domingo, 26 de agosto de 2012

Desempleados y sintecho.


¿Hay algo peor que la prisión? Lo debe haber cuando alguna gente trata de entrar en prisión para sobrevivir al invierno.
            En el mercado, los seres humanos se pueden depreciar como cualquier otra mercancía. Las leyes de oferta y demanda se aplican al trabajo también: Cuantos más trabajadores hay disponibles, más baratos pueden los patronos conseguirlos. Una población desempleada sirve al propósito dual de mantener los salarios bajos y recordar  los empleados que tienen que ser cuidadosos si quieren seguir trabajando. Los desempleados sufrimos la doble humillación de tener que suplicar por trabajos humillantes, esto lo altera todo haciéndonos parecer deseosos de ser explotados, cuando en realidad es el menor de dos males.
            Hace un siglo, los defensores del proceso tecnológico proclamaron que este liberaría al ser humano de la necesidad de trabajar, creando una nueva sociedad del ocio. Pero aunque efectivamente estas nuevas tecnologías han eliminado puestos de trabajo, esto a sido únicamente utilizado para ahorrar dinero a los patrones no para favorecer al publico en general. Desde la perspectiva de los desempleados, el tiempo libre y el acceso a los recursos parecen concentrarse en extremos opuestos del espectro económico. ¡Vaya con la sociedad del ocio!
            El capitalismo produce riqueza pero produce mucha más pobreza. No hay techo para la cantidad de riqueza que puede amasar un individuo, pero si existe un límite inferior de cuanto cualquier persona puede ser depredada – así se necesita un número tremendo de gente pobre para producir unos pocos millonarios.
            El desempleo es una forma de exclusión del mercado, estar sin techo es otra, y todas las diferentes formas se retroalimentan unas a otras en un bucle. En los USA algo más de un millón de personas no tienen techo, en todo el mundo alrededor de mil millones viven en favelas, campos de refugiados y sitios peores. Pensamos que los barrios chabolistas solo existen en la periferia de las ciudades, pero en algunos países la gran mayoría de la población vive en ellos. Muchos de los recién llegados a estos barrios no son conducidos allí para encontrar trabajo, sino por la destrucción de sus formas de vida tradicionales. Con la necesidad de trabajadores para la manufactura declinando constantemente, los barrios marginales funcionan como contenedores de los innecesarios en las regiones en que no hay riqueza suficiente para tener un sector servicios desarrollado para asimilarlos. La cuestión es tenerlos al alcance de las maquiladoras y las plantas de procesamiento pero fuera del alcance de la riqueza.
            Como los desempleados, los excluidos tienen una función en el capitalismo, simplemente dando cuerpo a las consecuencias de la exclusión. Pero esto no es bastante, para que la riqueza pueda ser asociada con el merito personal, tiene que parecer que la exclusión es falta suya. Desprovistos de todos los recursos y esperanzas, se puede hacer que los pobres parezcan suficientemente viciosos. Aunque hace ya mucho tiempo, antes de la propiedad privada, el acceso a los recursos era repartido justamente entre todos los seres humanos, si alguna gente y algunos pueblos están ahora empobrecidos, es debido a que ellos – o sus ancestros – fueron depredados. Solo hay que abrir cualquier libro de historia para leer acerca de la brutal trayectoria del colonialismo en América, África, India, China, etc. y este proceso continua en nuestros días dondequiera que el trabajo de una persona enriquece a otra.

            Hay una clase de prisión en la que las personas están detrás de las barras y todo lo que desean se encuentra fuera, y hay otra clase donde las cosas están detrás de las barras y las personas están fuera.

            Algunas personas se irritan con los programas de asistencia basados en los euros de los impuestos: ¿Por qué tiene nadie que darse una vuelta gratis gracias a su duro trabajo? Olvidan hacerse la misma pregunta sobre los políticos y los jefes. De hecho, cada persona pobre que hemos trabajado alguna vez por un sueldo hemos ayudado a los ricos a darse una vuelta gratis. El dinero de los impuestos usado en los servicios sociales es uno de los pocos ejemplos de la riqueza yendo de vuelta a la base de la pirámide, a la clase que hace la mayor parte del trabajo que lo produce. Los programas de asistencia se consiguieron después de décadas de amarga lucha; donde quiera que los poderosos no temen un inminente levantamiento de los pobres al hacerlo, los están desmantelando.
            No hace falta decir que los programas de servicios sociales no serán nunca una solución efectiva para los males del capitalismo. Los programas de asistencia y las organizaciones caritativas tienden ambos a fomentar las burocracias de clase media mientras avergüenzan y debilitan a los necesitados. La asistencia y la caridad solo redistribuyen la riqueza según los criterios de los ricos – esto es, como medio para mantener un injusto equilibrio de poder.  Los programas de asistencia en particular están interconectados con los mismos aparatos de control usados para reprimir a la gente pobre que se sale de los límites marcados: usan las mismas bases de datos, imponen los mismos programas obligatorios, y tratan a los pobres con la misma falta de respeto. La única cura real para la pobreza es que los pobres obtengan los recursos de vuelta según sus propios términos.
            Las tácticas disponibles para los excluidos tienden más a la revuelta que a la reforma. No pueden ir a la huelga, pero pueden cortar el tráfico como los piqueteros argentinos. No pueden mantener boicots, pero pueden salir de las tiendas en masa sin pagar. No pueden organizar huelgas de alquileres, pero pueden ocupar edificios y tierras. A medida que a pobreza se extiende, estas tácticas también lo harán.

            Cualquiera que haya trabajado, o sido testigo, en cualquiera de los programas “antipobreza” en los ghettos tiene un entendimiento instantáneo de lo que la “cooperación al desarrollo” hace en los “países subdesarrollados”. En los dos casos los aventureros más hábiles mejoran sus posesiones materiales, los nativos más concienciados son arrastrados a la locura o reducidos a la inactividad – o puestos bajo tierra – por la frustración; mientras que la miseria de millones desventurados sin voz se incrementa. Y no solo eso: su reacción frente a su miseria, es descrita al mundo como criminal.

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