La gente de África
no fue esclavizada porque fueran negros, fueron definidos como negros porque
fueron esclavizados.
Noel
Ignatiev.
Trascender
las categorías de identidad no es una tarea simple. Pueden ser constructos,
pero hablando de algún modo, son más reales que la realidad. La raza, por
ejemplo, es una ficción biológica pero un hecho social. Algunas de nuestras
nociones de identidad se han desarrollado a lo largo de cientos de miles de
años, hasta el punto que no nos podemos imaginar un mundo sin ellas. Puede ser duro recordar que no son
“naturales”, ni inevitables realidades vitales.
Las formas
de realidad que conocemos, están fundadas en la división entre uno mismo y el
otro, el grupo al que se pertenece y los otros – como la división entre
cristianos y “paganos”, que sirvió como justificación para conquistar y
masacrar a estos últimos. La negritud
fue inventada como una racionalización para la subyugación de ciertas gentes, y
la blanquitud como una alianza entre distintas etnicidades sobre la base del
privilegio compartido, como ilustra la manera en que etnicidades adicionales fueron
subsecuentemente introducidos dentro de esta alianza. Los sirvientes por deudas
blancos no se beneficiaban de este privilegio de la manera que los
terratenientes lo hacían, pero fueron sistemáticamente segregados de los
esclavos negros, y se les garantizo una ventaja suficiente sobre los últimos
para asegurarse que los explotados blancos y negros no se rebelarían juntos.
Estas categorías servirían después para dividir a aparceros y trabajadores
fabriles de la misma manera.
Por mucho
tiempo la identidad dentro del capitalismo estuvo principalmente determinada en
relación a la producción. Campesinos, mercaderes, y nobles eran identificados
como tales por lo que ellos producían o poseían. Todavía se hace con los trabajadores, de
cuellos azul, rosa o blanco.
Cuando la gente es categorizada por su roles en la
producción, identificarte a ti misma según cualquier otro criterio puede ser
una forma de rebelión: De aquí los disidentes religiosos del siglo XV y los
jipis de mediados del XX. Pero recientemente, el consumo se ha convertido en
más importante para la construcción de la identidad, “conduzco un camión
durante el día, pero soy un fan del rock todo el tiempo”. Mientras los roles en
la producción se han convertido en menos fijos y confiables, otras formas de identificación
han sido incorporadas por el capitalismo: hoy se nos anima a mezclar y encajar
con un casi infinito abanico de identidades de consumidor, y esto aparece como
anuncios personalizados en nuestra página de Facebook.
En el siglo
XXI antiguas categorías de identidad se correlacionan menos con los roles en la
producción, aunque las diferencias esenciales del capitalismo permanecen. La
esclavitud a sido abolida y un hombre negro puede convertirse en presidente,
pero hay más hombres negros en prisión que nunca antes. Las mujeres pueden
votar, trabajar fuera de casa, incluso convertirse en primer ministro, siempre
y cuando ellas lleven adelante la misma agenda que los políticos masculinos.
Desde los
movimientos de liberación nacional hasta los Panteras Negras y las Vengadoras Lesbianas, la identidad ha
sido un punto de reunión para la lucha colectiva. Pero aquellos que solo se
oponen al capitalismo porque dificulta a la gente como ellos mismos el convertirse en capitalistas son fácilmente
integrados. Matar o encarcelar a los Panteras Negras, permite a unos pocos Will
Smiths o Michael Jordans llegar hasta la cima, y el resto de la comunidad a entenderá
el mensaje de que el único camino para escapar de la pobreza es a través de la
competición en el mercado. El capitalismo fomenta la división entre las gentes
para facilitar la concentración de la riqueza, pero también puede permitir la
movilidad económica de los individuos de maneras que protejan las desigualdades
intrínsecas.
Una vez que
el ala radical de un movimiento basado en la identidad ha sido aislada y
derrotada, la estructura de poder puede absorber el remanente reformista.
Mientras empujan por mejores oportunidades dentro del marco capitalista, los
reformistas sirven para validar el
capitalismo, defendiendo los beneficios que algunos pueden acumular como
ganancias para todos los pertenecientes a una identidad dada. Peor, el discurso
del privilegio puede ser secuestrado
para deslegitimar la resistencia genuina: ¿cómo se van a atrever los
blancos a atacar a la policía multirracial en represalia de su asesinato de un
hombre negro? Irónicamente, esta clase de políticas de identidad han hecho
incluso su irrupción en discusiones sobre clase. Algunos activistas se
concentran en el “clasismo” mejor que en el capitalismo, como si los pobres
fueran simplemente un grupo social y predisponen contra ellos un problema mayor
que las estructuras que producen pobreza.
Aunque todos
ellos son, la mayoría de nosotros tenemos que definirnos, las identidades
producidas por el capitalismo tienden a reproducirlo. Si queremos ir más allá
de ellas, el asunto es no solo luchar
por nuestros intereses como trabajadores, o mujeres, o inmigrantes, todo esto
se puede realizar dentro de mejores pagas, techos de cristal más altos o
ciudadanía. El capitalismo puede garantizar concesiones, pero intentara imponer
el coste de estas sobre otros de los explotados. Tenemos que sustituir nuestros
actuales roles e identidades, reinventándonos a nosotros mismos y nuestros
intereses a través de un proceso de resistencia. No podemos basar nuestra
solidaridad en atributos compartidos o posiciones sociales, sino en un rechazo
compartido de nuestros roles en la economía.
mi c� �
d �cW �WX sé que mi padre estaba loco.
No puedo
decir que me guste el ambiente de trabajo. Los estudiantes son desordenados y
siempre miran a través de mí. Los profesores son unos guarros convencidos de
que su duro trabajo les ha hecho ganar el derecho de no limpiar su propia
mierda. Si no fuera por la cuota que me
descuentan me olvidaría de que estoy en un sindicato. Muchos de mis compañeros
de trabajo son hombres malhumorados que odian a las mujeres, y yo soy
normalmente la única mujer alrededor. Tengo que lidiar con murmuraciones
racistas y misoginia.
El
trabajo de una buena conserje es invisible. Podría decir que hago cosas con mis
manos: hago desaparecer cosas de los pasillos. Yo soy la responsable por lo que
no hueles en el aire. Pinto cuidadosamente los elementos fijos que no notaras
en el baño. Este es el trabajo del que estoy orgullosa, no porque tenga ninguna
consecuencia sino porque lo hago bien.
Nosotras
mismas somos invisibles. Mis amigas y yo somos las hijas rebeldes de la clase
trabajadora, a quienes les robaron sus últimas novedades. En los ochentas, éramos
las locas que construían dentro de sus casas, sus propios bidones de compost
con lombrices y trastocaban el estilo de vida en el que crecimos. En los
noventas, conseguimos convertir aceite vegetal usado en combustible. En la
primera década de este siglo nos retiramos de la aventura, volvimos al trabajo,
y descubrimos que la corriente principal nos a alcanzado en nuestros gustos.
Unidades de compost producidas en seria, estaciones de Diesel, coches híbridos
y recuerdos hechos a mano disponible en internet, todo esto nos provoca
nostalgia.
La mayor
parte del trabajo actual no le importa a nadie. Ni a los jefes, ni a los
empleados, ni a los clientes. Incluso aunque trabajo ocho horas al día, cinco
días a la semana, paso la mayor parte del tiempo leyendo libros en clases
vacías, ordenando semillas vegetales de mi cosecha familiar en mi taquilla de
conserje, dormitando en una escondida clase de estudio. A nadie parece
importarle que mi turno dura ocho horas y solo me cuesta tres completarlo.
Hay
beneficios materiales en esta clase de trabajo también. Por ejemplo, ninguna de
mis amigas volverá a pagar por papel de baño o productos de limpieza. Una silla
de oficina con un pequeño roto va para una vecina. Cuando llegan los nuevos
sofás, es navidad con todos los viejos. No son estos beneficios del trabajo lo
que aprecio., sino la sumergida economía del regalo que permite. No es tanto un
asunto político para mí, como una forma de vida.
Ese es
precisamente el problema, pienso. Todo en nuestras vidas está determinado por
el trabajo. No solo la paga, sino también las conexiones sociales, las
mercancías que derivamos, las habilidades en cuya perfección pasamos la
vida. Estas son cosas que pasan de una
generación a otra. , pero no son suficientes, no son suficientes para
liberarnos.
Por otro
lado, no puedo no trabajar. Necesito el dinero. Más que eso, necesito caer
dormida agotada cada noche, con un sentimiento de logro. Creéroslo o no,
mantener un edificio requiere mucha habilidad, puede ser al mismo tiempo
desafiante y satisfactorio. Pero en los trescientos segundos o así, antes de
que la alarma de mi reloj suene, me encuentro a mí misma preguntándome donde
más podría emplear mis especialidades, de que otra manera podría experimentar
esa sensación de logro. ¿Qué puedo conseguir además de mantener las facturas
pagadas y a los estudiantes distraídos?
Cada
mañana las noticias llegan antes de que consiga ninguna respuesta. ¿Qué es
ahora, este reloj despertador que solía ser el amo y después un entrenador? No
estoy exactamente segura. Tal vez me distrae para que no me dé cuenta de las
cosas. Quizá sonara cada día de trabajo por el resto de mi vida justo antes de
que tenga una gran idea.
Cada vez
que lo hace me levanto y voy al trabajo. Bajo mi cabeza y mojo mi fregona. Aquí
estoy frotando el suelo de una universidad en alguna parte, una cómplice
potencial de tu gran escapada. Una camarada durmiente lista. Una célula
dormida. Pero esto es un reto para ti, también, ver quien de nosotras puede
responder las preguntas primero, quien puede mostrar cómo hacer un honesto
trabajo para cambiar el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario