolo unos
pocos años. La paga es decente y tengo buenos complementos. Vivo en una pequeña
casa en un barrio obrero, mis hijos han crecido y me he librado de la mayor parte
de mis deudas. Cuando deje mi casa de joven pensé que mi padre estaba loco.
No puedo
decir que me guste el ambiente de trabajo. Los estudiantes son desordenados y
siempre miran a través de mí. Los profesores son unos guarros convencidos de
que su duro trabajo les ha hecho ganar el derecho de no limpiar su propia
mierda. Si no fuera por la cuota que me
descuentan me olvidaría de que estoy en un sindicato. Muchos de mis compañeros
de trabajo son hombres malhumorados que odian a las mujeres, y yo soy
normalmente la única mujer alrededor. Tengo que lidiar con murmuraciones
racistas y misoginia.
El
trabajo de una buena conserje es invisible. Podría decir que hago cosas con mis
manos: hago desaparecer cosas de los pasillos. Yo soy la responsable por lo que
no hueles en el aire. Pinto cuidadosamente los elementos fijos que no notaras
en el baño. Este es el trabajo del que estoy orgullosa, no porque tenga ninguna
consecuencia sino porque lo hago bien.
Nosotras
mismas somos invisibles. Mis amigas y yo somos las hijas rebeldes de la clase
trabajadora, a quienes les robaron sus últimas novedades. En los ochentas, éramos
las locas que construían dentro de sus casas, sus propios bidones de compost
con lombrices y trastocaban el estilo de vida en el que crecimos. En los
noventas, conseguimos convertir aceite vegetal usado en combustible. En la
primera década de este siglo nos retiramos de la aventura, volvimos al trabajo,
y descubrimos que la corriente principal nos a alcanzado en nuestros gustos.
Unidades de compost producidas en seria, estaciones de Diesel, coches híbridos
y recuerdos hechos a mano disponible en internet, todo esto nos provoca
nostalgia.
La mayor
parte del trabajo actual no le importa a nadie. Ni a los jefes, ni a los
empleados, ni a los clientes. Incluso aunque trabajo ocho horas al día, cinco
días a la semana, paso la mayor parte del tiempo leyendo libros en clases
vacías, ordenando semillas vegetales de mi cosecha familiar en mi taquilla de
conserje, dormitando en una escondida clase de estudio. A nadie parece
importarle que mi turno dura ocho horas y solo me cuesta tres completarlo.
Hay
beneficios materiales en esta clase de trabajo también. Por ejemplo, ninguna de
mis amigas volverá a pagar por papel de baño o productos de limpieza. Una silla
de oficina con un pequeño roto va para una vecina. Cuando llegan los nuevos
sofás, es navidad con todos los viejos. No son estos beneficios del trabajo lo
que aprecio., sino la sumergida economía del regalo que permite. No es tanto un
asunto político para mí, como una forma de vida.
Ese es
precisamente el problema, pienso. Todo en nuestras vidas está determinado por
el trabajo. No solo la paga, sino también las conexiones sociales, las
mercancías que derivamos, las habilidades en cuya perfección pasamos la
vida. Estas son cosas que pasan de una
generación a otra. , pero no son suficientes, no son suficientes para
liberarnos.
Por otro
lado, no puedo no trabajar. Necesito el dinero. Más que eso, necesito caer
dormida agotada cada noche, con un sentimiento de logro. Creéroslo o no,
mantener un edificio requiere mucha habilidad, puede ser al mismo tiempo
desafiante y satisfactorio. Pero en los trescientos segundos o así, antes de
que la alarma de mi reloj suene, me encuentro a mí misma preguntándome donde
más podría emplear mis especialidades, de que otra manera podría experimentar
esa sensación de logro. ¿Qué puedo conseguir además de mantener las facturas
pagadas y a los estudiantes distraídos?
Cada
mañana las noticias llegan antes de que consiga ninguna respuesta. ¿Qué es
ahora, este reloj despertador que solía ser el amo y después un entrenador? No
estoy exactamente segura. Tal vez me distrae para que no me dé cuenta de las
cosas. Quizá sonara cada día de trabajo por el resto de mi vida justo antes de
que tenga una gran idea.
Cada vez
que lo hace me levanto y voy al trabajo. Bajo mi cabeza y mojo mi fregona. Aquí
estoy frotando el suelo de una universidad en alguna parte, una cómplice
potencial de tu gran escapada. Una camarada durmiente lista. Una célula
dormida. Pero esto es un reto para ti, también, ver quien de nosotras puede
responder las preguntas primero, quien puede mostrar cómo hacer un honesto
trabajo para cambiar el mundo.
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