domingo, 26 de agosto de 2012

Jefes.

¿Quién no odia a su jefe? Incluso la gente que dice que le gusta su jefe, dice no sin cierta reserva: no es tan malo…, para ser jefe.
A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer o que el fruto de su trabajo vaya para otro. Estos simples resentimientos mantienen las cosas un poco tensas incluso sin un movimiento anticapitalista. Desde el punto de vista de los jefes, cada día es una lucha kafkiana para convencer con halagos o coercionar a los empleados que estarían más a gusto en cualquier otro lugar de la tierra. Nadie aprecia lo duro que es en la cumbre, todo el mundo dice a los jefes lo que quieren oír, en vez de la verdad – no nos sorprende, considerando el diferencial de poder. Ni nos maravilla que el jefe típico piense que el mundo entero se detendría sin jefes.
Pero los trabajadores odian a los jefes porque son inútiles. Solo están en el medio. Cuanto más alto subes en el escalafón, menos estas involucrada en los trabajos del día a día, y menos conoces sobre ellos – de ahí la historia del trabajador incompetente que fue ascendido para que no pudiera hacer más daño. En cualquier caso, la mayoría de los ejecutivos en el final de la escalera corporativa, no empezaron desde lo más bajo.
Todo esto descubre la mentira de la narrativa de la meritocracia, la idea de que la gente consigue dinero y poder de acuerdo a sus habilidades y esfuerzo. Los ejecutivos a menudo ganan cientos de veces lo que sus empleados corrientes ganan; esta dramática desigualdad en las ganancias no puede posiblemente reflejar una diferencia real en lo duro que trabajan o cuanto pueden ofrecer al mundo. Hombres de negocios más pragmáticos explican que estos salarios son necesarios para competir con otras compañías en el reclutamiento de ejecutivos efectivos. Pero si estas desigualdades parecen inevitables, esto solo demuestra que la economía capitalista no puede recompensar a las personas en función de sus contribuciones reales.
Irónicamente, parece que la única manera posible de escapar de los jefes es convertirse en uno- eso es convertirte en lo que odias. De aquí la ambivalencia que muchos trabajadores muestran hacia los avances de su carrera.

-Pero yo trabaje duro para obtener mi dinero, me hice a mi mismo.

Quizá lo hiciste, pero ¿no crees que la gente que limpia tus baños también trabaja duramente? Simplemente no hay sitio en la cumbre para todos los que trabajan duramente. Y apostaría a que no empezaste limpiando baños.

-pero mi riqueza crea puestos de trabajo para la gente.

¿te parece que la gente no tenia maneras de vivir antes de que se crearan puestos de trabajo? Al contrario, nos forzaron a trabajar, nosotras solíamos ser libres.


Imaginemos un propietario de un negocio de los viejos tiempos: un tendero, una tienda regentada en familia, un dueño de pequeña factoría que emplea obreros de su ciudad que van al trabajo andando. En todos estos casos, los dueños eran personas claramente identificables, típicamente parte de la misma comunidad que sus trabajadores.
Cuando oímos que una compañía sale a bolsa, suena colectivo y democrático: cualquiera puede comprar y ser parte del crecimiento y del éxito. Pero quien es realmente responsable en esa estructura, y ¿Qué clase de decisiones produce?
Las compañías que cotizan en bolsa tienen dueños, también, pero hay que pelar muchas capas de las cebolla para llegar a saber algo sobre ellos. Técnicamente cada accionista es un dueño con derechos legales sobre un porcentaje de la firma. Pero el numero total de acciones de una compañía a menudo consta de cientos de millones, se necesitaría una investigación muy diligente llegar a saber algo sobre cada uno de los implicados.
Inversores individuales visibles son raros, aunque todavía, ocasionalmente hay alguna rica familia o grupo lo bastante grande como para garantizarse un tratamiento especial. Mas a menudo, la propiedad de las acciones esta distribuida entre inversores institucionales: fondos de capital, corporaciones privadas, hedge funds, firmas de inversión malvadas – pensemos en Goldman Sachs – y la autentica materia oscura de la economía, los fondos de inversión colectivos. El ultimo grupo incluye a cualquiera con un 401k, fondo de pensiones manejado por un sindicato, o fondos de pensiones individuales. Hace cincuenta años, las cajas de depósitos seguros tenían acciones de una corta lista de compañías, hoy en día, un amplio espectro de gente posee trozos diminutos de cientos de compañías y esos poseedores cambian cada día.
El efecto red a el nivel de toma de decisiones de las corporaciones, es que los ejecutivos tienen rienda suelta para invocar el mantra del “valor para el accionista" con poco riesgo de que los accionistas digan algo. Desde que los accionistas cambian constantemente, centrarse en el valor para el accionista no significa responder preguntas a individuos reales que podrían tener escrúpulos de alguna clase. En cambio, significa hacer cualquier cosa necesaria para hacer que la compañía tenga beneficios y así más atractiva para inversores hipotéticos. Todo el “ancillary criterio” – impacto ambiental, efectos en los empleados o incluso en los consumidores – se vuelve secundario frente a lo que contribuye al valor de las acciones de cada propietario.
Lo que observamos es que cada vez que managers o ejecutivos luchan con decisiones cargadas emocionalmente, siempre vuelven al valor para el accionista para resolver el dilema. Los inversores son una entidad abstracta que puede justificar cualquier cosa; incluso si hubiera gente real al otro lado de esas acciones, solo podríamos representarlos como la personificación de la motivación por el beneficio.
Al parecer, as reuniones siguen un patrón familiar. Entran en la línea de conferencia e intercambian comentarios triviales con colegas de otras partes del país – el tiempo, deportes, compras, relatos de viajes – hasta que una masa critica de participantes se une a la videoconferencia. Cada persona participante gana una considerable cantidad de dinero. La mayoría están casados y sin hijos, los pocos con niños en edad escolar tienen pareja que se queda en casa y niñeras de apoyo. Envían a sus hijos a colegios privados y se ejercitan en clubes de campo. Sus decisiones afectaran a muchas familias con menos recursos que los suyos.
Hemos oído hablar de una reunión en persona que duraba todo el día y estaba fuera del programa. En cierto momento el grupo decidía si seguir con la reunión o buscaban un hueco para seguir el aproximo día. Un vice-presidente, divorciado, cuarentón, padre de tres hijos , menciono que el necesitaría ir a casa para hacer la cena a sus hijos de siete, diez y doce años. Pensando genuinamente que estaba siendo de ayuda la vicepresidenta de más edad sugirió: ¿No puedes hacer que les envíen unas pizzas?
Otro fenómeno del que nos han hablado es que cuanto más arriba se sube en la jerarquía organizacional, más y más limitadas son las cosas que puede hacer para que se produzca un cambio efectivo. La limitación más básica concierne a la interacción humana directa. Cuando se pasa de dirigir un grupo de diez, a uno de cien y entonces a uno de mil, se convierte en imposible tener un contacto significativo con cada uno. Entonces acaban haciendo presentaciones para auditorios masivos, y confiando más y más en los correos electrónicos para influenciar a los individuos.
El único gran movimiento que pueden hacer a este nivel es la clásica reorganización corporativa. Los arreglos estructurales están a menudo acompañados por la eliminación de puestos de trabajo, que no solo ahorran dinero a la compañía, sino que también crean caos y distraen la atención.
Cuando le preguntaron a un ejecutivo sobre una reestructuración que volvía a la estructura que había tenido la empresa seis años antes, explico: “Es como cuando limpias un armario, lo sacas todo fuera, pones casi todo de vuelta, pero como lo has movido todo tienes la oportunidad de ver las cosas de diferente manera. La estructura en particular que utilices termina siendo menos importante que el hecho de que das a todo el mundo una manera de ver las cosas de otro modo”
Irónicamente, este líder era verdaderamente bien aceptado, en parte por esa decisión que tomo en sus primeras semanas. Como el primer paso en el recorte, elimino todo el estrato directivo justo debajo de él, los pocos selectos que habían arañado su camino hasta un paso de la cúspide fueron todos dejados marchar. Nadie sintió pena por ellos, todos tenían dorados paracaídas, y eso hizo que lo quisieran más todos los que estaban más abajo. Se beneficio de esta buena voluntad los tres años siguientes mientras recoloco o dejo caer otro 30% de la fuerza de trabajo.
Todo esto pone de manifiesto la disonancia cognitiva en las actitudes de los managers hacia sus empleados. Los aman, los cuidan y los recompensan, mientras lo reestructuran todo para librarse de ellos.
¿Qué motiva a estos lideres? ¿Cómo pueden dormir por la noche? La simple respuesta es que son unos verdaderos creyentes en el capitalismo. “Cuando subimos el nivel de las aguas todos los botes suben” Abrazan esta idea para justificar el flujo de dinero hacia los ricos. Suscriben las teorías de exacción de impuestos u otros beneficios económicos provistos por el gobierno a los negocios y los ricos que hipoteticamente beneficiaran a los miembros más pobres de la sociedad al mejorar la economia en su conjunto y cualquier practica que mantenga el dinero fluyendo, especialmente hacia arriba o lateralmente. Sus propias experiencias vitales refuerzan estas creencias. Los trabajadores en sus organizaciones a menudo siguen su mismo camino o esperan hacerlo. Solo cuando la economia entra en caída libre algunos de estos personajes se hacen preguntas sobre el sistema en si mismo. Incluso entonces su campo de pensamientos permanece miope.
Nos contaron el caso de una vicepresidenta que mando una nota para su organización de 350 empleados de soporte técnico. Su mensaje estaba destinado a tranquilizar a los trabajadores que temían por sus empleos a medida que las rumores de reducciones en la empresa se aproximaban. Les explico como, en su carrera, siempre se preparaba para el caso de que su puesto fuera eliminado, cosas como: pagar todas las deudas de sus tarjetas de crédito, vender su casa de vacaciones, y cosas por el estilo. Estaba casada y sin hijos; recientemente había estado alardeando de su compra de una guitarra de una estrella del pop en uno de sus últimos viajes. Sus recomendaciones a los trabajadores para que se prepararan “financiera y emocionalmente” resonaron de la manera que cabria esperar.
Irónicamente, nuestro informante, después de años ayudando a las corporaciones a ejecutar recortes o recolocaciones de empleados a lugares menos caros, probo su propia medicina en la crisis del 2008. Lo sabia todo sobre el proceso – no en vano su trabajo había sido explicar la política de la empresa a aquellos a los que se dejaba en la estacada – pero se vio sorprendido por una nueva sensación en las tripas al estar al otro lado de: “no nos estamos librando de todo el mundo, pero nos estamos librando de ti”. Durante años había estado pensando en trabajar para una compañía sin animo de lucro, pero la crisis era el peor momento para ser despedido. No había trabajos disponibles, y cuanto más alto es un salario, más difícil es encontrar un puesto similar. Después de un tiempo termino trabajando para un proveedor de servicios médicos sin animo de lucro. Resulto que no era muy diferente del sector que buscaba beneficios. De hecho, estaban contratando mucha gente de la industria financiera, profesionales que como él que habían visto la racionalizacion de sus empresas antes de ser despedidos- Así ellos podían convertirse en más competitivos. Ahora están reestructurándose y despidiendo empleados también.
Hace unas semanas coincidió con una ejecutiva que había trabajado allí durante años. Estaba cegada sobre los despidos: Habían hecho la organización más eficiente, lo que les permitiría completar su misión más efectivamente. Aquí estaba de nuevo, el mantra del “shareholder value” en una nueva forma. En tanto que las organizaciones sirvan a fines abstractos en vez de a gente de carne y hueso, no importa si esas abstracciones representan a los accionistas, clientes o incluso el bien común.


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