domingo, 26 de agosto de 2012

II. La Resistencia.

            Los economistas nos prometieron crecimiento sin límite. Cada uno podría tener sus propias propiedades, sus propias inversiones, cada uno podría ser un capitalista. Nosotros cogimos préstamos para pagar unos grados que nos proporcionarían unos trabajos que no existían, cogimos unas hipotecas que no nos podíamos permitir, chanchulleamos con las  facturas de las tarjetas de crédito, pretendiendo que nosotros, también, éramos clase media.
            Ahora está claro que no que no hay sitio en la cumbre para nosotros. El capitalismo es un esquema piramidal que se ha quedado sin caminos por los que expandirse. La gente se está revelando en Grecia, haciendo huelga en Francia, ocupando escuelas en Inglaterra. Todo el norte de África estalla en revueltas a medida que los efectos de la recesión se expanden.  Esta ola de levantamientos  alcanzara al final a los Estados Unidos, pero ya está en camino. El orden gobernante puede parecer inamovible hasta el día anterior a su colapso.

NO TENEMOS PORQUE VIVIR DE ESTA MANERA.

            Algunas convenciones sociales, como la propiedad privada, crean desigualdades de poder y en el acceso a los recursos. Otras no. Hay maneras de cubrir nuestras necesidades sin comprar o vender. Hay otras maneras de relacionarse con los demás sin tratar de aprovecharse a sus expensas.
            Es difícil creerlo ahora que el capitalismo ha colonizado casi cada aspecto de nuestras vidas. Pero todavía existen incontables ejemplos de otras maneras de hacer las cosas. Para la producción, pensemos en los ausolanes o en los eventos de trabajo comunitario, en los que la comunidad entera se junta un día para construir estructuras que de otras manera llevaría meses realizar, el software de código abierto, en el que los programas se producen y perfeccionan cooperativamente por las mismas personas que los usan. Para la distribución, pensemos en las bibliotecas, que pueden almacenar muchas más cosas que libros, o en el intercambio de ficheros, en el cual aquellos que necesitan un fichero autoorganizan su circulación. Para las relaciones, pensemos en los saludables lazos de la amistad y la familia, en el que cada uno está interesado en el bienestar de los demás, o en  fiestas y festivales en los que incluso los extraños disfrutan de la  participación de cada cual.
            Ninguno de estos modelos promueve el egoísmo o desalienta el esfuerzo. Todos ellos debilitan la noción de escasez: cuanta más gente participa, más gente se beneficia. Tiene que haber formas de extender esos formatos a otras esferas de la vida.
            Por supuesto, la idea de reorganizar nuestra sociedad por completo es abrumadora. Desde este punto de partida, no podemos imaginar que es lo que va a ser necesario o que aspecto va a tener el resultado que obtengamos. Pero podemos empezar.
            Abolir la propiedad privada seguramente envuelve retos e inconvenientes en sí misma, pero raramente puede ser peor que los efectos del capitalismo global. Todas hemos oído hablar de la llamada tragedia de los comunes, la idea de que no se puede confiar en la gente para que cuiden de los recursos por los cuales todas seriamos igualmente responsables. Solo hay un grano de verdad en esto: la tragedia real de los comunes es que fueron privatizados, que la gente fallo a la hora de protegerlos contra aquellos que los agarraron. Si queremos acabar con el capitalismo, tenemos que aprender cómo defendernos a nosotras mismas de aquellos que quieren imponernos la tragedia de la propiedad.
            Nos han robado tanto del mundo que puede ser desorientador encontrarnos de repente compartiéndolo de nuevo. Podemos tener una pista de como seria mirando a los recientes levantamientos en los que la gente ha creado zonas autónomas fuera del capitalismo: Oaxaca 2006, Atenas 2008, El Cairo 2011. La euforia de conquistar y darle un propósito nuevo a los espacios, de actuar espontáneamente en masa, tiene poco que ver con el día a día de la vida en la sociedad capitalista. Desmantelar el capitalismo no solo significa tener las posesiones materiales en común, sino descubrirnos unas a otras y a nosotras mismas, abrazando una manera completamente diferente de estar en el mundo.

EL CAPITALISMO SE DIRIGE A  LA CATASTROFE.

            Por muy estables que las cosas puedan parecer en algunas partes del mundo, estamos entrando en una nueva era de crisis e incertidumbre.
            El capitalismo jamás ha estado tan generalizado como lo está ahora. La anterior generación experimento la alienación, sufriendo la disonancia entre sus roles en la producción y su sentido de sí mismos. La generación actual está caracterizada por nuestra identificación con los roles económicos que se han ido infiltrando en cada esfera de la vida. Así que en el momento de su triunfo el capitalismo es más precario que nunca.
            Todos los tratados de paz del siglo XX han expirado. Los salarios más altos que los industriales ofrecieron a sus obreros se han desvanecido junto con los empleos mismos. Los sindicatos han sido sobrepasados por la globalización, las naciones comunistas del este han tenido una transición hacia el capitalismo de mercado libre, mientras las social democracias del oeste están siendo desmanteladas.  Pero estos compromisos nos eran solo maneras de evitar la confrontación, también servían para perpetuar el capitalismo. Los aumentos de salario permitían a los obreros comprar productos y mantener el esquema piramidal expandiéndose, los sindicatos prevenían a los capitalistas de empobrecer a su base consumidora. Ahora el capitalismo ha abandonado sus antiguos métodos de integración y auto perpetuación, el futuro está en juego. Las viejas alternativas han perdido su crédito, pero las nuevas ideas revolucionarias están destinadas a llegar al primer plano.
            El capitalismo está dedicado a la acumulación de beneficios sin fin, pero este beneficio tiene que venir de alguna parte. Una vez que les has chupado la última gota de sangre a tus obreros, se secan, los beneficios caen, causando el estancamiento de los mercados. Hasta hace muy poco, era posible resolver este problema introduciendo nuevos recursos y poblaciones. Ahora el capitalismo se ha extendido a lo largo y ancho del mundo, conectándonos a todos y convirtiendo cualquier crisis en verdaderamente mundial. Al mismo tiempo, la producción industrial está alcanzando sus límites ecológicos, mientras el progreso tecnológico ha convertido a mucha de la fuerza laboral en innecesaria, creando un cada vez más grande exceso de población preocupada.
            El capitalismo ha estado en el umbral de la crisis durante décadas. Extender el crédito a capas cada vez más amplias de los explotados ha sido de mantener los niveles de consumo, mientras la fuerza de trabajo se empobrecía. Los inversores han movido sus riquezas hacia el mercado financiero, esperando beneficiarse de la especulación ahora que los beneficios de la producción material se han estancado. La gran mayoría de la innovación se ha centrado en los nuevos mercados      inmateriales: información, marcas, redes sociales. Todo esto solo ha servido para posponer el día de aceptarlo.
            La crisis financiera del 2008 no fue una casualidad, sino un aviso de los tiempos que están por llegar. No es simplemente una cuestión de esperar hasta que las cosas vuelvan a la normalidad. La siguiente fase de esta crisis puede que no golpee el mundo occidental durante años o décadas, pero ya está en camino. Actualmente, la economía capitalista esta escasamente en condiciones para ofrecer a la gente trabajos decentes, dejando a un lado vidas con significado, incluso midiéndolo según sus criterios materialistas, no está funcionando.
            De igual modo no es una coincidencia que estemos escribiendo esto en este momento. Desde el momento que la economía es la manifestación concreta de los valores y jerarquías de nuestra sociedad, una crisis financiera anuncia una crisis de fe en el mismo sistema. Una nueva ola de revueltas está destinada a levantarse.
            En los periodos turbulentos, la gente reevalúa sus suposiciones y valores. Por supuesto no podemos asegurar cual va a ser el resultado, incluso si el capitalismo colapsa, la que venga después puede ser incluso peor. Ahora mismo es extremadamente importante establecer ejemplos positivos de lo que significa resistir y de lo que las alternativas al capitalismo pueden ser. Durante los levantamientos sociales lo que la gente cree que es posible puede cambiar muy rápidamente, pero sus nociones de lo que es deseable usualmente cambian mucho más despacio. Esto explica por qué levantamientos iniciados desde la base a menudo se conforman al obtener concesiones que son mucho menos radicales que las formas que se han adoptado durante la rebelión: a nuestra imaginación le cuesta un largo tiempo alcanzar a la realidad.
            Si aquí donde vivimos las cosas están tranquilas, eso no significa que siempre vaya a ser así. Hay que pensar por adelantado en los levantamientos que aparecerán en el horizonte: cuando lleguen, ¿qué es lo que nos gustaría haber hecho para estar preparados? ¿Cómo podemos maximizar la posibilidad de que se conviertan en lo mejor que podemos obtener?
            No ofrecemos el único camino fuera del capitalismo, pero creemos que el nuestro es el más deseable. No proponemos un feudalismo corporativo, guerras étnicas, campos de concentración, colapso ecológico, hambruna mundial o guerra nuclear. Unas pocas décadas de agudo conflicto social no son nada comparadas con las catástrofes que están aseguradas si no tomamos la iniciativa. No nos equivoquemos, el mundo va a cambiar. Depende de nosotras si va a cambiar para mejor o para peor.
            No estamos vendiendo una utopía. Simplemente queremos aprender de las tácticas que funcionaron para mantener a los seres vivos, incluida nuestra especie, como una saludable parte del ecosistema durante los últimos millones de años, con esperanza de que podamos sobrevivir al menos unos cuantos miles más. Esta humilde aspiración nos sitúa en conflicto directo con el actual orden social.

CAGAR CON MEDIO CULO NO NOS SALVARA.

            ¿Qué puede acabar con la tiranía de los mercados? No tenemos ninguna respuesta sencilla, pero estamos convencidas de que es la pregunta más importante. Las soluciones intermedias son seductoras porque parecen más accesibles que los cambios estructurales. De hecho, sería más sencillo destronar el capitalismo de una vez por todas que alterar sus efectos mientras dejamos sus causas intactas. Para empezar, podemos identificar varios acercamientos que no funcionan y entonces, avanzar hipótesis sobre lo que podría hacerlo.
            La caridad no resuelve los problemas creados por el capitalismo, tampoco el trabajo voluntario ni las campañas que se ocupan de un solo tema. Podemos pasar toda una vida tratando los síntomas sin hacer ningún progreso hacia la cura.
            Pintar el capitalismo de verde no lo hará sostenible. Ni limitara nuestro consumo. Cuando la economía recompensa el comportamiento destructivo, aceptar limitaciones voluntarias solo significa ceder poder a competidores menos escrupulosos. De igual modo, mientras estos incentivos permanezcan solo los gobiernos más autocráticos pueden evitar que sus gentes los persigan. Colapso ecológico o fascismo ecológico, tiene que haber otra opción.
            Los sindicatos no nos rescataran del capitalismo. Cuando las empresas pueden mover los puestos de trabajo alrededor del mundo a voluntad, ya no es efectivo resistir en un solo lugar cada vez, o incluso en el mismo país al mismo tiempo. Incluso si pudiéramos proteger los derechos de los trabajadores en una industria en particular, esto simplemente les daría una ventaja para defenderse de otros entre los explotados y los excluidos, necesitamos estructuras para desmantelar la misma pirámide, no para proteger los intereses de un grupo específico dentro de ella.
            Las nuevas tecnologías no van a volver al capitalino obsoleto. Compartir archivos, el software libre, y las redes sociales no cambian las desigualdades materiales en la base. Mientras la economía domine nuestras vidas, los formatos participativos solo nos integraran dentro de ella más constantemente.
            No hay camino para escapar del capitalismo de manera individual, no hay lugar fuera donde retirarnos. El crimen puede ofrecer una ventaja a los explotados y a los excluidos, pero no enfoca fuera de la lógica del sistema. Los hacker exitosos y los artistas del timo a menudo terminan trabajando para empresas de seguridad o el mismo gobierno.
            Desde el momento que no confrontan al capitalismo en sí mismo, los movimientos de liberación basados en la identidad no pondrán un fin a la injusticia y la desigualdad.  Ser explotadas por personas como nosotras no es ninguna mejora respecto a ser explotadas por personas diferentes.  Incluso si pudiéramos experimentar igual de oportunidades dentro del capitalismo, incluso si la dominación y la explotación se pudieran distribuir sin preferencias de raza, género o cualquier otro eje de opresión, el capitalismo en sí mismo seguiría siendo opresivo.
            Las reformas de los gobiernos no nos curaran del capitalismo. Pueden temporalmente compensar sus efectos, pero la clase de los propietarios siempre tendrá una ventaja cuando se trate de usar las estructuras del estado. Incluso si los anticapitalistas lo consiguiéramos y estableciéramos un gobierno realmente nuevo, lo único que podríamos hacer seria controlar el capital nosotras mismas, convirtiéndonos en una nueva clase capitalista. Los comunistas ya lo hicieron en el siglo XX con resultados catastróficos. Lo máximo a lo que las soluciones desde un gobierno pueden llegar es el ideal de todo el mundo compartiendo el control del capital a través de aparato coercitivo del estado, pero incluso si esto fuera posible, sería solo una nueva clase de infierno: un sistema autoritario sin autoridades.
            La autogestión y la “democracia directa” no son suficientes para  conducirnos más allá del capitalismo. Incluso sin jefes y gobernantes, las instituciones capitalistas seguirían produciendo los mismos efectos si siguiéramos usándolas para los propósitos que fueron diseñadas. De la misma manera que el aparato del estado sigue reinando incluso sin monarcas. Si conquistamos los lugares de trabajo, pero seguimos trabajando en ellos, todavía tendremos que ir a través de la economía para obtener todo aquello que necesitemos, continuaremos sufriendo la misma desconexión con nosotras mismas y el mundo que nos rodea.
            Incluso en medio de la catástrofe, no hay garantías de que el capitalismo vaya a caer por sí solo. Por más de un siglo y medio, los marxistas vienen prometiendo que el capitalismo colapsara una vez que las “condiciones materiales” maduren suficientemente, pero cada crisis ha dejado al capitalismo más estable que nunca. La próxima vez que esté en riesgo de desmoronarse, nosotras hemos de perseguir la oportunidad de interponer una manera diferente de vivir.
            No hay manera de evitarlo, si queremos cambios fundamentales, tenemos que abolir la propiedad privada del capital. Esto no es solo una transformación política y económica, sino también social y cultural. No puede ser impuesta desde arriba, debe ser llevada a cabo por una masa crítica preparada para defenderse por sí misma.
            No sabemos si el capitalismo caerá a lo largo de nuestra vida, pero sabemos que caerá. Mientras tanto, podemos establecer el anticapitalismo en la imaginación popular como oposición al orden actual, así quizá la gente no gravitara hacia el reformismo o los programas reaccionarios. Podemos también sacudirnos la fe en el sistema capitalista, mostrando que no es la mejor manera de estructurar nuestras vidas, ni la única posible, ni siquiera estable o confiable. El capitalismo es un hechizo: se puede romper.

MANTENGAMOS RENOVANDOSE NUESTRAS ESTRATEGIAS Y TACTICAS.

            Recapitulemos: desde el principio de la revolución industrial la gente inicio las resistencias sobre la base de sus roles comunes en la producción, organizando sindicatos en sus lugares de trabajo y forjando relaciones subversivas es sus vecindarios. Después de los acuerdos laborales de principios del siglo XX, las líneas del frente de la resistencia viraron al terreno del consumo, a medida que la alienación de la sociedad producida de manera masiva dio paso a la masiva incomodidad  A medida que el mercado de consumo se diversificaba, este último se convertía en cada vez más subculturalmente específico.
            Hoy estamos fragmentadas, espacialmente, socialmente, y culturalmente, pero también estamos más interconectadas que nunca antes. Cualesquiera que fueran las ventajas de los anteriores formatos de lucha, han alcanzado sus límites. Todavía pueden ser útiles, pero difícilmente producirán algo nuevo. No debemos analizar los nuevos formatos de acuerdo con los criterios de los viejos, sino de acuerdo a como de efectivamente hacen uso de sus oportunidades.
            Por ejemplo, al final del siglo XX, surgió un movimiento internacional alrededor de las protestas contra las reuniones de las organizaciones de comercio como el Fondo Monetario Internacional. Denominado “movimiento antiglobalización” por eruditos que odian decir anticapitalismo, este movimiento trato de bloquear una nueva ola de desregularizaciones capitalistas.  Los críticos anticapitalistas  sostienen que tales “ataques a las cumbres” fallaron para construir luchas locales a largo plazo. Esto es verdad, pero en la era del cosmopolitismo y la transitoriedad, movilizaciones internacionales se beneficiaron de lo que la gente ya estaba haciendo, mientras que las organizaciones locales tenían que luchar contra la corriente. Desde el momento que inhibieron a las multinacionales de imponer peores condiciones laborales a sus trabajadores, los manifestantes contra estas reuniones llenaron el hueco que los sindicatos ya no pueden hacer por sí mismos.
            Lo mismo ocurre con la crítica de que el levantamiento subculturalmente basado confina la resistencia a estrechos grupos sociales. Una vez más, esto es obviamente cierto, pero no tiene en cuenta por qué estos esfuerzos han sido tan efectivos recientemente comparado con otras formas de organización. Los sindicatos explícitamente anticapitalistas pueden todavía jugar un importante papel en la resistencia, pero si la gente llega a ellos a través de canales subculturales, tan a menudo como a través de la organización en el trabajo, tenemos que analizar esta estrategia de acuerdo con esto. El punto no está en volver a la fuerza de las viejas tácticas, sino en transcender los inconvenientes de las nuevas.
            En la sociedad occidental, parece que la producción y el consumo ya no crean más cuerpos sociales masivos susceptibles de concebir sus intereses fuera del capitalismo. Por el contrario, ambos han sido estructurados para no constituir cuerpos sociales coherentes en absoluto. Esto puede no ser necesariamente malo, si queremos abolir el capitalismo, puede ser mejor que no nos conceptualicemos a nosotras mismas de acuerdo a nuestros roles dentro de él. Pero, ¿de qué otra manera podemos agruparnos para resistir?
            Parece probable que la nueva fase de las luchas se va a centrar alrededor del terreno de la información. Del mismo modo que la factoría de producción masiva produjo una completa estructura social junto a los bienes materiales, las nuevas formaciones sociales son moldeadas por las maneras en las que se informan. Ahora que mucha de la raza humana es extraña a los procesos de producción, la principal razón que nos une al orden social actual es la manera que estructura nuestras interacciones y nuestra noción de lo que es posible. Los nuevos medios participativos sirven para mantener a la población redundante ocupada compitiendo por la atención dentro del marco del capitalismo, un proceso que dicta sutilmente que podemos imaginar.
            Luchar en el terreno de la información no significa solamente bloquear websites como el grupo descentralizado Anonimous hizo en represalia por el cierre de WikiLeaks. Este terreno se extiende más allá de internet y los móviles a todas las estructuras a través de las cuales la gente construye conjuntamente su concepción de la realidad.  Los lenguajes y los marcos a través de los cuales nuestra especie atribuye significados están ahora en juego: tenemos que crear nuevas conexiones entre la gente, nuevas redes a través de las cuales la información pueda correr y la gente pueda responder al mundo a su alrededor.  Cuanto más fuera de internet se puedan extender estas redes, más fácilmente podrán mantenerse bajo nuestro control.
            Esto puede parecer una lucha a la defensiva: el capitalismo ha conquistado ya el planeta entero y ahora estamos luchando en el verdaderamente último reducto, nuestros propios espacios mentales y nuestras relaciones. Pero en cada lucha, el sistema capitalista al completo se ve en cuestión. Esto es especialmente cierto ahora que las nuevas formas de autoorganizacion pueden extenderse casi instantáneamente. En este contexto, chispas de resistencia pueden transcender los límites del activismo y las subculturas para catalizar revueltas a gran escala.
            Al mismo tiempo que vamos terminando este libro, las rebeliones han estallado en Túnez, Egipto y otras partes de oriente medio. Una nueva generación empobrecida y desarraigada aunque ligada a las nuevas tecnologías, ha iniciado una ola de revueltas sin líderes. Esto ha empezado en los márgenes, pero una vez que se ha visto claro que había posibilidades de éxito, es resto de la población se ha unido rápidamente. El gobierno egipcio corto internet y la telefonía móvil en respuesta, pero esto solo enfureció más a la población. Estos levantamientos no han asumido formas anticapitalistas, pero ofrecen una fugaz visión de lo que una revolución anticapitalista podría alcanzar, más específicamente,subraya, como de importantes van a resultar las comunicaciones tecnológicas y las redes sociales para cualquier levantamiento masivo por venir.
            En el futuro veremos probablemente como los gobiernos tratan de dar forma a la arquitectura de las comunicaciones para que sea innecesario cortar internet. Grandes servidores dirigirán sutilmente el flujo de atención, promoviendo ciertos modos de protesta y suprimiendo otros. El grado en que podamos mantener canales abiertos para la comunicación libre determinara las posibilidades para la liberación.


LUCHA ALLA DONDE ESTES.


            Cualquiera que sea nuestra posición en la pirámide, seamos estudiantes de instituto, trabajadoras temporeras, pipas sindicados, abogadas o sintecho y desempleados, podemos luchar allá donde estemos. Es más probable que seamos efectivas cuando nos enfrentamos a las injusticias que nos afectan personalmente en el terreno que mejor conocemos.
            Desde el momento que nuestras vidas están colonizadas, tenemos que tomar como punto de partida para nuestra resistencia los roles que nos han impuesto. Sería fácil confinar la resistencia a nuestro tiempo libre, hacer de ello algo adicional, una reunión al final de nuestra jornada laboral, unas pegatinas. Esto corresponde a la tendencia a luchar por causas externas a nuestro día a día. La ventaja del modelo sindicato es que toma el régimen diario impuesto a los trabajadores y lo convierte en un lugar para la organización y la confrontación. Si un sindicato convencional no es apropiado en nuestro contexto, podemos experimentar con otros formatos: grupos de autodefensa, círculos de ladrones, una sociedad secreta para la conciencia revolucionaria.
            El capitalismo no es solo lo que nos pasa en el trabajo. También podemos resistirnos a él en el resto de nuestra vida diaria, defendiendo nuestro barrio contra el aburguesamiento, ocupando casas desahuciadas, llevando nuestro crédito al límite para después declararnos en bancarrota. Las formas de resistencia colectiva en el consumo pueden ser más difíciles que en la producción, pero son posibles: ocupar temporalmente espacios y usarlos para eventos públicos, ir un evento caro en masa y forzar la entrada sin pagar, ira al centro comercial y hacer lo mismo pero a la salida. Cuanto más nuestros estilos de vida consistan en resistencia mejor que en sumisión, más fieramente estaremos luchando.
            Ser excluidas es también un rol que puede ser rechazado. No tenemos que tener un trabajo operando los medios de producción para estar legitimados a apoderarnos de ellos, no más de lo que tenemos que vivir en un barrio comercial para estar legitimados para saquearlo. Cuanto más y más gente somos expulsadas hacia los márgenes, el papel que las marginalizadas debemos jugar en la resistencia se convierte en más y más central.
            Como dicen en las canchas de baloncesto, juega en tu posición. Redirijamos los recursos y la información aquellos que pueden usarlos más efectivamente de lo que nosotras podemos. Cuando la gente se "toma en serio" luchar contra el capitalismo, a menudo solemos abandonar la posición que ocupábamos previamente en él, dejando el trabajo, abandonando los estudios, dejando de participar en procesos en vez de interrumpirlos. Esto le va bien al capitalismo, una de las funciones de la población excedentaria es la de contener a todo el que pudiera causar problemas caso de intentarlo. Es mejor pasar a la ofensiva. No dejemos nuestros trabajos, esperemos hasta que el jefe este más vulnerable y organicemos una huelga invitando a todo el mundo a que se una. No abandonemos los estudios e iniciemos alguna campaña reivindicativa, organicemos huelgas y cursos alternativos, agrupemos a unos cuantos estudiantes que puedan canalizar recursos fuera del campus, tratemos de iniciar una ocupación. Cuando nos expulsen podremos seguir con nuestras vidas.
            No hay territorio moral en el capitalismo. No es más ético estar más abajo en la pirámide. Tratar de apaciguar nuestras conciencias no le hace ningún bien a nadie. Del mismo modo, dejemos a otros jugar en sus posiciones, no gastemos energía en juzgarles. Incluso los abogados y los profesores pueden jugar un papel importante si pueden recuperarse a sí mismos. No ganamos nada con una superioridad moral, el objetivo no es tener razón, sino ser peligrosas. Cuando nos desgajamos en facciones rivales, les ahorramos a los capitalistas el problema de dividirnos y distraernos.
            Cada posición en la pirámide es un acuerdo. Elijamos nuestro acuerdo cuidadosamente. El lugar en que estemos localizadas determinara lo que experimentamos y con quien nos identificamos, dando forma a nuestros intereses inevitablemente. Como adquirimos los recursos puede enmarcar nuestros valores y nuestra concepción de la naturaleza humana. Si conseguimos asegurarnos un trabajo fijo y bien pagado para obtener financiación para nuestros proyectos, por ejemplo, podemos perder eventualmente el contacto con aquellas en posiciones menos ventajosas, o simplemente perder la fe que ellas saben cómo "hacer que las cosas se hagan".
            Luchemos al lado de otras con nuestro mejor interés en el corazón, pero no nos acerquemos a la resistencia como una suerte de trabajo voluntario que hacemos en su representación. Olvidémonos de tratar de identificar "la clase más revolucionaria" o de encontrar a alguien en peor situación que nosotras para ser sus "aliadas". Si no experimentamos las luchas de otros como nuestras propias luchas, probablemente resultaremos unas aliadas erráticas. La mejor asistencia que podemos proveer a cualquiera es amenazar las estructuras de poder, mostrando que todas tenemos mucho en juego al luchar por nosotras mismas.
            Ni debemos tomar nuestros privilegios como garantizados. Al contrario, rechazar nuestro rol significa renunciar a ellos también. Por ejemplo, los manifestantes no estarán realmente interrumpiendo el funcionamiento del capitalismo hasta que fuercen a la policía a tratarlos como delincuentes. Pero siempre seremos más efectivas revelándonos con las que son como nosotras que actuando como soldados rasos en la campaña de cualquier otra. Sea lo que fuera que nos empujó a nosotras al otro lado, asegurémonos de que le pasa a todo el mundo como nosotras.
            El objetivo de todo esto no es solo obtener una pequeña venganza o ganar alguna ventaja que de otra manera no hubiéramos tenido dentro de la economía, sino sobre todo hacer conexiones, ensanchar nuestros lazos y profundizar nuestro repertorio de habilidades. Empecemos con unas pocas amigas, gente en la que podamos confiar. Acostumbrémonos a trazar planes y llevarlos a cabo, para responder a las cosas que nos enfadan o nos ponen tristes, para desobedecer. A medida que vayamos encontrando a otras haciendo las mismas cosas, construiremos redes que podrán  dar caña en acciones conjuntas.
            Tan pronto como la gente vemos que algo distinto es realmente posible, nos encontramos tomando decisiones en un contexto diferente. Entre levantamientos, podemos ser un ejemplo de a lo que se parece el resistir, y cuando las cosas se aceleren, las alcanzaremos.
NO LES PERMITAS EXPRIMIR LA VIDA FUERA DE TI.

EXTENDAMOS NARRATIVAS QUE LEGITIMEN LA REVUELTA.

            Todo el mundo quiere que las cosas sean diferentes pero nadie está seguro de que hacer. Incluso aquellos que han decidido embarcarse en guerra abierta no están seguros de cómo empezar o como estar seguros de que otras van a querer unirse para luchar juntas.
            Por eso es tan importante cuando algo ocurre que le da a la gente un punto de acuerdo común. Cuando la policía griega mato a Alexis Grigoropoulos en diciembre del 2008, toda Grecia se levantó en revuelta. En noviembre del 2010 decenas de miles se manifestaron en contra de las nuevas leyes que iban a subir el precio de los estudios en UK. En ambos casos, finalmente los radicales tenían una narrativa que la población en general encontraba convincente a través de líneas culturales y políticas, legitimando formas de resistencia en que mucha gente jamás imagino verse envuelta participando.
            Usualmente, estos puntos de arranque son reactivos, respondiendo a alguna nueva injusticia que excede incluso el nivel de abuso que la gente ya asimila como garantizado. Puede ser fácil para la gente estar de acuerdo en su oposición a nuevas injusticias, pero a veces es difícil imaginar posibles alternativas. La legitimidad en si misma esta socialmente construida para estar fuera del alcance de aquellos que quieren oponer resistencia, por ejemplo, los excluidos se encuentran con que no hay "legítimo territorio" en el que defender sus derechos. Podemos contar con que estas limitaciones propagan narrativas que llegan más profundo que los abusos de la policía o las leyes injustas, ofreciendo críticas más fundamentales y visiones más transformadoras.
            Convirtamos en práctica el actuar dentro de estas narrativas: las ideas carecen de fuerza hasta que la gente ve a otros comportándose como si estas fueran reales.
            Busquemos las vulnerabilidades y  fallas  en la actual configuración del poder. El poder está ahora desigualmente distribuido, pero también está distribuido en diferentes configuraciones, dinero, atención, influencia social, que no son perfectamente intercambiables y no se comportan de acuerdo a las mismas leyes. En los conflictos venideros, algunas de las fallas, y algunas de las ventajas que podemos obtener, probablemente se abrirán alrededor de las tensiones entre estas diferentes configuraciones. 

ENCONTREMOS MANERAS DE LUCHA QUE SE EXTIENDAN.

            ¿Cómo puede una forma de resistencia extenderse o contribuir a otras formas de resistencia? Esto determinara como de efectiva será en último término. El aspecto más decisivo de cada acto de desafío es la relación que pueda establecer con otros similares.
            Aquellas que luchamos contra las restricciones del capitalismo debemos identificarnos con cada una de las demás que luchan contra él. Si no lo hacemos, incluso si son luchas efectivas, los capitalistas las neutralizan garantizando nuestras demandas a expensas de otras. Como mucho pueden simplemente reemplazar la clase dominante previa sin transformar el sistema en sí mismo.
            No podemos medir la fuerza de una revuelta de la misma manera que podríamos medir la fuerza de una organización policial. La fuerza de la insurrección es social, no militar: la cuestión es cómo es de infecciosa, como de lejos llega dentro de la población en general, cuanto ha transformado las relaciones. Los levantamientos populares pueden triunfar sobre ejércitos mucho mejor equipados si mantienen su carácter popular. Una vez que los bandos han quedado fijados y la extensión del levantamiento está determinada,  se vuelve seguro para los gobernantes confiar en la fuerza bruta una vez más.
            Así pues, no les permitamos a nuestros enemigos aislarnos de otras como nosotras, no nos quedemos desconectados en nichos subculturales, no les permitamos a los radicales imponernos oscuros puntos de referencia que solo nos harán más difícil comunicarnos con la población en general. No son los movimientos en sí mismos los que provocan el cambio social, sino los contagiosos efectos de transformación. Esto significa que la gente realmente en medio de una transformación tiene más que ofrecer al proyecto de la revolución, que los partisanos de esta que no han cambiado en treinta años. Las primeras todavía no han pasado a través del análisis de todas sus políticas y tácticas, pero su inconsistencia y torpeza se compensan por la flexibilidad, el ímpetu y el optimismo, sin mencionar las relaciones que tienen con gente que todavía no ha elegido su bando. Una vez que nuestras nuevas identidades como radicales han cristalizado, los papeles que podemos jugar en los levantamientos sociales son cada vez menos dinámicos. Todavía podríamos luchar, por supuesto quizá con mayor experiencia, pero solo desde una posición fija.

ENCONTREMOS MODOS DE LUCHA QUE CREEN ACCESO A RECURSOS FUERA DEL CAPITALISMO.

            Cuanto tenemos que evaluar tácticas y estrategias, una de las cuestiones más importantes es si aseguran más oportunidades y recursos. Algunas veces vale la pena tener una perdida para conseguir un objetivo en particular, pero una vez que nos extralimitamos puede ser muy difícil recuperarla.  Muchos proyectos naufragan principalmente porque fallan al tratar de recuperar los recursos invertidos en ellos: no podemos llevar a cabo una lucha extenuante indefinidamente sin obtener los recursos para ella de alguna parte.
            Pero si una forma de lucha asegura nuevos recursos, es tan importante preguntarse como los pone a nuestra disposición, como los hace circular. Si no queremos reproducir las relaciones de propiedad del capitalismo, tenemos que proveernos para nuestras necesidades materiales de maneras que creen otra relación con los objetos. La resistencia es solo anticapitalista desde el momento en que inmediatamente establece estas relaciones. Si los recursos que obtenemos todavía se enmarcan dentro de la propiedad privada, podemos esperar que aparezcan las mismas dinámicas dentro de nuestros círculos que las que vemos en la economía capitalista.
            Por otro lado, construyendo nuevas infraestructuras, podemos demostrar otra forma de vivir, dándole a la gente un motivo para implicarse en luchar por ellas. Es desafiante hacer esto cuando hay tantísima presión para privatizarlo todo, pero en los tiempos en que el capitalismo pierda su control será mucho más fácil. Tenemos que estar preparadas para aprovechar cualquier oportunidad para establecer formas de riqueza que puedan ser poseídas en común.
            La piratería fue tan efectiva hace cuatro siglos, porque en la relativa seguridad de alta mar, era bastante fácil para los marineros deponer a sus comandantes y tomar el control de los barcos. Los barcos representaban una sociedad en miniatura, más allá del alcance de las fuerzas armadas que mantenían el delicado equilibrio de poder en tierra. Tan pronto como los marineros se amotinaban, lo primero en su lista de asuntos a resolver era establecer nuevos términos de compromiso, colectivizando todo lo que había a bordo antes de partir a hacer la guerra al viejo orden.  Esta forma de rebelión se podía extender por división celular, cuando una tripulación se dividía en varios grupos, por ataque vírico, cuando los piratas conquistaban un barco y liberaban a la tripulación, por contagio, cuando un marinero que había sido pirata se enrolaba en un nuevo barco, y por rumores, cuando los marineros oían sobre otras revueltas piratas y decidían intentarlo ellos mismos. ¿Qué lugares pueden servir como barcos piratas en nuestra era? ¿Qué espacios y recursos pueden ser conquistados y vueltos contra una sociedad basada en la propiedad privada?
            Además de colectivizar el acceso a los recursos inmediatamente, necesitamos formas de lucha que redistribuyan el poder en sí mismo. Para defendernos de enemigos exteriores e internos acaparadores de poder, las comunidades insurgentes necesitan establecer estructuras de poder múltiples que se puedan contrarrestar unas a otras y minen continuamente las nuevas jerarquías.  No hay atajos para la libertad, los líderes y los partidos políticos no nos la pueden proporcionar, solo quitárnosla. Si no somos cuidadosas, podemos derrocar a todos los gobiernos del mundo y ocupar todos los lugares de trabajo sin acercarnos lo más mínimo a asumir el control sobre nuestros propios destinos.
            A largo plazo, el objetivo no es asegurarse de que las cosas se distribuyen equitativamente, sino establecer una relación con los bienes materiales que nos permita a todas realizar nuestro potencial de la manera que creamos conveniente. Tenemos que acabar de relacionarnos con nosotras mismas y otras según nuestros roles en la sociedad capitalista y crear nuevas concepciones de lo que la vida podría ser.

MOSTREMOSLES QUIEN ES EL JEFE: NADIE.


ESTEMOS PREPARADAS PARA UNA LARGA LUCHA.


            Puede que no sea  evidente que las cosas van a cambiar. Cuanto más precario se vuelve el viejo orden, más agresivamente tratara de asegurar su permanencia.  Un régimen que no se puede permitir mostrar su debilidad tratara de evitar hacer concesiones a toda costa.
            En este contexto, puede que no sea posible obtener objetivos intermedios. La resistencia puede parecer cada vez más separada de la efectividad, más y más irracional, hasta que finalmente alcance un punto crítico.
            Esto hace más importante focalizar en el contenido de la resistencia que en su eficacia inmediata. ¿Está creando nuevas relaciones entre la gente, nuevas formas de relacionarse con los bienes materiales? ¿Demuestra valores que van más allá de capitalismo? Olvidémonos de si alcanza sus ostensibles demandas, ¿hace surgir nuevas luchas, hacia una nueva ingobernabilidad?
            A medida que el trabajo se convierte en más temporal y más invasivo al mismo tiempo, moviéndose rápidamente alrededor del mundo y extendiéndose a cada aspecto de la vida, las luchas laborales deben incluir luchar en lugares que podríamos considerar alejados del puesto de trabajo. Esto no significa abandonar la lucha en el tajo, aunque tendremos que reconceptualizar lo que estamos tratando de obtener con ello y como evaluamos su efectividad para que pueda jugar un papel en las nuevas formas de conflicto.
            Cada vez que inventamos una nueva forma de lucha, cambiamos del terreno, abriendo posibilidades nunca vistas. Podemos perder la batalla finalmente, pero producimos una nueva corriente social que puede hacer brotar nuevas luchadoras e innovaciones futuras. Debemos estar preparadas para luchar años y décadas sin descorazonarnos. También tenemos que estar preparadas para seguir el curso de las cosas y enfrentar súbitos cambios de contexto. Los defensores del capitalismo nos están reservando sus más retorcidas sorpresas para cuando la guerra entre en sus últimos asaltos.
            Incluso cuando finalmente un súbito levantamiento nos coja por sorpresa, esto solo abrirá una nueva fase de lucha que seguramente nos mantendrá ocupadas por el resto de nuestras vidas. Cambiar del capitalismo a otras posibilidades está llamado a ser un proceso largo y difícil.


EL CAMBIO DEBE IR HASTA LAS RAICES.


            Cuando una estructura de poder colapsa, los fragmentos de las viejas jerarquías que permanecen dentro de él pueden reconstruirse a sí mismos. Por ejemplo, inmediatamente después de que el  huracán Katrina golpeara Nueva Orleans, una mezcla de policías fuera de servicio y vigilantes empezaron a patrullar las calles, si una de las funciones de la policía es controlar los movimientos de la población no blanca, los vigilantes pudieron mantener esta función incluso cuando el aparato legal al completo colapso.
            Al lado de cada institución, moneda, o forma de jerarquía hay una serie de sutiles valores y prácticas que le permiten funcionar. Así como nada puede servir de capital sin la convención de la propiedad privada, las policías serían imposibles sin las convenciones de autoridad y deber. Esto no son solo abstracciones, sino relaciones concretas en las que la gente participa a lo largo de toda su vida, es por eso que las personas las experimentan como reales aunque estén socialmente construidas.  La policía ofrece un modelo para lo que significa tener poder: los niños crecen jugando con figuras de acción, los adultos se vigilan unos a otros de mil maneras diferentes. Esto da forma a nuestras imaginaciones tanto que incluso cuando intentamos liberarnos a nosotras mismas, a menudo tomamos familiares roles opresivos.
            Así como los individuos pueden ser intercambiables dentro de las instituciones, las instituciones pueden intercambiarse para cumplir ciertas funciones. Además de las vigilancias, podemos identificar muchas otras funciones, menos obviamente opresivas pero no menos importantes para el funcionamiento del capitalismo. Si queremos transformar nuestra sociedad, no solo debemos derrocar las instituciones sino también identificar las funciones a las que sirven, así no terminaremos asumiendo esos roles nosotras mismas.  Incluso sin capital o policía, estructuras  enteramente nuevas  pueden aparecer para imponer opresión y alienación.
            No hay razón para creer que el fin del capitalismo vaya a traer automáticamente un mundo libre. Esa parte nos corresponde a nosotras.


                                                                                  ¿Qué es lo que significa realmente ser útil?
                                                                                  El mundo actual, tal y como es, contiene la                                                                                      suma de las utilidades de toda la gente de todos                                                                              los tiempos. Lo que implica: la más alta                                                                                           moralidad consiste en ser inútil.

                                                                                                          Milan Kundera. Inmortalidad.


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