Los
economistas nos prometieron crecimiento sin límite. Cada uno podría tener sus
propias propiedades, sus propias inversiones, cada uno podría ser un
capitalista. Nosotros cogimos préstamos para pagar unos grados que nos
proporcionarían unos trabajos que no existían, cogimos unas hipotecas que no nos
podíamos permitir, chanchulleamos con las facturas de las tarjetas de crédito,
pretendiendo que nosotros, también, éramos clase media.
Ahora está
claro que no que no hay sitio en la cumbre para nosotros. El capitalismo es un
esquema piramidal que se ha quedado sin caminos por los que expandirse. La
gente se está revelando en Grecia, haciendo huelga en Francia, ocupando
escuelas en Inglaterra. Todo el norte de África estalla en revueltas a medida
que los efectos de la recesión se expanden.
Esta ola de levantamientos
alcanzara al final a los Estados Unidos, pero ya está en camino. El
orden gobernante puede parecer inamovible hasta el día anterior a su colapso.
NO TENEMOS PORQUE VIVIR DE ESTA MANERA.
Algunas
convenciones sociales, como la propiedad privada, crean desigualdades de poder
y en el acceso a los recursos. Otras no. Hay maneras de cubrir nuestras
necesidades sin comprar o vender. Hay otras maneras de relacionarse con los
demás sin tratar de aprovecharse a sus expensas.
Es difícil
creerlo ahora que el capitalismo ha colonizado casi cada aspecto de nuestras
vidas. Pero todavía existen incontables ejemplos de otras maneras de hacer las
cosas. Para la producción, pensemos en los ausolanes o en los eventos de
trabajo comunitario, en los que la comunidad entera se junta un día para
construir estructuras que de otras manera llevaría meses realizar, el software
de código abierto, en el que los programas se producen y perfeccionan
cooperativamente por las mismas personas que los usan. Para la distribución,
pensemos en las bibliotecas, que pueden almacenar muchas más cosas que libros,
o en el intercambio de ficheros, en el cual aquellos que necesitan un fichero autoorganizan
su circulación. Para las relaciones, pensemos en los saludables lazos de la
amistad y la familia, en el que cada uno está interesado en el bienestar de los
demás, o en fiestas y festivales en los
que incluso los extraños disfrutan de la
participación de cada cual.
Ninguno de
estos modelos promueve el egoísmo o desalienta el esfuerzo. Todos ellos
debilitan la noción de escasez: cuanta más gente participa, más gente se
beneficia. Tiene que haber formas de extender esos formatos a otras esferas de
la vida.
Por
supuesto, la idea de reorganizar nuestra sociedad por completo es abrumadora.
Desde este punto de partida, no podemos imaginar que es lo que va a ser
necesario o que aspecto va a tener el resultado que obtengamos. Pero podemos
empezar.
Abolir la
propiedad privada seguramente envuelve retos e inconvenientes en sí misma, pero
raramente puede ser peor que los efectos del capitalismo global. Todas hemos
oído hablar de la llamada tragedia de los comunes, la idea de que no se puede
confiar en la gente para que cuiden de los recursos por los cuales todas
seriamos igualmente responsables. Solo hay un grano de verdad en esto: la
tragedia real de los comunes es que fueron privatizados, que la gente fallo a
la hora de protegerlos contra aquellos que los agarraron. Si queremos acabar
con el capitalismo, tenemos que aprender cómo defendernos a nosotras mismas de
aquellos que quieren imponernos la tragedia de la propiedad.
Nos han
robado tanto del mundo que puede ser desorientador encontrarnos de repente
compartiéndolo de nuevo. Podemos tener una pista de como seria mirando a los
recientes levantamientos en los que la gente ha creado zonas autónomas fuera
del capitalismo: Oaxaca 2006, Atenas 2008, El Cairo 2011. La euforia de conquistar
y darle un propósito nuevo a los espacios, de actuar espontáneamente en masa,
tiene poco que ver con el día a día de la vida en la sociedad capitalista.
Desmantelar el capitalismo no solo significa tener las posesiones materiales en
común, sino descubrirnos unas a otras y a nosotras mismas, abrazando una manera
completamente diferente de estar en el mundo.
EL CAPITALISMO SE DIRIGE A
LA CATASTROFE.
Por muy
estables que las cosas puedan parecer en algunas partes del mundo, estamos
entrando en una nueva era de crisis e incertidumbre.
El
capitalismo jamás ha estado tan generalizado como lo está ahora. La anterior
generación experimento la alienación, sufriendo la disonancia entre sus
roles en la producción y su sentido de sí mismos. La generación actual está
caracterizada por nuestra identificación con los roles económicos que se
han ido infiltrando en cada esfera de la vida. Así que en el momento de su
triunfo el capitalismo es más precario que nunca.
Todos los
tratados de paz del siglo XX han expirado. Los salarios más altos que los
industriales ofrecieron a sus obreros se han desvanecido junto con los empleos
mismos. Los sindicatos han sido sobrepasados por la globalización, las naciones
comunistas del este han tenido una transición hacia el capitalismo de mercado
libre, mientras las social democracias del oeste están siendo
desmanteladas. Pero estos compromisos
nos eran solo maneras de evitar la confrontación, también servían para
perpetuar el capitalismo. Los aumentos de salario permitían a los obreros
comprar productos y mantener el esquema piramidal expandiéndose, los sindicatos
prevenían a los capitalistas de empobrecer a su base consumidora. Ahora el
capitalismo ha abandonado sus antiguos métodos de integración y auto
perpetuación, el futuro está en juego. Las viejas alternativas han perdido su
crédito, pero las nuevas ideas revolucionarias están destinadas a llegar al
primer plano.
El
capitalismo está dedicado a la acumulación de beneficios sin fin, pero este
beneficio tiene que venir de alguna parte. Una vez que les has chupado la última
gota de sangre a tus obreros, se secan, los beneficios caen, causando el
estancamiento de los mercados. Hasta hace muy poco, era posible resolver este
problema introduciendo nuevos recursos y poblaciones. Ahora el capitalismo se ha
extendido a lo largo y ancho del mundo, conectándonos a todos y convirtiendo
cualquier crisis en verdaderamente mundial. Al mismo tiempo, la producción
industrial está alcanzando sus límites ecológicos, mientras el progreso
tecnológico ha convertido a mucha de la fuerza laboral en innecesaria, creando
un cada vez más grande exceso de población preocupada.
El
capitalismo ha estado en el umbral de la crisis durante décadas. Extender el
crédito a capas cada vez más amplias de los explotados ha sido de mantener los
niveles de consumo, mientras la fuerza de trabajo se empobrecía. Los inversores
han movido sus riquezas hacia el mercado financiero, esperando beneficiarse de
la especulación ahora que los beneficios de la producción material se han estancado.
La gran mayoría de la innovación se ha centrado en los nuevos mercados inmateriales:
información, marcas, redes sociales. Todo esto solo ha servido para
posponer el día de aceptarlo.
La crisis
financiera del 2008 no fue una casualidad, sino un aviso de los tiempos que
están por llegar. No es simplemente una cuestión de esperar hasta que las cosas
vuelvan a la normalidad. La siguiente fase de esta crisis puede que no golpee
el mundo occidental durante años o décadas, pero ya está en camino. Actualmente,
la economía capitalista esta escasamente en condiciones para ofrecer a la gente
trabajos decentes, dejando a un lado vidas con significado, incluso midiéndolo
según sus criterios materialistas, no está funcionando.
De igual
modo no es una coincidencia que estemos escribiendo esto en este momento. Desde
el momento que la economía es la manifestación concreta de los valores y
jerarquías de nuestra sociedad, una crisis financiera anuncia una crisis de fe
en el mismo sistema. Una nueva ola de revueltas está destinada a levantarse.
En los
periodos turbulentos, la gente reevalúa sus suposiciones y valores. Por
supuesto no podemos asegurar cual va a ser el resultado, incluso si el
capitalismo colapsa, la que venga después puede ser incluso peor. Ahora
mismo es extremadamente importante establecer ejemplos positivos de lo que
significa resistir y de lo que las alternativas al capitalismo pueden ser.
Durante los levantamientos sociales lo que la gente cree que es posible puede
cambiar muy rápidamente, pero sus nociones de lo que es deseable usualmente
cambian mucho más despacio. Esto explica por qué levantamientos iniciados desde
la base a menudo se conforman al obtener concesiones que son mucho menos
radicales que las formas que se han adoptado durante la rebelión: a nuestra
imaginación le cuesta un largo tiempo alcanzar a la realidad.
Si aquí
donde vivimos las cosas están tranquilas, eso no significa que siempre vaya a
ser así. Hay que pensar por adelantado en los levantamientos que aparecerán en
el horizonte: cuando lleguen, ¿qué es lo que nos gustaría haber hecho para
estar preparados? ¿Cómo podemos maximizar la posibilidad de que se conviertan
en lo mejor que podemos obtener?
No ofrecemos
el único camino fuera del capitalismo, pero creemos que el nuestro es el más
deseable. No proponemos un feudalismo corporativo, guerras étnicas, campos de
concentración, colapso ecológico, hambruna mundial o guerra nuclear. Unas pocas
décadas de agudo conflicto social no son nada comparadas con las catástrofes
que están aseguradas si no tomamos la iniciativa. No nos equivoquemos, el mundo
va a cambiar. Depende de nosotras si va a cambiar para mejor o para peor.
No estamos
vendiendo una utopía. Simplemente queremos aprender de las tácticas que
funcionaron para mantener a los seres vivos, incluida nuestra especie, como una
saludable parte del ecosistema durante los últimos millones de años, con
esperanza de que podamos sobrevivir al menos unos cuantos miles más. Esta
humilde aspiración nos sitúa en conflicto directo con el actual orden social.
CAGAR CON MEDIO CULO NO NOS SALVARA.
¿Qué puede
acabar con la tiranía de los mercados? No tenemos ninguna respuesta sencilla,
pero estamos convencidas de que es la pregunta más importante. Las soluciones
intermedias son seductoras porque parecen más accesibles que los cambios
estructurales. De hecho, sería más sencillo destronar el capitalismo de una vez
por todas que alterar sus efectos mientras dejamos sus causas intactas. Para
empezar, podemos identificar varios acercamientos que no funcionan y entonces,
avanzar hipótesis sobre lo que podría hacerlo.
La caridad
no resuelve los problemas creados por el capitalismo, tampoco el trabajo
voluntario ni las campañas que se ocupan de un solo tema. Podemos pasar toda
una vida tratando los síntomas sin hacer ningún progreso hacia la cura.
Pintar el
capitalismo de verde no lo hará sostenible. Ni limitara nuestro consumo. Cuando
la economía recompensa el comportamiento destructivo, aceptar limitaciones
voluntarias solo significa ceder poder a competidores menos escrupulosos. De
igual modo, mientras estos incentivos permanezcan solo los gobiernos más
autocráticos pueden evitar que sus gentes los persigan. Colapso ecológico o
fascismo ecológico, tiene que haber otra opción.
Los
sindicatos no nos rescataran del capitalismo. Cuando las empresas pueden mover
los puestos de trabajo alrededor del mundo a voluntad, ya no es efectivo
resistir en un solo lugar cada vez, o incluso en el mismo país al mismo tiempo.
Incluso si pudiéramos proteger los derechos de los trabajadores en una
industria en particular, esto simplemente les daría una ventaja para defenderse
de otros entre los explotados y los excluidos, necesitamos estructuras para
desmantelar la misma pirámide, no para proteger los intereses de un grupo específico
dentro de ella.
Las nuevas
tecnologías no van a volver al capitalino obsoleto. Compartir archivos, el
software libre, y las redes sociales no cambian las desigualdades materiales en
la base. Mientras la economía domine nuestras vidas, los formatos
participativos solo nos integraran dentro de ella más constantemente.
No hay
camino para escapar del capitalismo de manera individual, no hay lugar fuera
donde retirarnos. El crimen puede ofrecer una ventaja a los explotados y a los
excluidos, pero no enfoca fuera de la lógica del sistema. Los hacker exitosos y
los artistas del timo a menudo terminan trabajando para empresas de seguridad o
el mismo gobierno.
Desde el
momento que no confrontan al capitalismo en sí mismo, los movimientos de liberación
basados en la identidad no pondrán un fin a la injusticia y la
desigualdad. Ser explotadas por personas
como nosotras no es ninguna mejora respecto a ser explotadas por personas
diferentes. Incluso si pudiéramos
experimentar igual de oportunidades dentro del capitalismo, incluso si la
dominación y la explotación se pudieran distribuir sin preferencias de raza, género
o cualquier otro eje de opresión, el capitalismo en sí mismo seguiría siendo
opresivo.
Las reformas
de los gobiernos no nos curaran del capitalismo. Pueden temporalmente compensar
sus efectos, pero la clase de los propietarios siempre tendrá una ventaja
cuando se trate de usar las estructuras del estado. Incluso si los
anticapitalistas lo consiguiéramos y estableciéramos un gobierno realmente
nuevo, lo único que podríamos hacer seria controlar el capital nosotras mismas,
convirtiéndonos en una nueva clase capitalista. Los comunistas ya lo hicieron
en el siglo XX con resultados catastróficos. Lo máximo a lo que las soluciones
desde un gobierno pueden llegar es el ideal de todo el mundo compartiendo el
control del capital a través de aparato coercitivo del estado, pero incluso si
esto fuera posible, sería solo una nueva clase de infierno: un sistema
autoritario sin autoridades.
La
autogestión y la “democracia directa” no son suficientes para conducirnos más allá del capitalismo. Incluso
sin jefes y gobernantes, las instituciones capitalistas seguirían produciendo
los mismos efectos si siguiéramos usándolas para los propósitos que fueron
diseñadas. De la misma manera que el aparato del estado sigue reinando incluso
sin monarcas. Si conquistamos los lugares de trabajo, pero seguimos trabajando
en ellos, todavía tendremos que ir a través de la economía para obtener todo
aquello que necesitemos, continuaremos sufriendo la misma desconexión con
nosotras mismas y el mundo que nos rodea.
Incluso en
medio de la catástrofe, no hay garantías de que el capitalismo vaya a caer por sí
solo. Por más de un siglo y medio, los marxistas vienen prometiendo que el capitalismo
colapsara una vez que las “condiciones materiales” maduren suficientemente,
pero cada crisis ha dejado al capitalismo más estable que nunca. La próxima vez
que esté en riesgo de desmoronarse, nosotras hemos de perseguir la oportunidad
de interponer una manera diferente de vivir.
No hay
manera de evitarlo, si queremos cambios fundamentales, tenemos que abolir la
propiedad privada del capital. Esto no es solo una transformación política y
económica, sino también social y cultural. No puede ser impuesta desde arriba,
debe ser llevada a cabo por una masa crítica preparada para defenderse por sí
misma.
No sabemos
si el capitalismo caerá a lo largo de nuestra vida, pero sabemos que caerá.
Mientras tanto, podemos establecer el anticapitalismo en la imaginación popular
como oposición al orden actual, así quizá la gente no gravitara hacia el
reformismo o los programas reaccionarios. Podemos también sacudirnos la fe en
el sistema capitalista, mostrando que no es la mejor manera de estructurar
nuestras vidas, ni la única posible, ni siquiera estable o confiable. El
capitalismo es un hechizo: se puede romper.
MANTENGAMOS RENOVANDOSE NUESTRAS ESTRATEGIAS Y TACTICAS.
Recapitulemos:
desde el principio de la revolución industrial la gente inicio las resistencias
sobre la base de sus roles comunes en la producción, organizando sindicatos en
sus lugares de trabajo y forjando relaciones subversivas es sus vecindarios.
Después de los acuerdos laborales de principios del siglo XX, las líneas del
frente de la resistencia viraron al terreno del consumo, a medida que la
alienación de la sociedad producida de manera masiva dio paso a la masiva
incomodidad A medida que el mercado de consumo se diversificaba, este último
se convertía en cada vez más subculturalmente específico.
Hoy estamos
fragmentadas, espacialmente, socialmente, y culturalmente, pero también estamos
más interconectadas que nunca antes. Cualesquiera que fueran las ventajas de
los anteriores formatos de lucha, han alcanzado sus límites. Todavía pueden ser
útiles, pero difícilmente producirán algo nuevo. No debemos analizar los nuevos
formatos de acuerdo con los criterios de los viejos, sino de acuerdo a como de
efectivamente hacen uso de sus oportunidades.
Por ejemplo,
al final del siglo XX, surgió un movimiento internacional alrededor de las
protestas contra las reuniones de las organizaciones de comercio como el Fondo
Monetario Internacional. Denominado “movimiento antiglobalización” por eruditos
que odian decir anticapitalismo, este movimiento trato de bloquear una nueva
ola de desregularizaciones capitalistas.
Los críticos anticapitalistas sostienen
que tales “ataques a las cumbres” fallaron para construir luchas locales a
largo plazo. Esto es verdad, pero en la era del cosmopolitismo y la
transitoriedad, movilizaciones internacionales se beneficiaron de lo que la
gente ya estaba haciendo, mientras que las organizaciones locales tenían que
luchar contra la corriente. Desde el momento que inhibieron a las
multinacionales de imponer peores condiciones laborales a sus trabajadores, los
manifestantes contra estas reuniones llenaron el hueco que los sindicatos ya no
pueden hacer por sí mismos.
Lo mismo
ocurre con la crítica de que el levantamiento subculturalmente basado confina
la resistencia a estrechos grupos sociales. Una vez más, esto es obviamente
cierto, pero no tiene en cuenta por qué estos esfuerzos han sido tan efectivos
recientemente comparado con otras formas de organización. Los sindicatos
explícitamente anticapitalistas pueden todavía jugar un importante papel en la
resistencia, pero si la gente llega a ellos a través de canales subculturales,
tan a menudo como a través de la organización en el trabajo, tenemos que
analizar esta estrategia de acuerdo con esto. El punto no está en volver a la fuerza
de las viejas tácticas, sino en transcender los inconvenientes de las nuevas.
En la
sociedad occidental, parece que la producción y el consumo ya no crean más
cuerpos sociales masivos susceptibles de concebir sus intereses fuera del capitalismo.
Por el contrario, ambos han sido estructurados para no constituir cuerpos
sociales coherentes en absoluto. Esto puede no ser necesariamente malo, si
queremos abolir el capitalismo, puede ser mejor que no nos conceptualicemos a
nosotras mismas de acuerdo a nuestros roles dentro de él. Pero, ¿de qué otra
manera podemos agruparnos para resistir?
Parece
probable que la nueva fase de las luchas se va a centrar alrededor del terreno
de la información. Del mismo modo que la factoría de producción masiva
produjo una completa estructura social junto a los bienes materiales, las
nuevas formaciones sociales son moldeadas por las maneras en las que se
informan. Ahora que mucha de la raza humana es extraña a los procesos de
producción, la principal razón que nos une al orden social actual es la manera
que estructura nuestras interacciones y nuestra noción de lo que es posible. Los
nuevos medios participativos sirven para mantener a la población redundante
ocupada compitiendo por la atención dentro del marco del capitalismo, un
proceso que dicta sutilmente que podemos imaginar.
Luchar en el
terreno de la información no significa solamente bloquear websites como el
grupo descentralizado Anonimous hizo en represalia por el cierre de WikiLeaks.
Este terreno se extiende más allá de internet y los móviles a todas las
estructuras a través de las cuales la gente construye conjuntamente su
concepción de la realidad. Los lenguajes
y los marcos a través de los cuales nuestra especie atribuye significados están
ahora en juego: tenemos que crear nuevas conexiones entre la gente, nuevas
redes a través de las cuales la información pueda correr y la gente pueda
responder al mundo a su alrededor.
Cuanto más fuera de internet se puedan extender estas redes, más
fácilmente podrán mantenerse bajo nuestro control.
Esto puede
parecer una lucha a la defensiva: el capitalismo ha conquistado ya el planeta
entero y ahora estamos luchando en el verdaderamente último reducto, nuestros
propios espacios mentales y nuestras relaciones. Pero en cada lucha, el sistema
capitalista al completo se ve en cuestión. Esto es especialmente cierto ahora
que las nuevas formas de autoorganizacion pueden extenderse casi
instantáneamente. En este contexto, chispas de resistencia pueden transcender
los límites del activismo y las subculturas para catalizar revueltas a gran
escala.
Al mismo
tiempo que vamos terminando este libro, las rebeliones han estallado en Túnez,
Egipto y otras partes de oriente medio. Una nueva generación empobrecida y
desarraigada aunque ligada a las nuevas tecnologías, ha iniciado una ola de
revueltas sin líderes. Esto ha empezado en los márgenes, pero una vez que se ha
visto claro que había posibilidades de éxito, es resto de la población se ha
unido rápidamente. El gobierno egipcio corto internet y la telefonía móvil en
respuesta, pero esto solo enfureció más a la población. Estos levantamientos no
han asumido formas anticapitalistas, pero ofrecen una fugaz visión de lo que
una revolución anticapitalista podría alcanzar, más específicamente,subraya,
como de importantes van a resultar las comunicaciones tecnológicas y las redes
sociales para cualquier levantamiento masivo por venir.
En el futuro
veremos probablemente como los gobiernos tratan de dar forma a la arquitectura
de las comunicaciones para que sea innecesario cortar internet. Grandes
servidores dirigirán sutilmente el flujo de atención, promoviendo ciertos modos
de protesta y suprimiendo otros. El grado en que podamos mantener canales
abiertos para la comunicación libre determinara las posibilidades para la
liberación.
LUCHA ALLA DONDE ESTES.
Cualquiera
que sea nuestra posición en la pirámide, seamos estudiantes de instituto,
trabajadoras temporeras, pipas sindicados, abogadas o sintecho y desempleados,
podemos luchar allá donde estemos. Es más probable que seamos efectivas cuando
nos enfrentamos a las injusticias que nos afectan personalmente en el terreno
que mejor conocemos.
Desde el
momento que nuestras vidas están colonizadas, tenemos que tomar como punto de
partida para nuestra resistencia los roles que nos han impuesto. Sería fácil
confinar la resistencia a nuestro tiempo libre, hacer de ello algo adicional,
una reunión al final de nuestra jornada laboral, unas pegatinas. Esto
corresponde a la tendencia a luchar por causas externas a nuestro día a día. La
ventaja del modelo sindicato es que toma el régimen diario impuesto a los
trabajadores y lo convierte en un lugar para la organización y la
confrontación. Si un sindicato convencional no es apropiado en nuestro
contexto, podemos experimentar con otros formatos: grupos de autodefensa,
círculos de ladrones, una sociedad secreta para la conciencia revolucionaria.
El
capitalismo no es solo lo que nos pasa en el trabajo. También podemos
resistirnos a él en el resto de nuestra vida diaria, defendiendo nuestro barrio
contra el aburguesamiento, ocupando casas desahuciadas, llevando nuestro
crédito al límite para después declararnos en bancarrota. Las formas de
resistencia colectiva en el consumo pueden ser más difíciles que en la
producción, pero son posibles: ocupar temporalmente espacios y usarlos para
eventos públicos, ir un evento caro en masa y forzar la entrada sin pagar, ira
al centro comercial y hacer lo mismo pero a la salida. Cuanto más nuestros estilos
de vida consistan en resistencia mejor que en sumisión, más fieramente
estaremos luchando.
Ser
excluidas es también un rol que puede ser rechazado. No tenemos que tener un
trabajo operando los medios de producción para estar legitimados a apoderarnos
de ellos, no más de lo que tenemos que vivir en un barrio comercial para estar
legitimados para saquearlo. Cuanto más y más gente somos expulsadas hacia los márgenes,
el papel que las marginalizadas debemos jugar en la resistencia se convierte en
más y más central.
Como dicen
en las canchas de baloncesto, juega en tu posición. Redirijamos los recursos y
la información aquellos que pueden usarlos más efectivamente de lo que nosotras
podemos. Cuando la gente se "toma en serio" luchar contra el
capitalismo, a menudo solemos abandonar la posición que ocupábamos previamente
en él, dejando el trabajo, abandonando los estudios, dejando de participar en
procesos en vez de interrumpirlos. Esto le va bien al capitalismo, una de las
funciones de la población excedentaria es la de contener a todo el que pudiera
causar problemas caso de intentarlo. Es mejor pasar a la ofensiva. No dejemos
nuestros trabajos, esperemos hasta que el jefe este más vulnerable y
organicemos una huelga invitando a todo el mundo a que se una. No abandonemos
los estudios e iniciemos alguna campaña reivindicativa, organicemos huelgas y
cursos alternativos, agrupemos a unos cuantos estudiantes que puedan canalizar
recursos fuera del campus, tratemos de iniciar una ocupación. Cuando nos
expulsen podremos seguir con nuestras vidas.
No hay
territorio moral en el capitalismo. No es más ético estar más abajo en la
pirámide. Tratar de apaciguar nuestras conciencias no le hace ningún bien a
nadie. Del mismo modo, dejemos a otros jugar en sus posiciones, no gastemos
energía en juzgarles. Incluso los abogados y los profesores pueden jugar un
papel importante si pueden recuperarse a sí mismos. No ganamos nada con una
superioridad moral, el objetivo no es tener razón, sino ser peligrosas. Cuando
nos desgajamos en facciones rivales, les ahorramos a los capitalistas el
problema de dividirnos y distraernos.
Cada
posición en la pirámide es un acuerdo. Elijamos nuestro acuerdo cuidadosamente.
El lugar en que estemos localizadas determinara lo que experimentamos y con
quien nos identificamos, dando forma a nuestros intereses inevitablemente. Como
adquirimos los recursos puede enmarcar nuestros valores y nuestra concepción de
la naturaleza humana. Si conseguimos asegurarnos un trabajo fijo y bien pagado
para obtener financiación para nuestros proyectos, por ejemplo, podemos perder
eventualmente el contacto con aquellas en posiciones menos ventajosas, o
simplemente perder la fe que ellas saben cómo "hacer que las cosas se
hagan".
Luchemos al
lado de otras con nuestro mejor interés en el corazón, pero no nos acerquemos a
la resistencia como una suerte de trabajo voluntario que hacemos en su
representación. Olvidémonos de tratar de identificar "la clase más
revolucionaria" o de encontrar a alguien en peor situación que nosotras
para ser sus "aliadas". Si no experimentamos las luchas de otros como
nuestras propias luchas, probablemente resultaremos unas aliadas erráticas. La
mejor asistencia que podemos proveer a cualquiera es amenazar las estructuras
de poder, mostrando que todas tenemos mucho en juego al luchar por nosotras
mismas.
Ni debemos
tomar nuestros privilegios como garantizados. Al contrario, rechazar nuestro
rol significa renunciar a ellos también. Por ejemplo, los manifestantes no
estarán realmente interrumpiendo el funcionamiento del capitalismo hasta que
fuercen a la policía a tratarlos como delincuentes. Pero siempre seremos más
efectivas revelándonos con las que son como nosotras que actuando como soldados
rasos en la campaña de cualquier otra. Sea lo que fuera que nos empujó a
nosotras al otro lado, asegurémonos de que le pasa a todo el mundo como
nosotras.
El objetivo
de todo esto no es solo obtener una pequeña venganza o ganar alguna ventaja que
de otra manera no hubiéramos tenido dentro de la economía, sino sobre todo hacer
conexiones, ensanchar nuestros lazos y profundizar nuestro repertorio de
habilidades. Empecemos con unas pocas amigas, gente en la que podamos confiar.
Acostumbrémonos a trazar planes y llevarlos a cabo, para responder a las cosas
que nos enfadan o nos ponen tristes, para desobedecer. A medida que vayamos
encontrando a otras haciendo las mismas cosas, construiremos redes que podrán dar caña en acciones conjuntas.
Tan pronto
como la gente vemos que algo distinto es realmente posible, nos encontramos
tomando decisiones en un contexto diferente. Entre levantamientos, podemos ser
un ejemplo de a lo que se parece el resistir, y cuando las cosas se aceleren,
las alcanzaremos.
NO LES PERMITAS EXPRIMIR LA VIDA FUERA DE TI.
EXTENDAMOS NARRATIVAS QUE LEGITIMEN LA REVUELTA.
Todo el
mundo quiere que las cosas sean diferentes pero nadie está seguro de que hacer.
Incluso aquellos que han decidido embarcarse en guerra abierta no están seguros
de cómo empezar o como estar seguros de que otras van a querer unirse para
luchar juntas.
Por eso es
tan importante cuando algo ocurre que le da a la gente un punto de acuerdo
común. Cuando la policía griega mato a Alexis Grigoropoulos en diciembre del
2008, toda Grecia se levantó en revuelta. En noviembre del 2010 decenas de miles
se manifestaron en contra de las nuevas leyes que iban a subir el precio de los
estudios en UK. En ambos casos, finalmente los radicales tenían una narrativa
que la población en general encontraba convincente a través de líneas
culturales y políticas, legitimando formas de resistencia en que mucha gente jamás
imagino verse envuelta participando.
Usualmente,
estos puntos de arranque son reactivos, respondiendo a alguna nueva injusticia
que excede incluso el nivel de abuso que la gente ya asimila como garantizado.
Puede ser fácil para la gente estar de acuerdo en su oposición a nuevas
injusticias, pero a veces es difícil imaginar posibles alternativas. La
legitimidad en si misma esta socialmente construida para estar fuera del
alcance de aquellos que quieren oponer resistencia, por ejemplo, los excluidos
se encuentran con que no hay "legítimo territorio" en el que defender
sus derechos. Podemos contar con que estas limitaciones propagan narrativas que
llegan más profundo que los abusos de la policía o las leyes injustas,
ofreciendo críticas más fundamentales y visiones más transformadoras.
Convirtamos
en práctica el actuar dentro de estas narrativas: las ideas carecen de fuerza
hasta que la gente ve a otros comportándose como si estas fueran reales.
Busquemos
las vulnerabilidades y fallas en la actual configuración del poder. El poder
está ahora desigualmente distribuido, pero también está distribuido en
diferentes configuraciones, dinero, atención, influencia social, que no son
perfectamente intercambiables y no se comportan de acuerdo a las mismas leyes.
En los conflictos venideros, algunas de las fallas, y algunas de las ventajas
que podemos obtener, probablemente se abrirán alrededor de las tensiones entre
estas diferentes configuraciones.
ENCONTREMOS MANERAS DE LUCHA QUE SE EXTIENDAN.
¿Cómo puede
una forma de resistencia extenderse o contribuir a otras formas de resistencia?
Esto determinara como de efectiva será en último término. El aspecto más
decisivo de cada acto de desafío es la relación que pueda establecer con otros
similares.
Aquellas que
luchamos contra las restricciones del capitalismo debemos identificarnos con
cada una de las demás que luchan contra él. Si no lo hacemos, incluso si son
luchas efectivas, los capitalistas las neutralizan garantizando nuestras
demandas a expensas de otras. Como mucho pueden simplemente reemplazar la clase
dominante previa sin transformar el sistema en sí mismo.
No podemos
medir la fuerza de una revuelta de la misma manera que podríamos medir la
fuerza de una organización policial. La fuerza de la insurrección es social, no
militar: la cuestión es cómo es de infecciosa, como de lejos llega dentro de la
población en general, cuanto ha transformado las relaciones. Los levantamientos
populares pueden triunfar sobre ejércitos mucho mejor equipados si mantienen su
carácter popular. Una vez que los bandos han quedado fijados y la extensión del
levantamiento está determinada, se
vuelve seguro para los gobernantes confiar en la fuerza bruta una vez más.
Así pues, no
les permitamos a nuestros enemigos aislarnos de otras como nosotras, no nos
quedemos desconectados en nichos subculturales, no les permitamos a los
radicales imponernos oscuros puntos de referencia que solo nos harán más
difícil comunicarnos con la población en general. No son los movimientos en sí
mismos los que provocan el cambio social, sino los contagiosos efectos de
transformación. Esto significa que la gente realmente en medio de una
transformación tiene más que ofrecer al proyecto de la revolución, que los
partisanos de esta que no han cambiado en treinta años. Las primeras todavía no
han pasado a través del análisis de todas sus políticas y tácticas, pero su
inconsistencia y torpeza se compensan por la flexibilidad, el ímpetu y el
optimismo, sin mencionar las relaciones que tienen con gente que todavía no ha
elegido su bando. Una vez que nuestras nuevas identidades como radicales han
cristalizado, los papeles que podemos jugar en los levantamientos sociales son
cada vez menos dinámicos. Todavía podríamos luchar, por supuesto quizá con
mayor experiencia, pero solo desde una posición fija.
ENCONTREMOS MODOS DE LUCHA QUE CREEN ACCESO A RECURSOS FUERA
DEL CAPITALISMO.
Cuanto
tenemos que evaluar tácticas y estrategias, una de las cuestiones más
importantes es si aseguran más oportunidades y recursos. Algunas veces vale la
pena tener una perdida para conseguir un objetivo en particular, pero una vez
que nos extralimitamos puede ser muy difícil recuperarla. Muchos proyectos naufragan principalmente
porque fallan al tratar de recuperar los recursos invertidos en ellos: no
podemos llevar a cabo una lucha extenuante indefinidamente sin obtener los
recursos para ella de alguna parte.
Pero si una
forma de lucha asegura nuevos recursos, es tan importante preguntarse como los
pone a nuestra disposición, como los hace circular. Si no queremos reproducir
las relaciones de propiedad del capitalismo, tenemos que proveernos para
nuestras necesidades materiales de maneras que creen otra relación con los
objetos. La resistencia es solo anticapitalista desde el momento en que
inmediatamente establece estas relaciones. Si los recursos que obtenemos
todavía se enmarcan dentro de la propiedad privada, podemos esperar que
aparezcan las mismas dinámicas dentro de nuestros círculos que las que vemos en
la economía capitalista.
Por otro
lado, construyendo nuevas infraestructuras, podemos demostrar otra forma de
vivir, dándole a la gente un motivo para implicarse en luchar por ellas. Es
desafiante hacer esto cuando hay tantísima presión para privatizarlo todo, pero
en los tiempos en que el capitalismo pierda su control será mucho más fácil.
Tenemos que estar preparadas para aprovechar cualquier oportunidad para
establecer formas de riqueza que puedan ser poseídas en común.
La piratería
fue tan efectiva hace cuatro siglos, porque en la relativa seguridad de alta
mar, era bastante fácil para los marineros deponer a sus comandantes y tomar el
control de los barcos. Los barcos representaban una sociedad en miniatura, más
allá del alcance de las fuerzas armadas que mantenían el delicado equilibrio de
poder en tierra. Tan pronto como los marineros se amotinaban, lo primero en su
lista de asuntos a resolver era establecer nuevos términos de compromiso,
colectivizando todo lo que había a bordo antes de partir a hacer la guerra al
viejo orden. Esta forma de rebelión se
podía extender por división celular, cuando una tripulación se dividía en
varios grupos, por ataque vírico, cuando los piratas conquistaban un barco y
liberaban a la tripulación, por contagio, cuando un marinero que había sido
pirata se enrolaba en un nuevo barco, y por rumores, cuando los marineros oían
sobre otras revueltas piratas y decidían intentarlo ellos mismos. ¿Qué lugares
pueden servir como barcos piratas en nuestra era? ¿Qué espacios y recursos
pueden ser conquistados y vueltos contra una sociedad basada en la propiedad
privada?
Además de
colectivizar el acceso a los recursos inmediatamente, necesitamos formas de
lucha que redistribuyan el poder en sí mismo. Para defendernos de enemigos
exteriores e internos acaparadores de poder, las comunidades insurgentes
necesitan establecer estructuras de poder múltiples que se puedan contrarrestar
unas a otras y minen continuamente las nuevas jerarquías. No hay atajos para la libertad, los líderes y
los partidos políticos no nos la pueden proporcionar, solo quitárnosla. Si no
somos cuidadosas, podemos derrocar a todos los gobiernos del mundo y ocupar
todos los lugares de trabajo sin acercarnos lo más mínimo a asumir el control
sobre nuestros propios destinos.
A largo
plazo, el objetivo no es asegurarse de que las cosas se distribuyen
equitativamente, sino establecer una relación con los bienes materiales que nos
permita a todas realizar nuestro potencial de la manera que creamos
conveniente. Tenemos que acabar de relacionarnos con nosotras mismas y otras
según nuestros roles en la sociedad capitalista y crear nuevas concepciones de
lo que la vida podría ser.
MOSTREMOSLES QUIEN ES EL JEFE: NADIE.
ESTEMOS PREPARADAS PARA UNA LARGA LUCHA.
Puede que no
sea evidente que las cosas van a
cambiar. Cuanto más precario se vuelve el viejo orden, más agresivamente
tratara de asegurar su permanencia. Un
régimen que no se puede permitir mostrar su debilidad tratara de evitar hacer
concesiones a toda costa.
En este
contexto, puede que no sea posible obtener objetivos intermedios. La
resistencia puede parecer cada vez más separada de la efectividad, más y más
irracional, hasta que finalmente alcance un punto crítico.
Esto hace
más importante focalizar en el contenido de la resistencia que en su eficacia
inmediata. ¿Está creando nuevas relaciones entre la gente, nuevas formas de
relacionarse con los bienes materiales? ¿Demuestra valores que van más allá de
capitalismo? Olvidémonos de si alcanza sus ostensibles demandas, ¿hace surgir
nuevas luchas, hacia una nueva ingobernabilidad?
A medida que
el trabajo se convierte en más temporal y más invasivo al mismo tiempo,
moviéndose rápidamente alrededor del mundo y extendiéndose a cada aspecto de la
vida, las luchas laborales deben incluir luchar en lugares que podríamos
considerar alejados del puesto de trabajo. Esto no significa abandonar la lucha
en el tajo, aunque tendremos que reconceptualizar lo que estamos tratando de
obtener con ello y como evaluamos su efectividad para que pueda jugar un papel
en las nuevas formas de conflicto.
Cada vez que
inventamos una nueva forma de lucha, cambiamos del terreno, abriendo
posibilidades nunca vistas. Podemos perder la batalla finalmente, pero
producimos una nueva corriente social que puede hacer brotar nuevas luchadoras
e innovaciones futuras. Debemos estar preparadas para luchar años y décadas sin
descorazonarnos. También tenemos que estar preparadas para seguir el curso de
las cosas y enfrentar súbitos cambios de contexto. Los defensores del
capitalismo nos están reservando sus más retorcidas sorpresas para cuando la
guerra entre en sus últimos asaltos.
Incluso
cuando finalmente un súbito levantamiento nos coja por sorpresa, esto solo
abrirá una nueva fase de lucha que seguramente nos mantendrá ocupadas por el
resto de nuestras vidas. Cambiar del capitalismo a otras posibilidades está
llamado a ser un proceso largo y difícil.
EL CAMBIO DEBE IR HASTA LAS RAICES.
Cuando una
estructura de poder colapsa, los fragmentos de las viejas jerarquías que
permanecen dentro de él pueden reconstruirse a sí mismos. Por ejemplo,
inmediatamente después de que el huracán
Katrina golpeara Nueva Orleans, una mezcla de policías fuera de servicio y
vigilantes empezaron a patrullar las calles, si una de las funciones de la policía
es controlar los movimientos de la población no blanca, los vigilantes pudieron
mantener esta función incluso cuando el aparato legal al completo colapso.
Al lado de
cada institución, moneda, o forma de jerarquía hay una serie de sutiles valores
y prácticas que le permiten funcionar. Así como nada puede servir de capital
sin la convención de la propiedad privada, las policías serían imposibles sin
las convenciones de autoridad y deber. Esto no son solo abstracciones, sino
relaciones concretas en las que la gente participa a lo largo de toda su vida,
es por eso que las personas las experimentan como reales aunque estén
socialmente construidas. La policía
ofrece un modelo para lo que significa tener poder: los niños crecen jugando
con figuras de acción, los adultos se vigilan unos a otros de mil maneras
diferentes. Esto da forma a nuestras imaginaciones tanto que incluso cuando
intentamos liberarnos a nosotras mismas, a menudo tomamos familiares roles
opresivos.
Así como los
individuos pueden ser intercambiables dentro de las instituciones, las
instituciones pueden intercambiarse para cumplir ciertas funciones. Además de
las vigilancias, podemos identificar muchas otras funciones, menos obviamente
opresivas pero no menos importantes para el funcionamiento del capitalismo. Si
queremos transformar nuestra sociedad, no solo debemos derrocar las
instituciones sino también identificar las funciones a las que sirven, así no
terminaremos asumiendo esos roles nosotras mismas. Incluso sin capital o policía, estructuras enteramente nuevas pueden aparecer para imponer opresión y
alienación.
No hay razón
para creer que el fin del capitalismo vaya a traer automáticamente un mundo
libre. Esa parte nos corresponde a nosotras.
¿Qué
es lo que significa realmente ser útil?
El
mundo actual, tal y como es, contiene la suma
de las utilidades de toda la gente de todos los tiempos. Lo
que implica: la más alta moralidad consiste en ser inútil.
Milan
Kundera. Inmortalidad.
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